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spanish.china.org.cn | 09. 12. 2021 | Editor:Eva Yu Texto

La Amazonía continental: grave crisis que demanda urgentes soluciones

Palabras clave: Amazonía continental, grave crisis ecológica

Con una superficie de más de 6.8 millones de kilómetros cuadrados, la Amazonia continental, es decir, el bosque húmedo tropical que se extiende desde el piedemonte oriental andino hasta el Océano Atlántico, es uno de los biomas continuos más extendidos del planeta que comprende ocho países: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Suriname y Venezuela. Corresponde al Perú un 11.5 % de dicha superficie.

En estos tiempos de crisis ambiental mundial, con el calentamiento global como su principal motor, la Amazonia juega un papel trascendental: el bosque es un enorme sumidero de carbono que captura los “gases de efecto invernadero” producidos por la quema de combustible fósil, mientras que, a cambio, libera oxigeno puro a la atmósfera. Un estudio realizado en 2017 por una fundación internacional y el Ministerio del Ambiente del Perú, determinó que entre los tres principales departamentos amazónicos peruanos (Loreto, Ucayali y Madre de Dios), existían acumulados en la parte aérea del bosque (tronco, ramas y follaje) 5,500 millones de toneladas de carbono. Ello sin considerar el subsuelo, en donde estudios dirigidos por el Instituto Peruano de Investigaciones Amazónicas (IIAP) han determinado que ciertas formaciones boscosas tales como los aguajales, almacenan también en su parte subterránea, enormes cantidades de carbono.

Sin embargo, en décadas recientes, conforme los países amazónicos avanzamos en la ocupación de esa enorme reserva forestal natural, hemos venido aplicando el modelo de “cambio de uso del suelo”. Dicho esquema implica la tala del bosque primario, la introducción de la ganadería extensiva y a continuación la de cultivos agroindustriales (principalmente soya y palma aceitera). A ello se suma la tala selectiva de especies forestales con múltiples consecuencias negativas, entre ellas: la pérdida progresiva de la biodiversidad que ese bosque cobija, o la alteración de la escorrentía superficial, que lleva a la formación de lagunas y pantanos en donde proliferan los vectores de enfermedades como la malaria o el dengue, que creíamos controladas hacia las últimas décadas del siglo pasado.

En el caso del Perú, según el Proyecto Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP), la pérdida de bosque amazónico fluctúa anualmente en la última década entre las 150 y 200 mil hectáreas. Y no somos el país amazónico con la situación más grave. El año 2020, de acuerdo a la misma fuente, este bioma perdió cerca de 2.3 millones de hectáreas, una superficie similar al de la república centroamericana de El Salvador.

Frente a ello, la principal acción de los Estados amazónicos ha sido la creación de áreas naturales protegidas por el Estado y la delimitación de reservas indígenas. Si bien esas medidas resultan razonables, han sido en conjunto altamente insuficientes para reducir el ritmo de la deforestación y permitir que el bosque amazónico siga cumpliendo su función de recurso de avanzada para la lucha contra los efectos del cambio climático.

En mi calidad de Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, hago un llamado público a la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) para que convoque, a la brevedad, a una conferencia de sus ocho Estados miembros a efectos de considerar el diseño y aplicación concertada y coordinada de una estrategia que nos asegure la sostenibilidad del bosque amazónico, garantizando para sus habitantes la conservación de este patrimonio natural, clave para el futuro de la Humanidad en su conjunto. El prolijo estudio “Perspectivas del Medio Ambiente en la Amazonía – GEOAMAZONÍA”, realizado por esa institución hace más de una década, contiene, a mi juicio, la llave para atacar este grave problema.


Fuente: RPP


 


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