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spanish.china.org.cn | 29. 07. 2021 | Editor:Liria Li Texto

La trazabilidad no debe ni tiene por qué ser rehén de manipulaciones políticas

Palabras clave: COVID-19, EEUU

Por Jorge Fernández

 

La demanda de un segundo estudio de trazabilidad bajo criterios unilaterales que se alejan de la cientificidad solo demorará la recuperación mundial y conducirá por motivos políticos a la muerte de más personas.

 

El desarrollo acelerado que China ha materializado bajo la dirección del Partido Comunista de China (PCCh) preocupa progresivamente a estrategas de Occidente, quienes señalan al gigante asiático como un rival al que hay que reprimir. Amparadas en tergiversados modelos humanitarios, que ponen los intereses políticos por encima de las necesidades populares, estas figuras miran con recelo al socialismo con peculiaridades chinas, al cual, sin importar sus éxitos pasados o presentes, atacan, calumnian, denigran o demeritan por discrepar de un manoseado y autodefinido concepto de democracia. Para estas personas todo lo que China haga o deje de hacer está mal o está condenado al fracaso.   

La pandemia adquiere una dimensión especial en el discurso político falaz de estas figuras. China ha sido tema de conversación y análisis recurrente bajo estos esquemas infamantes, que la señalan como la causa de todos los problemas generados en el mundo por la COVID-19. China es en los discursos oficiales de algunos países de Occidente una suerte de entidad malévola a la que hay que hacerle pagar por un patógeno que ha puesto de rodillas a la humanidad. El éxito de China para salvar vidas, por el contrario, resulta invisible en estos razonamientos que, pronunciados desde cúpulas oficiales, buscan estigmatizar a China, debilitar su fuerza de desarrollo y responsabilizarla por la ineficacia e incompetencia de algunos para enfrentar a la pandemia.   

Es en este esquema de ataques, orquestados bajo modelos de pensamiento tendenciosos, que los trabajos emprendidos conjuntamente por científicos de China y de otras partes del mundo para rastrear el origen de la COVID-19 pierden fuerza y legitimidad. La trazabilidad se ha politizado a tal punto que Estados Unidos ha preferido colocar a agencias de investigación, dedicadas por linaje al espionaje de terceros, por encima de los hombres de ciencia. La ciencia ha sido relegada a un segundo término por capricho de unos cuantos. Y cuando la razón y los argumentos racionales se imponen a juicios falaces, entonces se presiona, se ataca y se instrumentaliza a la Organización Mundial de la Salud para emprender nuevos estudios, pero en virtud de criterios establecidos unilateralmente, de reglas de bando orientadas a reprimir, y partiendo del criterio de la culpabilidad contra China. Estados Unidos está secuestrando el orden internacional por uno basado en sus propias reglas y orientado a cubrir sus propias incapacidades.   

Esto debe terminar so pena de dañar aún más los esfuerzos de la mayoría por establecer un sistema internacional basado en la Carta de la ONU y en el derecho internacional. Estados Unidos pretende imponer un orden internacional basado en sus propias reglas y estas reclamaciones, en momentos que demandan rapidez y solidaridad, dañan letalmente los esfuerzos de la gran mayoría de países para vencer a la COVID-19 y reanudar los trabajos para retornar a la economía mundial a niveles normales de operación. La demanda de un segundo estudio de trazabilidad bajo criterios unilaterales que se alejan de la cientificidad solo demorará la recuperación mundial y conducirá por motivos políticos a la muerte de más personas.   

La trazabilidad no debe ni tiene por qué ser rehén de manipulaciones políticas a través de las cuales se justifiquen acciones equivocadas. Hoy más que nunca la comunidad internacional debe unirse como una sola persona y trabajar conjuntamente para derrotar a la pandemia. China ha abierto sus puertas a expertos de todo el mundo para materializar conjuntamente estudios de trazabilidad. Las puertas, hay que agregar, siguen abiertas para dar continuidad a los trabajos ya emprendidos, los cuales, a su vez, pueden servir como base para impulsar nuevas fases que arrojen luz al origen del virus. Por el contrario, un estudio de trazabilidad que busque la división y la discordia de la comunidad internacional, así como la desacreditación de China, es simplemente inaceptable para una opinión pública perspicaz que observa la irracionalidad de algunos políticos estadounidenses.   

El miedo que causa el desarrollo de China está basado en esquemas de pensamiento erróneos que describen a una China irreal. Las pruebas demuestran que el socialismo con peculiaridades chinas, dirigido por el Partido Comunista de China, ha hecho mucho por el desarrollo de su pueblo y de la humanidad en un entorno de paz y armonía. El desarrollo de China ha permitido responder expeditamente a la pandemia y ayudar a países necesitados con vacunas y equipamiento sin condiciones adjuntas. China ha contribuido a salvar vidas tanto en el país como en el extranjero. Es momento de otorgarle públicamente el reconocimiento que se merece. Por el contrario, ver a China bajo un prisma sesgado de ideas, politizar tareas encomiables e instrumentalizar las labores de organizaciones internacionales causará a la postre la muerte de más personas inocentes. Por el bien de la humanidad, hay que poner fin al virus político que busca descalificar los trabajos de China en aras de la humanidad.     


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