Metáfora enfatiza temor por falta de cambios en la política de EE.UU. hacia China

La valoración a manera de metáfora de un académico chino que asemeja las políticas de Biden y Trump hacia China a dos "cuencos de veneno" ofrece al pueblo chino una visión del estado actual de las relaciones bilaterales y las próximas elecciones presidenciales en el país norteamericano.

Esta alusión, evocadora por su sencillez, encierra una crítica desde el otro lado del Pacífico: las políticas de Biden y de Trump hacia China son consideradas no solo desfavorables, sino intrínsecamente perjudiciales. La única diferencia radica en su grado de toxicidad.

Este sentimiento subraya una profunda desilusión de los expertos chinos con la trayectoria actual de los vínculos entre ambos países y sugiere que si elegir entre uno u otro candidato es similar a escoger el mal menor, la elección no tiene sentido.

El mensaje subyacente es claro y acertado: Los que preparan el veneno deben ser los que lo consuman.

Recientes encuestas arrojan un empate entre los contendientes, con una ventaja marginal de Trump y destacan la incertidumbre y lo mucho en juego en los comicios por venir. La de Emerson dota a Trump de un 46 % y a Biden de un 45 % de los votos.

Sin embargo, desde la perspectiva de China, el resultado puede suponer poca diferencia en la dirección política. La analogía de dos individuos en un bicicleta -Trump inicialmente a la cabeza y Biden detrás, y luego cambiando de posición- ilustra precisamente que ambos pese a sus posiciones disímiles, pedalean por el mismo camino en cuanto a China se refiere.

Esta senda, plagada de tensiones y enfrentamientos estratégicos, hace temer que acaben cayendo en una trampa profunda que ellos mismos han creado, o se topen con una fuerte muralla roja.

La resistencia de China frente a lo que percibe como acciones contrarias de ambos postulantes es digna de mención. Esta resiliencia es ya un cálculo estratégico que busca navegar por las traicioneras aguas de la política internacional sin sucumbir a las presiones externas.

Los rumores sobre la interferencia de China en el proceso electoral estadounidense, considerados con humor en el país asiático, reflejan una comprensión mayor sobre las intenciones que esconden tales acusaciones.

Este entendimiento se entrelaza con una aprensión más honda sobre el futuro de los lazos bilaterales, especialmente la posibilidad de una mayor contención y sanciones por el próximo Gobierno.

Los comentarios del ex secretario de Estado Mike Pompeo sobre la cambiante dinámica entre China y Estados Unidos como una "guerra económica" enfatizan la naturaleza contenciosa de esta relación. Durante una audiencia del Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre el Partido Comunista Chino el martes en el Capitolio en Washington, su llamamiento a la imposición de fuertes medidas para frenar las ambiciones económicas de China resuena en una gran parte de la clase política local. Esta postura, que aboga por un enfoque más agresivo, añade complejidad y dudas a un vínculo de por sí volátil.

A pesar de los retos, el compromiso de China de mantener la distensión y estabilizar las relaciones es evidente y no nace de la ingenuidad; es más bien una opción estratégica destinada a velar por sus intereses y garantizar la continuidad de su ascenso en la escena mundial.

El reconocimiento de que Estados Unidos puede seguir con los obstáculos a sus pretensiones globales, sin detener su ascenso, revela la confianza en la resistencia y la capacidad del país.

Aunque notable, el resultado de las elecciones no redefinirá en lo fundamental la dinámica de este complejo vínculo. El juego estratégico continuará y no se verá condicionado estructuralmente por un simple proceso electoral.

Mientras el mundo observa el desarrollo de este drama, el mensaje de China es claro: el camino hacia unos lazos estables y constructivos no pasa por el conflicto, sino por el respeto y el entendimiento mutuos.