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spanish.china.org.cn | 03. 06. 2020 | Editor:Teresa Zheng Texto

Lo ilógico de reprimir protestas por la fuerza en EEUU

Palabras clave: EEUU, George Floyd

Miembros de la policía militar detienen a un manifestante cerca de la Casa Blanca el lunes mientras continúan las manifestaciones contra la muerte de George Floyd


El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo el lunes que desplegará a los militares para restablecer el orden si los estados no pueden poner fin al caos rápidamente. El mismo día, el senador republicano Tom Cotton amenazó en un tuit que el país podría enviar "la 10ma de Montaña, 82a Aerotransportada, 1ra Cav, 3ra Infantería, lo que sea necesario para imponer el orden", y agregó "sin cuartel a los insurrectos, anarquistas, alborotadores y saqueadores".

Los disturbios han durado solo una semana y apenas se han dispuesto esfuerzos para alcanzar una solución pacífica. Sin embargo, Trump y Cotton han jugado descaradamente sus fichas, enviando tropas para sofocar las protestas. Esto podría argumentarse como la respuesta más extrema al desorden entre los gobiernos de todo el mundo.

Entonces, ¿por qué Washington acusó de manera arrogante e irrazonable a otros países de poner fin a disturbios? ¿Por qué los políticos en Washington retratan abiertamente a Estados Unidos como el faro de la democracia y los derechos humanos? ¿Realmente no han anticipado que algún día la nación podría enfrentar una situación similar como lo hace hoy y que su gran retórica anterior podría convertirse en una bofetada?

La gente ve que Estados Unidos cae en desgracia. A medida que la COVID-19 se extiende por todo el planeta, Estados Unidos ocupa el primer lugar en casos confirmados y muertes. Mientras aumentan las protestas antirracistas, el Gobierno y el Congreso deberían haber tomado medidas rápidas para calmar a su gente, pero en cambio han exacerbado la confrontación y la intensidad del caos. Lo que causa más indignación es que las élites políticas optan por la hipocresía y la barbarie. La naturaleza hooligan de Washington empeora la situación.

Pero este conjunto de tácticas difícilmente puede funcionar ahora. Se necesita poder duro y blando, y disuasión abrumadora para dobles raseros, pero Estados Unidos no tiene la fuerza suficiente.

De igual importancia, los intereses estadounidenses se desmoronan en el seno de la sociedad internacional. Washington de forma egoísta privilegia los suyos y busca sin vergüenza el "Estados Unidos primero". Su atractivo y capacidad para defenderse se reducen.

Muchas personas en el mundo lo comparan con los enfrentamientos en Hong Kong. Estados Unidos seguía pidiendo agresivamente a sus aliados que presionaran a Beijing sobre el tema la semana pasada. Trump anunció medidas para sancionar a Hong Kong por la decisión del gobierno central de promulgar una ley de seguridad nacional para la región especial. Pero cabe destacar que no existe una lógica para ello y sus aliados no muestran disposición en seguir su ejemplo.

Estados Unidos sigue siendo la primera potencia del mundo, pero su fuerza no ya no respalda su ambición de remodelar el orden global. El país tiene demasiados problemas internos urgentes. Su fracaso en contener la epidemia de COVID-19 ha expuesto graves deficiencias en su gobernanza. Las marchas en curso exponen los problemas profundamente arraigados de desigualdad y falta de justicia, de ahí el descontento popular y la destrucción cuando este se desata en la era de Internet.

China ha mostrado paciencia hacia Hong Kong. La promulgación de una ley de seguridad nacional para la ciudad es una de las medidas fundamentales para resolver el problema. ¿Cree la Casa Blanca que desplegar a los militares puede solucionar conflictos de larga data? Esto está mal. Si Estados Unidos ni siquiera puede contener la epidemia, ¿cómo podría calmar la ira de las personas hacia la discriminación racial y la injusticia social por doquier?

Las élites políticas estadounidenses deben ser realistas y dejar de avivar el fuego arbitrariamente en confrontaciones externas y política de partidos. Deben descubrir lo que el pueblo estadounidense realmente necesita y ayudarlo a cumplir sus deseos.


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