El wushu acerca aún más a Irak y China

Aficionados chinos a las artes marciales practican en un club de wushu en Sulaymaniyah, Irak, el 12 de junio de 2024. (Xinhua/Duan Minfu)

En un club de wushu situado en la ciudad de Sulaymaniyah, en la región semiautónoma del Kurdistán iraquí, más de 100 entusiastas locales de las artes marciales chinas, vestidos con atuendos de entrenamiento tradicionales, practican diligentemente rutinas de wushu, ejecutando cada golpe ejecutado con potencia, precisión y un atronador grito corto "he-ha".

A pesar del calor de pleno verano en Sulaymaniyah, donde la temperatura supera los 40 grados centígrados, su pasión por el wushu arde aún más.

En medio del intenso entrenamiento, Burhan, el fundador de este club de wushu, serpentea entre las filas de alumnos, corrigiendo y guiando sus técnicas.

Como muchos entusiastas extranjeros del kung-fu chino, la fascinación de Burhan surgió a partir de las películas de Bruce Lee. Devoraba libros, compraba DVD y buscaba maestros locales, iniciando su andadura en las artes marciales a los ocho años.

A medida que profundizaba, su interés por la cultura china crecía. "Para dominar las artes marciales chinas, hay que entender la cultura y la filosofía que hay detrás", explicó Burhan.

"Igual que un proverbio árabe dice: 'Busca el conocimiento aunque tengas que ir tan lejos como China', lo mismo se aplica al Wushu", añadió.

En 2011, Burhan se embarcó en un viaje a la provincia china de Henan para perseguir su sueño de kung-fu chino. Este viaje que hizo realidad su sueño proporcionó a Burhan una formación integral en wushu y una comprensión más profunda de la lógica cultural y el espíritu tradicional que hay detrás de los diversos estilos de artes marciales chinas.

"El kung-fu Shaolin enfatiza tanto el cultivo interno como el externo, el taichí encarna la sabiduría de conquistar lo inflexible con lo que cede, y el Wing Chun equilibra la dureza y la suavidad. Cada movimiento del wushu chino encarna la esencia de la antigua filosofía china", afirma Burhan.

En los años siguientes, Burhan regresó a China en múltiples ocasiones para recibir formación avanzada. En 2017, fundó el club de Wushu Shaolin en Sulaymaniyah, donde no solo enseña wushu chino, sino que también introduce la cultura china a numerosos iraquíes.

Desde entonces, en la escuela se han matriculado más de 3.000 iraquíes entusiastas del wushu, desde niños hasta adultos mayores.

Soran, un amante del Wushu de 59 años, dijo que su viaje de 15 años por el wushu le hizo darse cuenta de que la esencia del kung-fu chino no consiste en luchar, sino en desafiar los miedos interiores de cada uno.

"Aprender wushu ha profundizado mi comprensión de la cultura china. El propósito del wushu no es dominar o intimidar a los demás, sino cultivar la confianza, la independencia y un carácter fuerte con un gran corazón y tolerancia", dijo Soran, añadiendo que esto concuerda con la imagen de China en el ámbito internacional.

Daniel, de 17 años, que nació en la ciudad china de Shenzhen y vivió cinco años en China antes de regresar a Irak con sus padres, recuerda a menudo su infancia en China.

"Siempre he buscado formas de reconectar con mis recuerdos de China, y entonces encontré este club de wushu. Me ha reconectado con China. Aunque aprender wushu es un reto, me ha enseñado disciplina y perseverancia para no rendirme nunca", afirma Daniel.

A Burhan le complace ver que tantos iraquíes se han interesado por el desarrollo y la cultura de China a través del wushu. En su opinión, el Kung Fu chino no es sólo un puente que conecta China e Irak, sino también una ventana para que los iraquíes comprendan la cultura china.

"Los chinos suelen decir 'hacer amigos a través de las artes marciales', lo que refleja la amplitud de miras de la civilización china hacia el intercambio cultural", afirmó Burhan.

"El wushu no sólo fortalece el cuerpo, sino que también acerca los corazones de las personas. A pesar de la gran distancia, Irak y China se han acercado con la ayuda del wushu", afirmó Burhan.