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spanish.china.org.cn | 25. 07. 2024 | Editor:Teresa Zheng [A A A]

La supercomputación, ¿una «guerra encubierta»? Todo apunta al terrorismo tecnológico de EE.UU.

Palabras clave: supercomputación, EE.UU.
Spanish.china.org.cn | 25. 07. 2024

Estados Unidos vuelve a inquietarse por los superordenadores, un sector estratégico emergente. El Wall Street Journal publicó hace poco un artículo en el que afirma que China se muestra “hermética” en este tema. Según el documento, los científicos chinos son más reservados y han dejado de participar en el foro TOP500, lo que dificulta al Gobierno estadounidense saber quién tiene superordenadores más rápidos entre ambos. En la última clasificación publicada en junio, Estados Unidos dominaba los tres primeros puestos y ocupaba la mitad de los 10 primeros, mientras que el “Sunway TaihuLight” de China se situaba en el lugar 13 y el “Tianhe-2ª” en el 16. Esta enorme disparidad ha sembrado la sospecha en Washington, que teme que China libre una “guerra encubierta” de supercomputación contra él, acusándola de obstaculizar los intercambios internacionales guardando secretos.

No es la primera vez que los medios estadounidenses agitan las aguas en este campo. Hace dos años, Voice of America publicó un artículo en el que se preguntaba: «¿Por qué China, líder en supercomputación, es tan reservada?”. El recelo y la ansiedad de Estados Unidos no sorprenden. De 2010 a 2019, China encabezó la lista 11 veces de 20 y Estados Unidos comenzó a emitir restricciones de chips una tras otras y sanciones contra instituciones chinas de supercomputación so pretexto de la “seguridad nacional”. Como resultado, la presencia china en la nómina ha bajado. Al principio, la prensa estadounidense aplaudió su retiro de la primera plaza. Sin embargo, en los últimos años han aumentado las especulaciones sobre su fuerza oculta. El cofundador de TOP500, Jack Dongarra, ha indicado en repetidas ocasiones que China posee superordenadores más rápidos, e incluso ha especulado sobre que la potencia de sus máquinas supere a la de todos los demás países.

Dejando a un lado el progreso chino, la cuestión es que, aunque la TOP500 sirve cada vez más como herramienta para que el Departamento de Comercio de Estados Unidos castigue y frene los superordenadores chinos, siguen esperando que los centros chinos participen voluntariamente y devengan un blanco fácil. Esto no es razonable. La supercomputación fue antaño un campo en el que China y Estados Unidos mantenían una estrecha cooperación e intercambio. Sin embargo, ahora el panorama no está exento de trabas, principalmente debido a las penas casi terroristas de Estados Unidos para mantener su hegemonía tecnológica.

En abril de 2021, el Departamento de Comercio añadió 7 entidades de supercomputación chinas a la llamada “Lista de instituciones”, alegando que “desestabilizaban la modernización militar”. En octubre de 2023, otros 13 entes ingresaron en la nómina, indicando que su implicación en el desarrollo de circuitos integrados avanzados “puede usarse para proporcionar capacidades de inteligencia artificial en el desarrollo ulterior de armas de destrucción masiva, sistemas avanzados de armamento y aplicaciones de vigilancia de alta tecnología en desmedro de la seguridad nacional”. El desarrollo de la supercomputación en China es tachado a menudo de “amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos” y sometido a sanciones unilaterales irrazonables. Por lo tanto, es normal que los científicos chinos se abstengan de asistir a foros internacionales del campo, ya que necesitan protegerse contra la posibilidad de caer en la “trampa” debido a la jurisdicción de brazo largo en los intercambios técnicos internacionales.

“Trampa” no es en absoluto un término alarmista. El ranking mundial de superordenadores TOP500 se actualiza cada seis meses, y los de China, Japón y Estados Unidos se han hecho con el título de “superordenador más rápido del mundo”. Sin embargo, en los últimos años, las principales empresas chinas del ramo brillan por su ausencia en la tabla porque las que obtienen buenos resultados corren el riesgo de entrar en la lista de restricciones de Estados Unidos y encarar penas aún más duras. El hecho de que Washington blanda un gran garrote en la puerta, vigile constantemente el rendimiento que pone en jaque su posición para doblegarlo después perturba los intercambios académicos normales y un entorno competitivo sano.

En cuanto a la acusación de The Wall Street Journal de que “los científicos chinos han reducido la cantidad de datos compartidos en otros foros”, es un doble rasero evidente. Lo que no se menciona en el artículo es que Estados Unidos es aún más “reservado” que China en lo que respecta a esta tecnología. Además de castigar a las empresas chinas, también hace lo propio con los seminarios académicos chinos en la materia. El Departamento de Comercio envía correos electrónicos unificados a las firmas extranjeras, advirtiéndoles de que no participen en ellos ni los apoyen. De hecho, los expertos chinos siguen acudiendo a algunos eventos internacionales del rubro, mientras que muchos de sus pares estadounidenses ya no se atreven a comunicarse con ellos por miedo a ser acusados de “filtración de secretos” o incluso de “espionaje”. En la actualidad, las órdenes y reglamentos administrativos estadounidenses que restringen la industria china de alta tecnología empiezan a producir un efecto amedrentador similar al de McCarthy. Esto ha dañado la atmósfera de los intercambios tecnológicos bilaterales y ha obstaculizado el progreso de la ciencia y la tecnología para la humanidad.

La supercomputación cumple un rol clave en muchos campos, como la previsión meteorológica, la secuenciación genética, el diseño de materiales y los productos farmacéuticos. No debería convertirse en “el centro de la Guerra Fría tecnológica entre Estados Unidos y China”, como la describe The Wall Street Journal. Algunos científicos occidentales han expresado su inquietud por la  posible división, creyendo que ralentizará el desarrollo de la IA y otros adelantes. Es menester subrayar que la clave para evitarla es resistir juntos el unilateralismo y el terrorismo tecnológicos de Estados Unidos, con un buen entorno de intercambio y cooperación científica mundial. La supercomputación china no es un “secreto” intocable, pero el punto está en que Washington abandone su conocido hábito de intimidación tecnológica.