spanish.china.org.cn | 16. 01. 2024 | Editor:Teresa Zheng | [A A A] |
Típica propaganda occidental de doble rasero
Ilustración: Liu Rui/GT
¿Y si China contribuyera a las emisiones de carbono? Eso significaría que es "el peor contaminador del mundo" y supone una amenaza. Entonces, según esta lógica, debería desarrollar tecnologías verdes. Pero un momento. Su avance en vehículos eléctricos también es considerado un "ataque".
Dos portadas de la revista británica The Economist en 2013 y 2024 muestran con claridad su "doble rasero". En 2013, el titular "El país más contaminante del mundo" presentaba las emisiones de carbono de China como una amenaza global. Ahora, con su vertiginoso salto en vehículos eléctricos, la portada "China's EV onslaught" ("El ataque de los vehículos eléctricos chinos"), con coches estrellándose contra la Tierra, es un reflejo claro del temor occidental, pese a que el contenido del artículo difiere del sugerente título. Independientemente de lo que haga China, su etiqueta es siempre de amenaza. Esa es la típica propaganda occidental.
Detrás de esta contradicción de los medios occidentales yace una mentalidad condescendiente y la inercia cultural que Occidente mantiene desde hace mucho tiempo. En resumen, es un "occidentalcentrismo", que afirma que sus valores y sistemas son la única medida para la civilización humana. A partir de esta teoría, su imperialismo asume naturalmente el papel de un "dios" todopoderoso, capaz de dictarlo todo, mientras que los demás países solo pueden ajustarse a sus propias preferencias.
Su imperialismo y hegemonía han sido omnipresentes durante siglos; han influido considerablemente en el desarrollo de la sociedad y lo siguen haciendo en el mundo actual. Cuando China, uno de los mayores países no occidentales, elige una vía de desarrollo divergente, deviene una ofensa para las potencias. A fin de conservar su dominio y liderazgo, Occidente recurre a la ofensiva, a la contención, al desprestigio de China con la doble moral como una de sus tácticas.
Cuando China estaba en su fase de desarrollo, Occidente no escatimó esfuerzos para desacreditar sus emisiones de carbono. Sin embargo, a medida que emergía y asumía responsabilidades relevantes para reducirlas y desarrollar energías verdes, Occidente mostró inquietud y pánico. Nie Shujiang, profesor asociado de la Escuela Guangming de Periodismo y Comunicación de la Universidad China de Ciencias Políticas y Derecho, cree que este miedo proviene de la incapacidad de Occidente para afrontar su propio declive y para adaptarse al liderazgo chino en diversos campos, incluidos los vehículos eléctricos. Esto es patente en la falta de profesionalismo de la prensa occidental al informar sobre ella.
Por ejemplo, en 2020, cuando la pandemia engullía al mundo, China aplicó restricciones para evitar la propagación del coronavirus. El New York Times indicó que las medidas tuvieron un gran coste para las libertades personales de sus ciudadanos. No obstante, cuando Italia siguió la misma vía e impuso cierres en determinadas zonas, la narrativa cambió para reconocer su obligatoriedad para frenar y derrotar al virus.
El juego de palabras de los medios recuerda otro truco empleado: "a qué precio". Basta fijarse en algunos titulares: "China ha evitado la sombría cifra de covid en Estados Unidos, pero ¿a qué precio?" de The Guardian, "La economía china parece estabilizarse, pero ¿a qué precio?" de France 24, y "China gana inteligencia, pero ¿a qué precio?" de la BBC.
Xu Liang, profesor asociado de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad de Estudios Internacionales de Beijing, califica este estilo informativo como "narrativa al revés". Por un lado, reconocen a regañadientes los logros de China, pero por otro la invierten para cuestionar la sostenibilidad de su enfoque. No obstante, independientemente de las técnicas utilizadas en la prensa occidental, esto no puede impedir la caída de Occidente ni alterar el hecho de que China está en ascenso.