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spanish.china.org.cn | 22. 02. 2021 | Editor:Teresa Zheng Texto

Fracasos del capitalismo en Texas y en la pandemia en EE.UU.

Palabras clave: EE.UU., Texas, tormentas invernales

La gente espera en largas filas en una tienda de abarrotes H-E-B en Austin, Texas, el 17 de febrero de 2021. Millones de tejanos siguen sin agua ni electricidad mientras continúan las tormentas invernales.


El presidente estadounidense, Joe Biden, declaró el sábado “un gran desastre en el estado de Texas". Aunque la medida acelera la aprobación de más asistencia federal, esta parece haber llegado demasiado tarde. La pérdida de vidas y propiedades es irreversible. Los problemas con la calidad del agua todavía afectan a 14 millones de personas en la jurisdicción.

Texas es un estado de mayoría republicana. No recibió ayuda federal. La división y las luchas partidistas cada vez más profundas son sin duda una de las razones por la que tantos tejanos no obtuvieron ayuda después del azote de la tormenta. Solo el pueblo, sin importar de qué bando sean, es la víctima de las constantes disputas políticas.

Un gran número de estadounidenses se siente realmente desesperado porque el actual sistema capitalista con serios defectos en Estados Unidos no puede remediar sus preocupaciones. Como resultado, la impiedad rige en la sociedad y sigue arruinando el estado de ánimo nacional tras el conflicto electoral del año pasado y el motín del Capitolio el 6 de enero.

En general, el país cree que su modelo capitalista es superior al de sus pares. Ya se ha demostrado que estas narrativas de las élites han abierto heridas profundas en la sociedad estadounidense. Sin embargo, muchos de ellos se aferran a una mentalidad anticuada. Se niegan a admitir los errores críticos de la nación. Al ser complacientes, eventualmente perderán terreno y se verán indiferentes ante la comunidad internacional.

Esto trae inseguridad entre la población por su futuro. Es también la razón por la que personas anormales como el expresidente Donald Trump todavía cuentan con apoyo nacional, de personas que realmente no tienen mejores opciones.

El problema interno de Estados Unidos es demasiado grave y es un mal muy arraigado. Se requiere una reforma radical; de lo contrario, la nación enfrentará una senda peligrosa y llena de baches hacia un futuro incierto. Y esos sentimientos de su población, aunado a la insatisfacción con el status quo,  se harán más fuertes con más personajes, como Trump, en los círculos políticos. Una tragedia tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo.

La epidemia de COVID-19 que lo asola, combinada con desastres naturales como los incendios forestales en California y la tormenta invernal en Texas, han desenmascarado las taras de la verdadera naturaleza del sistema capitalista estadounidense. Priorizar los negocios privados en desmedro del bienestar público, resulta en la prevalencia del darwinismo social: no se atienden los intereses ni la salud de la mayoría. Solo algunos privilegiados de unos pocos grupos ricos reciben el tratamiento adecuado.

Sin una reforma clara desde dentro, lo dañino de su sistema capitalista será aún más evidente. Es difícil para su actual modelo emprender cambios efectivos, con más golpes si no se llevan a cabo.

Su situación actual es similar a la de 1933, cuando el exmandatario Franklin Roosevelt asumió el cargo. El camino socialista se discutió entonces y ahora, pero las voces fueron marginadas. Su demonización continuó en las últimas décadas. Tim Boyd, exalcalde de la ciudad de Colorado en Texas,  que dijo a los habitantes locales vía Facebook el martes que sobrevivieran como pudieran, afirmó que depender del Gobierno para recibir "limosnas" en un desastre "es lamentablemente el producto de un gobierno socialista".

Sus palabras revelaron la cruda divergencia entre demócratas y republicanos en torno a reformas sociales. El Partido Demócrata contempla "un gran gobierno y una sociedad pequeña”, mientras que su par republicano prefiere lo contrario. Los dos principios han estado en conflicto entre sí, pero se las arreglaron para lograr un equilibrio y complementarse en el pasado. Sin embargo, ahora ambos son irreconciliables y hostiles.

Aunque se ha demostrado que el modelo estadounidense es cada vez más disfuncional, el país norteamericano se niega a admitirlo. Y se muestra reacio a extraer lecciones de sus pares.

Por tanto, los cambios políticos y sociales definitivamente tendrán lugar en el marco de su sistema capitalista: individualismo y premisas económicas privadas.

Pero en esa línea, si las modificaciones no logran los objetivos deseados, el pueblo no tendrá más remedio que aguantar los resultados, por amargos que sean. La preocupación central de la población que es que su estado general mejore quedará sin respuesta. Sin duda, algo muy lamentable para ellos.


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