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spanish.china.org.cn | 01. 06. 2023 | Editor:Eva Yu | [A A A] |
La ley que Estados Unidos busca desplegar contra China : una farsa autodirigida y autocomplaciente
Por Jorge Fernández
Estados Unidos no debe subestimar la inquebrantable, pero limitada paciencia de China.
El poder legislativo en Estados Unidos puede tener diferencias irreconciliables, pero en cuanto a China, especialmente cuando se trata de frenar su avance y desarrollo, el sistema bipartidista trabaja con una sola mente y con un único objetivo. La animosidad contra China es persistente y hoy, entre los repetitivos ataques, la resolución para eliminar el estatus de China como “nación en desarrollo” es uno de los muchos temas que se están fraguando en el Congreso de la Unión Americana.
“La República Popular China no es una nación en desarrollo”, dice una maliciosa moción, aprobada el 27 de marzo pasado, con la que se busca sistemáticamente socavar el desempeño económico de la nación asiática en el sistema de comercio internacional. Es un ejemplo real de confabulación, en donde figuras disímiles de los dos partidos políticos estadounidenses, aliados bajo una misma causa, toman el poder legislativo como trinchera para desplegar ataques contra el Estado chino y su gente.
El argumento que subyace detrás de estas acciones es simplemente detener el progreso de China. Y esa misma consigna, paradójicamente, cohesiona a todos los elementos del sistema político estadounidense, repitiéndose tanto en el poder ejecutivo como en las numerosas instituciones de la democracia norteamericana. Y ahí, a la vista de todos, salta la mayor paradoja de un país que presume defender los derechos fundamentales del hombre. Los Estados Unidos, al buscar frenar el derecho de China al desarrollo, violan los derechos humanos de 1.400 millones de personas y atentan contra uno de los intereses fundamentales del Estado.
Con objetivos de esa naturaleza, surge la pregunta de cómo encontrar un enfoque en el que se promueva un diálogo honesto y se establezcan compromisos con China. Las actitudes anti-China solo revelan las inseguridades de los poderes e instituciones estadounidenses frente a un país que trabaja con toda diligencia para ser mejor. Si es el Estado en su conjunto el que se confabula para entorpecer el desarrollo chino, entonces es el mismo Estado en su conjunto el que debe reflexionar sobre su actitud, que viola flagrantemente los fundamentos en los que se sustentan los ideales de la Unión Americana.
China no se quedará cruzada de brazos mientras el Congreso o cualquier otro poder emprenda ataques contra China. Ya sea la región china de Taiwán o las regiones autónomas de Xinjiang y del Tíbet, Estados Unidos está dispuesto a molestar groseramente y a generar conflictos donde no los hay. Si los ataques contra la soberanía, la seguridad y los intereses de China continúan, será más difícil corregir los daños y restaurar la confianza perdida durante estos últimos años. Estados Unidos debe comenzar, en primer lugar, mostrando sinceridad para interactuar con China. Y a la espera de que esto ocurra, China no puede hacer otra cosa más que prepararse.
De cara a un entorno complicado, en donde prevalecen los ataques encubiertos y flagrantes contra China desde el exterior, el presidente de China, Xi Jinping, ha hecho un llamamiento a trabajar en la modernización del sistema y las capacidades de la seguridad nacional. Recientemente, durante la primera reunión de la XX Comisión de Seguridad Nacional del Partido Comunista de China, el jefe de Estado chino indicó que es de vital importancia fortalecer la seguridad en áreas como la seguridad política, de datos e inteligencia artificial, al tiempo que se construye un sistema de alerta y supervisión de riesgos y se promueve la legislación sobre seguridad nacional.
Estados Unidos no puede pisotear los derechos y la dignidad del pueblo chino y esperar que la dirigencia y su pueblo permanezcan impasibles. La paciencia y el respeto que la cúpula política de China han tenido frente a las reiteradas provocaciones estadounidenses son dignos de admiración. China ha dado muestras de un alto grado de civilidad al instar cordialmente a Estados Unidos, a sus poderes e instituciones, a corregir errores y mostrar sinceridad en sus acciones. China pide únicamente lo que es justo: un respeto serio a su soberanía, a su seguridad y a su derecho al desarrollo. Mientras Estados Unidos siga haciendo caso omiso a las peticiones justas, China seguirá preparándose de manera ecuánime, tranquila y racional, a la espera de que sus interlocutores estadounidenses, incluido el Congreso, entren finalmente en razón. No obstante, Estados Unidos no debe subestimar la inquebrantable, pero limitada paciencia de China.