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spanish.china.org.cn | 16. 04. 2021 | Editor:Teresa Zheng Texto

EE. UU. reconoce el terrorismo ambiental de Japón

Palabras clave: EE. UU., Japón, aguas residuales radioactivas

La administración de Joe Biden quiere que el mundo sepa que considera el cambio climático una emergencia global y que Estados Unidos tiene la intención de liderar al mundo en su lucha.

"Es el problema número uno que enfrenta la humanidad. Y es el problema número uno para mí... El cambio climático es una amenaza existencial para la humanidad", dijo Biden en una entrevista en octubre de 2020, antes de su elección como presidente de Estados Unidos. "Si no se controla, realmente extinguirá este planeta, y no es una exageración. Es real. Tenemos una obligación moral".

Cualquier observador interpretaría esas palabras como una declaración inequívoca de guerra contra el cambio climático por parte del nuevo mandatario. Entonces, sorprende ver cómo Estados Unidos acepta la decisión de Japón, un importante país desarrollado y aliado cercano, de verter 250 millones de galones de aguas residuales radioactivas en el Océano Pacífico – un equivalente a 500 piscinas olímpicas.

Tokio anunció el martes que en aproximadamente dos años iniciaría la descarga del agua utilizada en el desastre de la planta de energía nuclear de Fukushima en 2011.

Aunque el Gobierno ha defendido el plan, alegando que no es radiactiva y que ha sido tratada, la realidad es que los radionucleidos (átomos con energía nuclear en el agua) de la central pueden reducirse, pero nunca eliminarse por completo.

"Agradecemos a Japón sus esfuerzos transparentes en su decisión de eliminar el agua tratada del sitio de Fukushima Daiichi. Esperamos que el Gobierno continúe coordinando con la Agencia Internacional de Energía Atómica", escribió el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, en su cuenta oficial de Twitter el martes.

Y aunque el beneplácito de Washington es extraño en sí mismo, considerando que la costa oeste del país linda con el Océano Pacífico, los vecinos inmediatos de Japón respondieron con críticas y preocupación.

Poco después de conocerse la iniciativa japonesa, un portavoz del presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, anunció que el país estaría analizando opciones legales y posiblemente incluso una solicitud al Tribunal Internacional del Derecho del Mar contra la medida prevista por Japón. Asimismo, también llamó al embajador japonés en Seúl para consultas.

"Es evidente que existe temor en torno a la decisión dado que somos un país geológicamente cercano y que comparte mar con Japón", dijo el presidente Moon. El Ministerio de Relaciones Exteriores de China criticó el martes al Gobierno japonés por ser "extremadamente irresponsable".

Grupos ambientalistas en Japón y en todo el mundo también se han pronunciado claramente en contra del anuncio.

"Tokio ha tomado una decisión totalmente injustificada de contaminar deliberadamente el Océano Pacífico con desechos radiactivos", dijo Kazue Suzuki de Greenpeace Japón al The Guardian.

El apoyo de Estados Unidos es miope, no solo en lo que respecta al impacto ambiental en su territorio, sino también en todas las naciones de Asia y el Pacífico. Al respaldar la irresponsabilidad de Japón, Estados Unidos incurre en una suerte de terrorismo ambiental.

Con críticas generalizadas a los planes japoneses, el apoyo estadounidense es desconcertante, hasta que uno cae en cuenta que el primer ministro japonés Yoshihide Suga tiene programado reunirse con Biden en Washington DC el viernes.

Si a Estados Unidos le inquietara realmente el tema del cambio climático, habría unido su voz de protesta a las organizaciones ambientales de Japón y de otras partes del mundo para rechazar el plan de vertido. Como mínimo, podría haber emitido una declaración neutral y haber expresado en privado su preocupación a Tokio durante la visita de Suga.

Sin embargo, eligió no tomar ninguno de esos caminos. Al aplaudir la acción de Japón, demuestra públicamente que, si bien el Gobierno de Biden habla de manera diametralmente opuesta a Donald Trump en cuanto al cambio climático y la protección ambiental, no deja de poner el juego político calculado por encima de los intereses del mundo.

Quizá lo más irónico es que Japón ha permitido que Estados Unidos se aproveche de él y, como resultado, sufrirá las consecuencias en carne propia.


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