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spanish.china.org.cn | 14. 09. 2023 | Editor:Teresa Zheng | ![]() |
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Submarino australiano AUKUS representa una amenaza nuclear
Ilustración: Chen Xia/Global Times
En esta semana hace dos años, nació el pacto AUKUS. Cuando el presidente estadounidense Joe Biden, el primer ministro británico Rishi Sunak y el primer ministro australiano Anthony Albanese se reunieron en San Diego el 14 de marzo de 2023 para anunciar la adquisición australiana de submarinos de propulsión nuclear (SSN), muchos en el país oceánico quedaron sorprendidos. Tanto como cuando Biden y los primeros ministros de entonces Boris Johnson y Scott Morrison lo dieron a conocer inicialmente 18 meses antes, en las postrimerías de un desacreditado Gobierno australiano. Su consternación fue compartida por muchos de sus vecinos en Asia y el Pacífico.
El plan consta de tres fases. La primera es un gran despliegue rotativo, una base, de SSN estadounidenses (a partir de este año) y británicos (a partir de 2027) en Australia. La segunda es la compra de entre 3 y 5 SSN estadounidenses de la clase Virginia a partir de principios de la década de 2030. La tercera es el diseño y construcción de un nuevo AUKUS-SSN en el Reino Unido y Australia con sistemas de armamento estadounidenses y un reactor nuclear implementado en Estados Unidos y el Reino Unido que estará disponible entre el 2040 y 2050.
El exorbitante coste previsto de 368 000 millones de dólares australianos (244 060 millones de dólares) es diez veces superior a la mayor adquisición militar australiana, incluso sin el aparente desborde del precio. De hecho, es mayor al de cualquier otro proyecto nacional en su historia. El tema avanzó en secreto, con ausencia total de un proceso democrático y de rendición de cuentas. No hubo examen parlamentario detallado, ni un Libro Blanco, ni declaraciones ministeriales que expliquen una evaluación rigurosa de los riesgos, beneficios y costes comparativos del mismo ni de sus alternativas, en el contexto de un plan global de seguridad nacional a largo plazo. Albanese, en la oposición, aceptó en menos de 24 horas suscribir el acuerdo urdido por Morrison, su predecesor. Al parecer, esto se debió esencialmente al imperativo político de no caer en la calumnia ni en la imagen de débil en materia de seguridad nacional y en la alianza con Estados Unidos en el período previo a las elecciones federales.
El hecho de que los laboristas hayan abrazado y aceptado un proyecto tan arriesgado, oneroso y a largo plazo ideado por el gobierno anterior en lugar de dejarlo morir naturalmente al final del periodo de revisión de 18 meses, es incomprensible para muchos australianos que esperaban algo mucho mejor de su nuevo gobernante.
El plan AUKUS devuelve a Australia al viejo enfoque racista, colonial e imperial de la "defensa avanzada": proyección de poder a larga distancia mucho más allá del país, como "ayudante del sheriff" en concierto con un gran aliado y protector blanco, antes el Reino Unido, ahora Estados Unidos. Dicha defensa justificó su participación en el pasado en las guerras de la Península de Corea, Malasia y, sobre todo, Vietnam. Los submarinos estarán equipados con misiles crucero Tomahawk de armas convencionales y dependerán tecnológicamente de Washington.
Las implicaciones estratégicas son profundas. En un escenario de creciente interrelación con fuerzas y planes militares estadounidenses, que el vice primer ministro y el ministro de Defensa de Australia, Richard Marles, ha calificado ya no de "interoperabilidad" sino de "intercambiabilidad", el acuerdo es el buque insignia de una profunda pérdida de soberanía e independencia. El ex primer ministro laborista Paul Keating lo describió como "la peor decisión internacional de un gobierno australiano desde que el ex líder laborista Billy Hughes intentó introducir el servicio militar obligatorio para aumentar las fuerzas durante la Primera Guerra Mundial".
Los submarinos nucleares AUKUS encerrarán a Australia en los objetivos estadounidenses de contener y potencialmente enfrentarse militarmente a China, y (junto con la defensa antimisiles a la que Australia también contribuye a través de la base de Pine Gap en el centro de su territorio) pondrán en peligro la capacidad nuclear de segundo ataque de China. Las tensiones regionales en el noreste y el sureste de Asia, el riesgo de conflicto armado, incluso entre Estados con armamento nuclear, en particular Estados Unidos y China, y la posibilidad de que desemboque en una guerra nuclear aumentan. Todas las pruebas disponibles sugieren que si se vuelve a cruzar el umbral del uso de armas nucleares, se producirá una rápida escalada.
Como reafirmaron el año pasado los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, una guerra nuclear no puede ganarse y nunca debe librarse. Y como acaban de reiterar los líderes del G20, "el uso o la amenaza de uso de armas nucleares es inadmisible". La supervivencia y la salud de la humanidad y de la biosfera exigen su eliminación. Es la única manera de garantizar su no uso bajo ninguna circunstancia. Nada puede justificar un mayor riesgo de guerra nuclear.
Otra consecuencia negativa del plan AUKUS es que está relacionada con la no proliferación nuclear y el control del material fisible. Con la compra de submarinos estadounidenses de segunda mano de la clase Virginia, Australia se convertirá en el primer país sin armas nucleares en adquirir submarinos de propulsión nuclear. Lamentablemente, al igual que los actuales y los que vengan de Estados Unidos y el Reino Unido, cualquier SSN australiano usará como combustible uranio altamente enriquecido, directamente utilizable en armas nucleares. Esto se puede evitar. Francia y China usan uranio poco enriquecido en sus submarinos nucleares sin uso directo en armas nucleares.
AUKUS pondrá entre 8y 20 armas nucleares de uranio altamente enriquecido por submarino en plataformas móviles sigilosas, cuyo paradero está diseñado para ser secreto por muchos meses en el mar, donde es inverificable.
Esto va en contra de los encomiables esfuerzos internacionales de las últimas décadas, a los que han contribuido Estados Unidos, Reino Unido y Australia, para poner fin a la producción de materiales fisibles y reducir y eliminar el uso de uranio altamente enriquecido.
La no proliferación nuclear y la aplicación coherente de las salvaguardias nucleares ya están sometidas a graves tensiones en múltiples países. Australia parece dispuesta a convertirse en el primero en premiar la apertura de una laguna, hasta ahora latente, del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares que prevé la retirada temporal de material nuclear de las salvaguardias para fines militares no explosivos. Es poco probable que sea la última.
No es demasiado tarde para que el sentido común democrático, responsable y basado en pruebas ponga freno a este arriesgado proyecto y evite los enormes costes de oportunidad para la seguridad humana y medioambiental, así como los graves peligros que entraña.
El autor es miembro de la junta directiva y ex copresidente inmediato de Médicos Internacionales para la Prevención de la Guerra Nuclear y presidente fundador de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares.
