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spanish.china.org.cn | 26. 10. 2020 | Editor:Elena Yang Texto

La unión de China y América Latina en Corea hace 70 años

Palabras clave: China y América Latina, Guerra, Corea, Estados Unidos




Por Jorge Fernández


La intervención estadounidense en Corea estimuló a organizaciones populares progresistas latinoamericanas a extender fraternalmente su apoyo a China, conformándose así un numeroso contingente chino-latinoamericano, opositor a las acciones bélicas de Estados Unidos en el mundo.


Paradójicamente, la conflagración bélica en Corea, ocurrida entre 1950 y 1953 del siglo pasado, tuvo como uno de sus varios desenlaces la unión fraternal entre los pueblos de América Latina y la Nueva China. Había transcurrido poco del fin de la segunda conflagración mundial, pero el mundo daba cuenta crudamente que Estados Unidos anidaba una actitud hegemónica en detrimento de la soberanía de numerosos países de Asia y África. América Latina no era la excepción, y de cara a este comportamiento hegemónico e intervencionista, sus organizaciones populares constituyeron un bloque opositor que encontró en China a un amigo y aliado en contra de la guerra y en favor de la paz y la soberanía nacional.

La empresa bélica que Estados Unidos desató en Corea demandaba la participación de aliados que estuvieran dispuestos a ir hombro con hombro a luchar con el ejército estadounidense en la península. La necesidad de repartir los gastos de la guerra lo llevaron a ejercer una presión constante sobre los gobiernos de América Latina, a quienes pedía alistar a sus ejércitos y enviarlos a luchar con él una guerra originalmente de carácter local. Organizaciones no gubernamentales, principalmente las pacifistas, condenaron las demandas y presionaron a sus gobiernos a no derramar sangre en una guerra ajena a los idearios políticos latinoamericanos. De todos ellos, el gobierno de Colombia reculó ante las presiones de Washington.

Las condiciones estaban listas para que organizaciones civiles de China y de América Latina lucharan por una misma causa. La Conferencia de Paz de las Regiones de Asia y del Pacífico, inaugurada en Beijing el 2 de octubre de 1952, fungió como una plataforma internacional en la que los movimientos pacifistas latinoamericanos encontraron en China un aliado poderoso en sus derroteros para conformar un frente pacifista universal que condenara las acciones estadounidenses en el escenario internacional, que se manifestara en contra de la guerra y que uniera las demandas de Asia y del Pacífico, orientadas a poner fin a las hostilidades estadounidenses en la península coreana.

Estados Unidos había intervenido abiertamente en un asunto local, y con ello, había involucrado y confrontado con sus acciones a China y a la ONU en Corea. La guerra civil coreana rápidamente se convirtió en una conflagración internacional. De cara a la amenaza de las tropas del general Douglas MacArthur, quien demandaba a Washington el uso de armamento nuclear y cuyas tropas marchaban rumbo al nordeste chino, la dirigencia nacional china se vio forzada a intervenir en el conflicto. El ejército de Voluntarios del Pueblo Chino cruzó el Río Yalu en octubre de 1950, frontera natural con Corea del Norte, y asistió al ejército norcoreano en una conflagración que pasaría a la historia como la Guerra de Resistencia contra la Agresión de Estados Unidos y Ayuda a Corea.

Quedaría así marcada en la historia moderna la actitud de la Nueva China: pese a la notable asimetría de su ejército con el estadounidense, había una firme convicción de defender la soberanía del Estado y de proteger las fronteras nacionales, por un lado, y una clara disposición de convertirse en un garante de paz en la región, por otro lado, aunque para ello tuviera que batirse en una guerra con uno de los ejércitos más poderosos del mundo. La intervención de Washington en Corea además estimuló a las organizaciones populares progresistas de América Latina a extender fraternalmente su apoyo a China, conformando un numeroso contingente chino-latinoamericano, opositor a las acciones bélicas de Estados Unidos. Fue ese el inicio de una inquebrantable amistad entre los pueblos de ambas orillas del Pacífico.

Estados Unidos perdió ante dos frentes. Por el lado militar, sus aires de grandeza se desvanecieron a lo largo de tres años, periodo en el que los Voluntarios del Pueblo chino, junto con sus homólogos norcoreanos, impidieron a las tropas agresoras ir más allá del Paralelo 38. Por el lado civil, Washington encontró en las organizaciones civiles progresistas de América Latina un sólido bloque opositor, ahora aliado con China, dispuesto a denunciar las arbitrariedades y a concienciar a la opinión pública sobre los excesos estadounidenses en el mundo. Hoy, visto en retrospectiva, el interés unilateral de Washington y sus ambiciones hegemónicas en el periodo posterior a la segunda posguerra lo llevaron a batirse con China en una guerra sin sentido de la cual tuvo que batirse en retirada.

La Guerra de Resistencia contra la Agresión de Estados Unidos y Ayuda a Corea juntó a numerosas organizaciones populares de China y de América Latina, y a raíz de la Conferencia de Paz de las Regiones de Asia y del Pacífico, las sociedades de amistad proliferaron por toda la región latinoamericana, abriendo un nuevo capítulo de amistad y entendimiento en momentos en los que los vínculos diplomáticos oficiales eran inexistentes. China y América Latina, víctimas durante siglos de la explotación y vejación a manos de fuerzas invasoras, ahora unían fuerzas contra todos aquellos que por medio de la guerra buscaban coartar sus aspiraciones a la libertad, a la independencia nacional y a la búsqueda de caminos propios de desarrollo.

Ello era sin duda alguna una noción incipiente de la búsqueda de una comunidad de destino común en la que la paz se construye para materializar los intereses de todos los miembros. La Guerra de Resistencia contra la Agresión de Estados Unidos y Ayuda a Corea dejó en claro que ningún interés unilateral, sin importar el poderío del ejército con el que se quiera emprender la meta, puede con la voluntad universal de los pueblos que desean un mundo libre de guerras. Hoy, como hace 70 años, esa es la meta por la que China trabaja. Y hoy, al igual que hace 70 años, China no se amedrenta ante ningún agresor.


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