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spanish.china.org.cn | 13. 08. 2020 | Editor:Teresa Zheng Texto

Proximidad de las elecciones en EE.UU. recrudecen el sentimiento anti-China

Palabras clave: EE.UU., elecciones, Trump

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habla en la sala de prensa James Brady de la Casa Blanca el martes en Washington, DC.


Se acercan las elecciones estadounidenses y la agenda de China toma cada vez mayor relevancia. El presidente del país, Donald Trump, indicó el martes que una vez que Joe Biden gane, los estadounidenses "tendrán que aprender a hablar chino". Los demócratas muestran una postura aún más enérgica y se burlan de Trump, quien elogió a China varias veces por su buena labor en la lucha contra el coronavirus. Esta competencia en ver quién es más duro con China se ha convertido en el plato fuerte de los comicios.

Es deplorable. Un proceso electoral centrado en criticar a China es una cultura de la viveza. El debate político no tiene en cuenta los modos ni las reglas de la política internacional, carece de respeto y las ofensas son una muestra de orgullo. Es degradante.

El pueblo chino no se dejará llevar por la ira, pero pensará que es extraño y desagradable. Encuentran que la política estadounidense a su más alto nivel es superficial. La discusión partidaria está llena de improperios y, cuando se trata de asuntos de otros países, el discurso se vuelve indignante. La superioridad cultural de Estados Unidos se usa de manera descarada.

Pedimos a ambas partes una disputa civilizada, sin inmovilizar a China, aunque sabemos que esto es inútil. Los dos partidos consideran la victoria electoral su fin último y los intereses nacionales quedan de lado, ni que decir de los de la humanidad. Ninguno está dispuesto a sacrificar ni el 1 % de sus objetivos por el bienestar público.

Esto dificulta la comprensión del pueblo chino sobre el accionar del gobierno estadounidense hacia su país. ¿Cuáles de las duras palabras devendrán la política real de Washington y cuáles sonsolo retórica electoral?

Lo cierto es que el espectáculo anti-China será el motor de opinión de Estados Unidos para empeorar sus vínculos con la misma. Muchos académicos chinos, expertos en la nación norteamericana, han advertido que, aunque el tono de Washington pueda retroceder hasta cierto punto después de los comicios, el daño es irreversible y la degradación de los lazos no se revertirá.

El "sistema democrático" estadounidense está lejos de ser racional y vinculante como hemos creído. La extensión de desviación de las relaciones bilaterales del camino normal no puede encarar la realidad de los intercambios entre ambos. La actitud de Washington no es la que debería ser hacia uno de sus mayores socios comerciales. Justo antes del brote, decenas de vuelos los conectaban todos los días y millones de personas volaban cada año. Los chinos son el grupo mayoritario de estudiantes extranjeros en Estados Unidos y el número de películas de Hollywood que se proyectan en China es mayor que en otros países. No obstante, Washington ahora habla de China como lo hacía de la Unión Soviética hace décadas.

La democracia al estilo estadounidense brinda espacio a pensamientos extremos y legitima el capricho y la toma de riesgos en política de alto nivel. Los ensayos estratégicos que podrían cambiar el mundo son mucho menos costosos en Estados Unidos de lo que la gente imagina.

Antes de las elecciones, ambos partidos acusarán a China y esta no puede quedarse callada, pero caería en la trampa si responde demasiado.

Sugerimos que China deje de adivinar el sentido real de las declaraciones de Washington. Sin importar lo que haga, siempre que no dañe los intereses chinos, debería prestarle menos atención o simplemente ignorarlo. Sin embargo, si vulnera sus intereses y su dignidad diplomática, las contramedidas no deben faltar.

Ante la creciente incertidumbre estadounidense, la política de China debe enfocarse en acelerar su desarrollo e incentivar sus capacidades vitales. Quienquiera que asuma el cargo, la malicia estratégica de Washington hacia Beijing no disminuirá. China depende de sí misma para defender sus principios en lugar de esperar que Washington cambie de opinión.


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