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spanish.china.org.cn | 18. 06. 2020 | Editor:Teresa Zheng Texto

Beijing y Washington: Dos maneras diferentes de sortear una segunda ola

Palabras clave: COVID-19, China, Estados Unidos

Residentes acompañando a un trabajador de salud a una estación de prueba en un centro deportivo en el distrito de Xicheng después de que el gobierno municipal de Beijing exigiera a todos los residentes que visitaron el mercado de alimentos de Xinfadi desde el 30 de mayo que se sometieran a pruebas de ácido nucleico para detectar una posible infección con el nuevo coronavirus después de que la ciudad reportara 51 casos confirmados de COVID-19 casos hasta el domingo.


Con el nuevo brote de coronavirus en Beijing y el número de personas infectadas y hospitalizadas en EE.UU. también en alza a medida que muchos estados reabren, muchos han comenzado a preocuparse por la segunda ola de infecciones.

Una vez más, China y Estados Unidos responden de manera diferente ante la epidemia. Beijing ha actuado con rapidez. Aunque solo hay docenas de casos nuevos diariamente, Beijing ha considerado todos los riesgos de la propagación del virus y ha tratado de contenerlo antes de que se desborde. Beijing y la sociedad china confían en que la ciudad capital no se convertirá en un segundo Wuhan.

Sin embargo, en Estados Unidos, puede surgir un segundo o incluso un tercer estado de Nueva York. La situación en muchos estados de EE.UU. es mucho más grave que en Beijing. Estados Unidos todavía tiene alrededor de 2.000 casos nuevos al día, y cada estado registra 400 en promedio. En el estado de Nueva York, donde se cree que se controló la epidemia, el número de nuevas infecciones en las últimas 24 horas fue de 620.

¿Ha llevado a cabo el gobierno federal de los Estados Unidos alguna medida enérgica para contener el virus? No. La Casa Blanca no ha publicado ninguna política o directriz sobre la epidemia por algún tiempo. Las sesiones informativas de la Casa Blanca no se han celebrado desde finales de abril. Lo que la gente más escucha del gobierno federal de Estados Unidos es instar a cada estado a reanudar el trabajo y la producción, y afirmar que pase lo que pase, Estados Unidos no volverá a cerrarse.

Sin embargo, la COVID-19 infecta a todos por igual. El virus en Beijing requiere medidas fuertes para ser contenido, de igual manera que se necesitan medidas enérgicas en Estados Unidos.

China había prácticamente erradicado el coronavirus en el país hasta hace poco. Beijing es como una hoja de papel en blanco en la que el virus puede dejar sus huellas de la misma manera en la que las está dejando en otras partes del mundo.

Sin sufrimiento no hay victoria; sin acción no hay efecto. Las medidas que está tomando la capital muestran que el virus eventualmente perderá terreno, mientras que los lugares que no han tomado las medidas correspondientes deberán pagar el precio. Algunas sociedades pueden permitirse más infecciones y muertes, y aunque esto desencadenará un debate, es su elección soberana.

Beijing ha adoptado una filosofía y medidas diferentes en términos de lucha contra el coronavirus con respecto a otros lugares del mundo. Esto explica por qué China puede controlar la epidemia y ha sufrido menos muertes, mientras que EE.UU. y algunos otros países han experimentado brotes graves y sufrieron grandes pérdidas.

No tiene fundamento que Washington culpe a China por su fracaso en combatir la epidemia. Ahora Beijing está movilizando rápidamente a la ciudad para combatir el brote, mientras que Washington enfatiza la reapertura, burlándose del llamado de los científicos para continuar manteniendo el distanciamiento social.

China y Estados Unidos tendrán resultados contrastantes de la batalla epidémica en los próximos uno o dos meses. ¿Cómo puede Washington culpar a China por la próxima ola de la epidemia y las pérdidas relacionadas que probablemente ocurran en su suelo?

La disputa sobre quién debe asumir la responsabilidad de la pandemia de COVID-19 es dispar, anti-científica y no tiene en cuenta los principios básicos de la lucha contra la pandemia. Es una transacción impulsada por ciertos cálculos políticos. Muestra desprecio por la racionalidad en el siglo XXI y seguramente terminará mal documentada en la historia.


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