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spanish.china.org.cn | 15. 04. 2022 | Editor:Liria Li Texto

Tío Sam, mantén tus manos limpias

Palabras clave: Biolaboratorio, EE. UU.

Biolaboratorio del Instituto de Investigación Médica de enfermedades infecciosas del Ejército de EE. UU. en Fort Detrick, 26 de septiembre de 2002. AFP


Cuando Marvel creó Thanos, podría haber tenido en mente al tío Sam. Ambos comparten un poder inigualable en cada universo, tienen su propia cuota de enfrentamientos con otros y siempre piensan en sus acciones como justificadas. Sin embargo, este último va un paso más allá. Además de las armas visibles, también estudia el uso de microbios y virus a su favor en laboratorios biológicos internos y en el extranjero.

Estados Unidos indicó en la reunión de la Convención de Armas Biológicas de la ONU que controla más de 336 de estos centros en 30 países. Pero lo que no se dice, requiere una mayor atención. Los 5629 contratos firmados entre biolaborarios fuera de territorio estadounidense y la Agencia de Reducción de Amenaza de Defensa demuestran que el país en realidad posee laboratorios en 49 países y regiones, según un experto en control de armas. Además, la entidad está afiliada al Pentágono, al igual que muchas instituciones de investigación biológica y médica estadounidenses. Dispersas en el mundo, estas instalaciones secretas apoyan al imperio del tío Sam en tiempos de paz y son puestos preventivos de avanzada en caso de guerra biológica.

La máquina de propaganda occidental no habla sobre el peligro que encarnan, especialmente para los países receptores, en su mayoría en desarrollo. En Tailandia, el Instituto de Ciencias Médicas de las Fuerzas Armadas es uno de los laboratorios más grandes bajo el control del Pentágono en el extranjero. En él se almacenan una gran cantidad de virus de alto riesgo, gérmenes y parásitos. En Corea del Sur, las muestras vivas de ántrax se enviaron desde Utah en paquete de entrega regular en 2015. El destape posterior del programa JUPITR y las protestas durante años no detuvieron el envío de Estados Unidos de muestras bioquímicas a países asiáticos.

Enfermedades contagiosas han surgido en lugares justamente donde existen estos programas de estudio biológico administrados por Washington, en particular por empresas privadas con contratos con el Pentágono. En 2017, Afganistán registró 237 casos de fiebre hemorrágica de Crimea-Congo (CCHF), 41 de ellos fatales. Tres años antes en Georgia, 34 personas contrajeron la CCHF y 3 murieron. Según documentos publicados por el exministro de Seguridad georgiano, Igor Giorgadze, 73 voluntarios que participaron en pruebas del Centro Lugar de Georgia perdieron la vida entre 2015 y 2016. Hechos simples ponen todas las piezas del rompecabezas en su lugar: estos programas tanto en Afganistán como en Georgia y el Centro Lugar fueron operados por el mismo contratista del Pentágono, Battelle.

Si el depósito de muestras en otros países es como sacar al genio de la botella, establecer biolaboratorios en el extranjero bajo el mando de firmas privadas es una amenaza para el país anfitrión. Parece económico para Estados Unidos transferir los altos costos administrativos y de investigación, así como  la responsabilidad y la crítica pública al receptor, con cientos de accidentes relacionados con la salud, ocurridos en los lugares que albergan 13 laboratorios BSL-4 operativos o planeados y 1495 laboratorios BSL-3 en 2013.

Battelle Memorial Institute, ya mencionada, es un viejo conocido del Pentágono. Según documentos públicos, la compañía trabajó en el programa de armas biológicas de Estados Unidos en 11 contratos con el ejército de 1952 a 1966. Asimismo, colaboró con la CIA en un estudio conjunto llamado Project Clear Vision (proyecto visión clara)  entre 1997 y 2000, encargado de reconstruir y probar la minibomba de ántrax de la era soviétiva. Sin embargo, el estudio no salió a la luz en la convención de la ONU. La omisión recuerda Fort Detrick, donde Battelle posee un biolaboratorio secreto del Centro Nacional de Análisis de Biodefensa y Tácticas Defensivas, justificado por el departamento de Seguridad Nacional.

¿Por qué Estados Unidos invierte tanto en atacar a un fantasma? Tal vez sea la audacia de un estado no parte del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional que define los experimentos biológicos como crímenes de guerra, o intereses económicos que conectan al complejo militar-industrial, el Pentágono y Wall Street. O acaso el antiguo hábito hegemónico de "actuar primero y pedir después" el consentimiento. Después de todo, Washington realizó sin desparpajo pruebas al aire libre de bacterias de Serratia Marcescens en sus aeropuertos y metros en la década de 1960, y el pueblo estadounidense no supo de estos experimentos biológicos hasta 8 años después cuando el presidente Richard Nixon puso fin al proyecto. 

Existen muchas razones por las que los países receptores de biolaboratorios deben permanecer en alerta. Estados Unidos también debe actuar de manera inteligente. Cuando sacude manos llenas de gérmenes y bacterias a otros, infecta a sus socios sin protegerse de los riesgos. "Mantén tus manos limpias". Seguro que Washington lo entiende en medio de la pandemia de COVID-19. 

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