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spanish.china.org.cn | 03. 08. 2021 | Editor:Teresa Zheng Texto

Cuatro pecados en la lucha vírica de EE.UU.

Palabras clave: EE.UU., COVID-19, Casa Blanca

Estados Unidos registró más de 100 000 casos diarios de COVID-19 el viernes, su cifra más alta desde principios de febrero de este año. La cuenta de decesos también reportó una gran subida. En mayo, su presidente, Joe Biden, abogó por logros en la lucha contra la epidemia y respaldó la directiva de los CDC de no uso de máscaras para los completamente vacunados en muchos lugares. El 27 de julio, los centros cambiaron de idea e instaron a las personas en ciertas zonas del país a volver a las máscaras en interiores y en áreas públicas, para la indignación de muchos republicanos. La batalla contra la pandemia es un desastre, como siempre.

Biden tuiteó el domingo, "lo que está sucediendo en América en este momento es una pandemia de los no vacunados". Por un lado, esto apunta a asustar a quienes rechazan la inyección; por otro lado, busca una excusa ante la incapacidad de su Gobierno de lidiar con la crisis. El mandatario dejó entredicho que la Casa Blanca había hecho un buen trabajo y que el resurgimiento del virus se debe a los que se rehúsan a inmunizarse.

Cabe destacar que Estados Unidos tiene una gran responsabilidad en el avance mundial del virus. Todo lo hecho en términos de prevención es decepcionante. La administración anterior tuvo un comportamiento vil, mientras que la actual muestra hipocresía y falsas promesas. Para ser más precisos, el país ha cometido 4 pecados y merece ser reprendido.

Primero, gran parte de los casos y muertes ocurrieron en Estados Unidos. No solo echa por tierra el humanitarismo, sino que deviene el superpropagador de la pandemia. Pese a contar con la vacuna, lidera la tabla de nuevos contagios diarios. Esta es la 'destrucción colectiva de Estados Unidos en la lucha de la humanidad contra el virus. Si hubiera un Gobierno global, Biden sería responsable.

En segundo lugar, Estados Unidos es el país más avanzado tecnológicamente del mundo con la mayor fuerza integral y sus aportes en la lucha global no se condicen con tal estatus. El soporte material externo que ha recibido, hasta ahora, supera la asistencia brindada a sus pares. Su única contribución es su participación en el desarrollo de vacunas, pero por el momento, el país ha exportado un mínimo de ellas. En la etapa inicial de la pandemia, falló en proporcionar suministros necesarios, como máscaras y ventiladores, ni tampoco avanzó en el desarrollo de medicamentos específicos. Washington así como sus fuerzas de élite no han asumido su responsabilidad como potencia en los momentos más críticos.

En tercer lugar, con el sistema democrático occidental más fuerte, su desempeño frente a la pandemia tiene un efecto importante en Occidente y otros países. Estados Unidos ha hecho poco en la organización general de lucha vírica. A menudo, ha ignorado la ciencia y su propia batalla contra la enfermedad es caótica. Exhortar al público a usar máscaras ha devenido una tarea difícil de impulsar. Estados Unidos está dividido en cuanto a las vacunas. Su práctica de priorizar el capital sirvió de mal ejemplo para el resto del mundo. Estados Unidos es el principal culpable de la confusión actual.

Cuarto, al hacer de China un chivo expiatorio, Washington ha politizado el rastreo de los orígenes del virus. Tal acción ha socavado seriamente la solidaridad mundial, ha desviado la atención de la comunidad internacional y ha interferido en la lucha vírica. Esta última está estrechamente ligada a la geopolítica, que los países no pueden coordinar sus acciones y estrategias de manera unificada.

El aumento repetido de casos en Estados Unidos no se trata solo de él. Si un brote dura más en una región y el número de contagios crece, es más probable que el virus salga de sus límites, con la posibilidad de nuevas mutaciones. Existen ya nuevas cepas en el Reino Unido, y la variante delta, surgida en la India, es ahora la más extendida. Esto se debe al fuerte incremento de los casos en esos dos países, lo que otorga las condiciones perfectas para la mutación del virus. Es totalmente posible que la epidemia en Estados Unidos origine una nueva variante.

Washington no está calificado para presumir los "logros" del control y prevención de la epidemia, y mucho menos criticar el rol de Beijing. La Casa Blanca debe reflexionar seriamente sobre su fracaso y la gravedad de su respuesta global en el tema. Washington debe eliminar los ataques repetidos e interferencias de factores políticos internos en la lucha mundial. Debe hacer menos daño a la humanidad y ejercer un papel más positivo, proporcional con su fuerza nacional.


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