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spanish.china.org.cn | 15. 02. 2023 | Editor:Elena Yang Texto

Discurso sobre el Estado de la Unión de Biden se divorcia de la realidad

Palabras clave: EE. UU.,China

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ofreció durante su reciente discurso sobre el Estado de la Unión algo completamente alejado de la realidad.

Mientras fanfarroneaba de sus logros desde que llegó al poder, el líder estadounidense también dio bombo a la "amenaza de China", en un intento de ganar apoyo popular.

"Hoy en día estamos en la posición más fuerte en décadas para competir con China o cualquier otro país del mundo", promulgó, para después añadir que "ganar la competición con China debería unirnos a todos".

Sin embargo, considerando la realidad sobre el terreno en EE. UU., la obsesión de contener el crecimiento de China es realmente bizarra.

En tiempos en que el pesimismo impregna el país norteamericano, que Biden presuma sobre los logros socioeconómicos de su Administración durante los últimos dos años solo puede generar estupor.

Una nueva encuesta de The Washington Post/ABC News revela que la mayoría de los estadounidenses no creen que Biden ha logrado mucho desde que asumió la presidencia, con un 41 por ciento de los encuestados asegurando que financieramente están peor bajo su mandato.

Entretanto, siete de cada diez estadounidenses opinan que el país "está caminando en la dirección equivocada". La tasa de aprobación de Biden se sitúa en el 41 por ciento, cerca del nivel más bajo de su presidencia, indicó una encuesta de NPR/Marist.

En un discurso excesivamente optimista, Biden intentó convencer a su audiencia dentro y fuera del Capitolio de que Washington había recuperado su cetro global. Pero una gobernanza en franca decadencia, junto con un sistema corrupto, están erosionando la confianza del público en el Gobierno. Y el mundo también está perdiendo su fe en Estados Unidos.

Quienes toman las decisiones en Washington parecen estar perfectamente bien con dejar los problemas del país sin resolver. La elección maratoniana para el titular de la Cámara de Representantes es un recordatorio claro sobre cómo los políticos de EE. UU. se pierden en políticas partidistas que dividen, haciendo que esta institución política estadounidense sea cada vez más disfuncional.

Aquellos que se autodefinen como servidores públicos son adictos a los juegos partidistas de poder. Mientras tanto, el pueblo estadounidense lucha contra una brecha entre ricos y pobres cada vez más profunda, las divisiones sociales, una violencia de armas de fuego y policial rampante, así como un número creciente de crímenes de odio y discriminación racial.

Mientras muestra poco interés en solucionar sus propios problemas, la nación más poderosa del mundo no pierde el tiempo en azuzar conflictos fuera de sus fronteras.

A la vez que Biden intentó jugar la baza de la amenaza de China, restó importancia a las perspectivas de crecimiento del país asiático, pero la realidad de los hechos invalida las palabras.

Los datos mostraron que, de 2020 a 2022, la economía china registró un crecimiento medio anual del 4,5 por ciento, superando la media mundial del 1,8 por ciento y más que cualquier otra de las principales economías del mundo.

Desde comienzos del año en curso, la economía china ha ofrecido un desempeño impresionante, con una recuperación acelerada tras la optimización de las medidas de control de la COVID-19 en China y la introducción oportuna de políticas favorables al crecimiento.

Fijándose en las perspectivas de crecimiento, las principales instituciones internacionales han mejorado sus previsiones sobre China para 2023. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha incrementado su proyección de crecimiento económico para China, del 4,4 por ciento estimado con anterioridad, al 5,2 por ciento este año.

El diario británico Financial Times reportó que los inversores internacionales han invertido este año la cifra récord de 21.000 millones de dólares en valores chinos conforme el robusto crecimiento económico estimula mayores compras entre los intermediarios financieros.

Despotricar contra China ha sido una estratagema política común de Washington para desviar la atención cuando las cosas van mal. Biden y su equipo están siguiendo esta fórmula anticuada, especialmente cuando corren tiempos en los que la hostilidad contra China puede resultar en un respaldo bipartidista en Estados Unidos.

En su libro, "Desequilibrado: La Codependencia de EE. UU. y China", Stephen Roach, miembro sénior y profesor de la Universidad de Yale, escribió que China ha emergido como el chivo expiatorio favorito de EE. UU., permitiendo a este último hacerse la víctima.

Sin embargo, independientemente de lo bien que Washington desarrolle su juego contra China, los problemas arraigados de EE. UU. no van a desaparecer, a saber, una abrumadoramente elevada deuda nacional, un coste de la vida asfixiante y un riesgo creciente de recesión. Los políticos de EE. UU. deberían centrarse en ofrecer resultados al pueblo estadounidense.

Durante su discurso, Biden afirmó que EE. UU. "debe ser la nación que siempre ha sido, dando lo mejor". Pero el blanqueamiento político es peligrosamente confuso, y el intento de infundir miedo solo traerá errores de cálculo.

Y, sobre las relaciones China-EE. UU., tratar de contener los derechos legítimos del otro para desarrollarse en nombre de la competición es irresponsable.

El avance de China o progreso de Estados Unidos ofrece oportunidades a cada país, no desafíos. El mundo es lo suficientemente grande para que ambos países se desarrollen individual y colectivamente.

EE. UU., como la nación más poderosa del planeta, debería comportarse como un gran país responsable. Y eso empieza por solucionar sus propias calamidades.  

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