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spanish.china.org.cn | 18. 08. 2020 | Editor:Teresa Zheng Texto

Pan para el pueblo antes que grandeza para EE.UU.

Palabras clave: EE.UU., economía, COVID-19

El candidato presidencial demócrata Joe Biden (izquierda) y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.


Cada vez son más los estadounidenses que afirman no poder comprar alimentos suficientes para ellos o sus hijos, y la situación puede incluso empeorar ya que algunos beneficios del gobierno estadounidense han expirado, según un reporte del Wall Street Journal el domingo. Los economistas creen que el problema parece ser "peor de lo que fue durante el apogeo de la Gran Recesión".

La situación interna actual difícilmente coincide con su estatus de superpotencia y economía más grande del mundo. Es una bofetada al autoproclamado humanitarismo y derechos humanos de Estados Unidos. La reacción incompetente frente a la epidemia de COVID-19 no solo ha afectado el sustento de su pueblo, sino también ha fallado al mundo. Algunas élites políticas deberían rendir cuentas por esto.

Frente a la crisis sanitaria, una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres y el creciente número de desempleados, algunos políticos se muestran sorprendentemente indiferentes e irresponsables. "Yo no lo diría, pero tal vez esa sea la historia de la vida". Fue la respuesta del presidente, Donald Trump, a si las celebridades asintomáticas del país debían hacerse las pruebas de COVID-19 antes que nadie, promoviendo abiertamente el darwinismo social.

Según “El registro de violaciones contra los derechos humanos en Estados Unidos 2019”, emitido por la Oficina de Información del Consejo de Estado de China en marzo, este es el único país desarrollado donde millones de personas padecen hambre y los más desfavorecidos viven en riesgo. Es un hecho que la COVID-19 ha exacerbado nuevamente la severa marginación de los pobres. Muchos cibernautas chinos ahora ven a Estados Unidos como una "versión de lujo" de la India: hay dos mundos paralelos, uno de ricos y otro de pobres, y las condiciones de vida de las élites y de los de abajo son polos opuestos.

El hambre ha sido un problema de naciones menos desarrolladas. Es increíble que la superpotencia estadounidense también encare el mismo dilema. Peor aún, las élites republicanas y demócratas parecen no estar interesadas en resolver los problemas de la clase baja. Decenas de millones de estadounidenses sin seguro enfrentan el enorme costo del tratamiento de la COVID-19, pero algunos políticos siguen haciendo la vista gorda.

La salud y la alimentación, que deberían ser derechos básicos de las personas, se han convertido en un lujo para los que menos tienen tras el brote vírico. La recesión económica después del mismo es un desafío a largo plazo para todos los gobiernos, y el de Estados Unidos obviamente no lo ha abordado.

En lugar de lidiar con estos temas básicos de sustento, algunos políticos apuntan a China. Incluso atacaron la supuesta violación a la libertad personal por parte de ella durante su lucha contra el virus. Esto es ridículo. Durante más de 40 años, China ha sacado de la pobreza a unas 850 millones de personas y el ingreso per cápita se multiplicó por 25, contribuyendo con más del 70 % de la reducción de la miseria mundial. Este es un gran salto para el nivel de vida de la gente y debería ser el mayor triunfo de derechos humanos en el mundo.

La diferencia es evidente. China inició una campaña de erradicación de la pobreza a gran escala y rápidamente controló la epidemia, mientras que Estados Unidos dejó a millones con hambre y permitió la propagación del virus.  Sus llamados derechos humanos se han derrumbado y han perdido autoridad moral.

La administración Trump incentiva la recuperación de la grandeza de Estados Unidos, pero, por ahora, salud, trabajo y alimentos para su gente parecen ser objetivos más pragmáticos.


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