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spanish.china.org.cn | 05. 01. 2021 | Editor:Teresa Zheng Texto

La vacuna no reemplaza la movilización nacional contra el virus

Palabras clave: vacuna, movilización, COVID-19

Vacuna COVID-19 y jeringas con logotipos de la farmacéutica estadounidense Pfizer y su socio alemán BioNTech.


Una vez desarrolladas las vacunas COVID-19, los países tendrán ante sí una nueva prueba: su administración, de manera que puedan brindar protección a las personas lo antes posible y alcanzar la inmunidad colectiva.

Estados Unidos lidera el mundo en su aprobación, pero también es el más afectado por la pandemia. Frente a tal situación, debió haber iniciado inmediatamente la campaña de vacunación a nivel nacional para salvar más vidas. Sin embargo, eso no sucede y en cambio el proceso avanza lentamente. Las diferentes dependencias gubernamentales no se han organizado de manera efectiva, mientras que muchas personas son indiferentes a ella y la nación ha completado solo una quinta plante de su plan.

La vacuna es un arma poderosa contra la pandemia. No obstante, como el virus se ha propagado ampliamente, su efecto es similar al de las mangueras de agua en un incendio forestal. Se deben tomar otras medidas al unísono para evitar su avance y facilitar su erradicación, pero el problema es la falta de organización y preparación con políticas adecuadas. La débil capacidad de la Casa Blanca para manejar una crisis pública realmente deja a uno sin palabras.

No es de extrañar que Washington se haya esforzado por responsabilizar a China de la epidemia en su territorio: No puede hacer nada más.

Estados Unidos carece de un sistema de movilización nacional ante una crisis de tal magnitud. El gobierno federal no tiene autoridad directa sobre los Estados y carece de mando frente a las bases. Además, las divisiones partidistas están por doquier. La epidemia puso de manifiesto su incapacidad para la asignación de recursos hacia un fin clave como es la lucha vírica.

Los expertos en salud pública advierten que el país podría sumar otras 200 000 muertes por COVID-19 para el 1 de abril. Tal voz de alerta no parece afectar a la sociedad en su conjunto. El actual Gobierno, al final de su mandato, no muestra interés. Muchos estadounidenses todavía se niegan a vacunarse y existen otros que menosprecian a quienes usan máscaras. Incluso con las vacunas, Estados Unidos todavía no se toma en serio la tarea.

Su desempeño actual es preocupante. Solo con más pérdida de vidas y cuando algunos de sus aliados occidentales hayan controlado la epidemia con las vacunas, el pueblo estadounidense despertará. Es posible que la administración Biden no pueda hacer mucho en este aspecto, puesto que los hechos demuestran que mientras la clase media no se movilice, el impulso del Gobierno será muy limitado.

Estados Unidos ha sido durante mucho tiempo el país más desarrollado del mundo. Durante las guerras, su dominio partía de su ventaja en armamentos. Cuando salió la vacuna de Pfizer, muchos estadounidenses la consideraron como un portaaviones o una bomba atómica que podría traer la victoria. Pero, de hecho, quizás no lo sea.

El resultado final de esta batalla depende de si este y Occidente puedan llevar a cabo reformas importantes para compensar sus deficiencias en organización social y movilización. Si es así, podrían llegar a cero en casos.

En las décadas de 1980 y 1990, China redefinió la naturaleza política de la economía de mercado y aseguró su aplicación en el país como una forma de organizar la economía. Hoy, Estados Unidos también debe examinar cuidadosamente las diferencias en la lucha contra la COVID-19 entre Occidente y China, así como otras sociedades asiáticas. Debe despolitizar por completo sus métodos y rutas. Siempre que ayuden a contener la epidemia, vale la pena aprenderlos y adoptarlos.

Washington y sus principales aliados europeos deben resolver sus esquemas de gobernanza social y hacer frente a sus debilidades ante grandes crisis públicas. Deben dejar de lado la ideología y respetar el hecho de que diferentes sociedades tienen sus propias fortalezas. Mientras encaran la enfermedad con el mundo, deben aprender de la experiencia de otros y mejorar su propio sistema de gobernanza nacional.


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