spanish.china.org.cn | 19. 03. 2024 | Editor:Teresa Zheng | [A A A] |
¿La Cumbre para la Democracia todavía vive?
La III Cumbre para la Democracia, iniciativa del Gobierno de Biden, tiene lugar en Seúl, Corea del Sur, del 18 al 20 de marzo. La cita ha sido bautizada como la "cumbre de los tres mínimos”: mínima atención pública, mínima influencia internacional y mínimo entusiasmo de las partes. El anfitrión, Corea del Sur, no ha revelado la lista de países o líderes participantes, ni tampoco si habrá una próxima edición, incluso su verdadero protagonista, Estados Unidos, parece alicaído. El secretario de Estado Antony Blinken, quien encabeza la delegación, solo asistió el 18 de marzo para luego volar a la siguiente parada: Filipinas. Algunos medios occidentales se preguntan si el impulso y el dinamismo iniciales del encuentro han desaparecido. ¿Acaso es su fin?
Desde la puesta en escena de Washington so pretexto de una gran ambición de "recuperar el liderazgo mundial" para la democracia y "fortalecerla en desmedro del autoritarismo" en 2021 hasta ahora, solo 3 años han pasado. Los clamores a viva voz y promesas de los políticos, el bombo publicitario de la prensa occidental sobre la "confrontación entre dos órdenes", comparados con el desolador contexto actual, han devenido meras bromas. Con las elecciones estadounidenses este año y por razones bien conocidas, el propio Washington no sabe si la cumbre de este año será la última. Aunque es prematuro emitir un juicio definitivo, su fanfarria es menor y da paso a una vergonzosa farsa.
Por supuesto, la cita no carece totalmente de sentido. Sirve como ejemplo negativo, con un fuerte "tono educativo" para la comunidad internacional que con claridad puede ver cómo es el llamado "orden internacional basado en las reglas" defendido por Estados Unidos. En primer lugar, es un mundo dividido en jerarquías, con este y sus aliados en la cúspide de la pirámide, mientras que casi la mitad de los países del mundo ni siquiera poseen la cualificación para participar. En segundo lugar, es una supresión de derechos e individualidades de los países para explorar sus propias vías de desarrollo, cediendo a la definición estadounidense de "democracia", al servicio, en última instancia, de sus necesidades hegemónicas. En tercer lugar, los logros del progreso tecnológico humano, incluida la inteligencia artificial, la tecnología digital, etc., también tiene cabida en el discurso ideológico de Estados Unidos, sofocando así el futuro espacio de avance de los países en desarrollo.
En un principio, Estados Unidos pretendía exhibir su "liderazgo" con la organización del encuentro, pero el tiro le salió por la culata. En lugar de captar la atención, dejó al descubierto sus verdaderas intenciones. Los comentarios de los medios africanos son incisivos: La Cumbre para la Democracia pinta un retrato de condena para la democracia estadounidense en opinión del mundo, además "dice mucho de la menguante influencia de Estados Unidos". El país se ha autoproclamado "comandante en jefe" del "bando democrático", la arma como herramienta política para tratar de mantener su posición dominante, creando divisiones en el mundo de manera arbitraria y sembrando semillas de discordia.
Otros países, hayan participado o no en la cita, han visto a través de sus tres ediciones la esencia de la democracia estadounidense. El declive de la conferencia es inevitable, pero la velocidad de su caída es sorprendente, lo que indica que tanto Estados Unidos como el mundo la sobreestimaban en cierta medida, y subestimaban la desconfianza internacional en la democracia estadounidense.
Por supuesto, Washington no ha abandonado por completo la idea de jugar esa carta. Permitir que Corea del Sur acoja su tercera entrega parece una recompensa para el país asiático, ansioso por incrementar su influencia internacional y convertirse en un "Estado central en el mundo". Para Estados Unidos, que este sea el anfitrión puede aumentar la representatividad del evento, resolver dudas externas sobre su control y compartir costes y presiones. Sin embargo, Corea del Sur debe darse cuenta de que organizarlo no hará nada por su imagen internacional ni lo convertirá en un “Estado central en el mundo”. Hasta cierto punto, la cumbre deviene un tema candente, y Corea del Sur puede terminar quemándose al asumir el rol de anfitrión.
¿Es necesario que los países intercambien y aprendan de las experiencias de los demás en la construcción de políticas democráticas? Por supuesto, pero no debe hacerse de forma egocéntrica, ni debe ser un caso de "Estados Unidos sacando provecho mientras los demás fingen cooperar". El jardín de la civilización humana es rico y diverso, y la democracia de cada país también debe florecer. Establecer "normas democráticas" según un modelo único es precisamente antidemocrático. Por no hablar de interferir en los asuntos internos de otros países con su llamado, causando un daño real a los intereses de los pueblos.
La razón por la que la cumbre ha perdido su valor radica en la intención inicial equivocada de Estados Unidos al utilizar la democracia como una herramienta. Si se la ve como tal, su vida útil es limitada, mientras que la democracia no tiene "fecha de caducidad". La historia de la humanidad no tiene un supuesto "fin", y la "teoría del fin de la historia" ha sucumbido en manos de la misma historia. El proceso de exploración de la vía de desarrollo adecuada para cada país sigue su curso. En ese sentido, Estados Unidos tampoco es una "excepción".