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spanish.china.org.cn | 02. 09. 2021 | Editor:Teresa Zheng Texto

Salió el informe sobre el origen de la COVID-19 de EE.UU. ¿Y ahora qué?

Palabras clave: EE.UU., origen, informe

El Informe de Inteligencia de Estados Unidos sobre los orígenes de la COVID-19, publicado el viernes pasado, no ha presentado nuevas evidencias creíbles ni ha alcanzado conclusiones firmes, y solo termina con que "ambas hipótesis siguen siendo plausibles": exposición natural a un animal infectado y un incidente asociado a un laboratorio.

Esa evaluación vaga no debe ser una sorpresa para nadie. El reporte carece de una corroboración independiente y científica, por lo que está destinado a no producir nada significativo y confiable.

Desde el principio, la decisión de Biden de colocar el tema en manos de agencias de inteligencia desacreditadas con una absurda fecha límite de 90 días fue política y no científica. Estos organismos no son nunca los adecuados para resolver cuestiones de ciencia o llegar a la verdad en cualquier asunto.

El documento cumple un rol de culpa y vergüenza. Acusa a China de no ser transparente y de retener información crítica, en desprecio total del hecho de que China fue el primer país en colaborar con la OMS en el tema, con la recepción en dos oportunidades de expertos en el campo de manera abierta, transparente y cooperativa.

El informe es también coercitivo. Insta a sus "socios en el mundo" a ejercer mayor presión sobre China, pese a la oposición generalizada: más de 80 países han enviado cartas o notas a la OMS en apoyo al informe conjunto de la OMS y China y en contraposición a su politización.

En pocas palabras, este estudio no tiene un propósito relevante en promover la comprensión de la fuente del coronavirus. Más bien, solo obstaculiza el progreso en la lucha contra la pandemia. Para los contrarios a China, el reporte deja la puerta abierta para más excusas en torno a la "teoría de fuga de laboratorio", la única esperanza de embarrar China.

En un contexto amplio, la postura de Washington forma parte de la idea de "comprometer a China desde una posición de fuerza". Es completamente predecible que este continúe aprovechando el virus para obtener una posición ventajosa en su competencia con Beijing.

Entonces, ¿cuál será su siguiente movida? Es posible que el Gobierno de Biden vaya hasta al final con una nueva ronda de ataques, con posibles sanciones a funcionarios y científicos chinos. Algunos miembros del Congreso impulsarán "con urgencia" proyectos de ley destinados a enfrentarla. Las fuerzas Anti-China en el mundo seguirán con afirmaciones legales frívolas de "reparaciones", aunque casi todas han sido ya rechazadas o retiradas por carecer de base fáctica o legal.

Nada podrá intimidar a China ni la hará retroceder. Una cosa que los políticos estadounidenses deben tener en cuenta es que China ya no es un país de fácil acoso. Los trucos en Irak o Siria no funcionarán con ella; ni la fuerza hará que se rinda. La mayor presión solo la hará más fuerte e inflexible.

Biden afirma que las naciones responsables no delegan sus obligaciones. Eso es exactamente lo que Estados Unidos debe hacer ahora. El mundo espera el libre acceso al laboratorio Fort Detrick y a otras 200 bases en el extranjero que poseen o realizan experimentos biológicos.

Si la administración de Biden realmente "confía en la ciencia", sería aconsejable separar la salud pública de la geopolítica y adoptar un enfoque científico en el rastreo del origen, y la prueba de su real compromiso es si permite a la OMS llevar a cabo estudios de campo en su territorio.


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