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spanish.china.org.cn | 08. 01. 2021 | Editor:Teresa Zheng Texto

Toma del Capitolio representa el colapso del sistema político de EE.UU.

Palabras clave: EE.UU., Capitolio, Trump

Los partidarios de Donald Trump irrumpieron en el Capitolio el miércoles en un intento de evitar la certificación de Joe Biden. Aunque la situación se controló rápidamente, políticos y opinión pública condenaron los disturbios, y el Legislativo confirmó oficialmente la victoria del demócrata, pero es posible que las implicancias a largo plazo del incidente sigan contando.

Evidentemente, no puede verse solo como una farsa incitada por Trump tras perder las elecciones. Tampoco podemos concluir con soltura que el triunfo de Biden es una corrección exitosa de errores o que el caos causado por los comicios llegará a su fin en dos semanas.

La turba sin precedentes en el Capitolio, símbolo del sistema estadounidense, es el resultado de la crítica división de la sociedad estadounidense y del fracaso del país para manejarla. Trump negó la derrota después de caer en las votaciones, lo que resonó en una gran cantidad de sus partidarios. Esto ha derivado en que muchos senadores republicanos no se atrevan a oponérsele públicamente. El Partido duda entre apoyar la Constitución o defender a su presidente.

Aunque es inaceptable tomar el Capitolio, un consenso entre políticos y opinión pública, el desgarro en Estados Unidos es demasiado profundo. La comprensión está lejos de ser suficiente para aliviar las emociones de perdedores y sus seguidores. El acto mereció el rechazo y la crítica, pero las reiteradas negativas y ataques de los caídos dejarán una huella a largo plazo. Supondrá un desafío para la administración Biden y debilitará su poder.

Algunas figuras políticas estadounidenses denunciaron el caos como una afrenta a la democracia, como si la democracia del país aún estuviera intacta y los golpes vinieran principalmente del exterior. No obstante, es un colapso interno del sistema político y es aquí donde radica la gravedad del problema.

Estados Unidos sigue siendo poderoso. Su fuerza es más un legado creado por generaciones anteriores. Con el paso del tiempo y el abuso de recursos por distintos políticos, el sistema se ha degradado. Los partidarios de Trump se han convertido en "turbas": esta es una llamada de atención para la sociedad estadounidense.

Cada país tiene sus propias debilidades y problemas. El desplome político en Estados Unidos no es necesariamente una enfermedad incurable. Quizás el verdadero dilema es que sus élites son demasiado arrogantes. Creen que un camello delgado es más grande que un caballo, y no importa cuán podrida sea su democracia, sigue siendo superior a otros sistemas políticos. Sus figuras en el campo también son egoístas y no están dispuestas a tomar la iniciativa para impulsar reformas genuinas. Solo gritan consignas vacías como "cambio" y "podemos" para engañar a los votantes.

Lo que más sorprende, incluso después de la crisis institucional, es que sus élites no tienen intención de reflexionar, sino que todavía están interesadas en atacar a otros países. En los últimos años, es justo decir que sus ofensivas ideológicas contra China han alcanzado nuevas alturas, con actos tangentes de ambas partes. Pese al rápido desarrollo de China, creen que este no posee méritos políticos. Su negación socava aún más su capacidad de distinguir políticamente el bien del mal.

Como resultado, cuando se trata de este aspecto, no queda casi nada en el país que no sea afiliación política. Además, proliferan los dobles raseros. En Hong Kong, las acciones violentas se describen como "algo sublime"; en Estados Unidos, los que participan en estos actos se les denomina "turbas". Estados Unidos puede salir adelante así por un tiempo, pero no llegará muy lejos. Los recursos morales acumulados en el pasado se agotarán a medida que la situación oscile.

La sociedad estadounidense realmente necesita examinarse con detenimiento. Su sistema político, una vez sólido, está desactualizado. Sus líderes deben enfrentar los defectos de la nación y dejar de encubrir sus deficiencias con conflictos extremos que estigmatizan y reprimen a otros países, o utilizar la confrontación internacional para crear un equilibrio distorsionado.

Estados Unidos necesita una reforma, no solo limitada a las naciones en desarrollo. La historia no termina en los sistemas occidentales. Surgen señales en el mundo de que Washington y Occidente deben ser tan emprendedores e mirar hacia adentro como los países en desarrollo. El avance de la sociedad humana requiere que todos sean humildes y aprendan de los puntos fuertes de los demás. Nadie debería considerar el intercambio cultural un juego de suma cero.


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