Opinión>
spanish.china.org.cn | 16. 05. 2020 | Editor:Eva Yu Texto

Elija su preocupación favorita

Palabras clave: EE.UU., COVID-19, China

 

Foto: Xinhua

Anuncio: Esta fatografía tiene autorización de Xinhua para su uso. No se permite su reproducción sin el permiso correspondiente.


 Por Gail Collins

 

¿Cuomo o Trump? ¿China o Europa?

 

Sin importar en dónde aparezca Donald Trump públicamente, hay dos cosas de las que puede usted estar seguro: No llevará una mascarilla y hará alarde de haber contenido a viajeros procedentes de China.


“Estamos recibiendo una nota alta por la gestión de la pandemia de coronavirus, especialmente por la restricción temprana a las personas de China”, publicó la semana pasada en un twit.

“Le prohibimos a las personas de China entrar … era el único que quería hacerlo”, indicó a los miembros republicanos del Congreso.

“Y emití una restricción de viaje para aquellos procedentes de China. Piensen en eso”.

“Se me criticó por proceder tan rápido cuando emití la Prohibición China”.

“Actué temprano y cerré nuestro país a China”.

 

Detengámonos aquí por un momento para hacer notar que Trump no anunció la prohibición china sino hasta el 31 de enero, después de que la OMS declaró una emergencia global por coronavirus y después de que un rosario de naciones hicieron lo mismo. Pero nadie espera ahora que el presidente admita que su decisión fue posterior a la de las Islas Marshall.

 

La obsesión china de Trump es peculiarmente perturbadora para aquellos que deben gestionar nuestra crisis de salud pública, la cual en su mayor parte no se debe ya, de ningún modo, a la conexión asiática. Si usted presta atención a las declaraciones diarias que  Andrew Cuomo hace a los neoyorquinos, entonces habrá notado que habla del “virus europeo”.

 

“Cuando comenzamos con este virus se nos dijo que venía de China. ¿Cierto?”, indicó el miércoles Cuomo. No obstante, cuando este apareció en la Costa Este, indicó que “en realidad venía de Europa”. Ese fue un detalle que la administración no estaba dispuesta a mencionar, dado el hecho de que aún nuestro extremadamente creativo presidente no podría ingeniárselas para arroparse de héroe con esta versión. Así que los estadounidenses nos quedamos con la presunción de que todo se debía a Wuhan.

 

No obstante, esta voz comienza a propagarse. Gracias en parte a los gobernadores. No son exactamente las personas en las que usted cree que podríamos contar en tiempos de epidemia global. La verdad, los gobernadores son aquellos que usted espera que hagan frente a los aguerridos senadores estatales, no a la plaga.

 

Pero el presidente se ha echado la pelota a sí mismo. ¿Quiere saber cuánto tiempo estarán en cuarentena los estadounidenses? Pregúntele a los gobernadores. Trump quiere que ellos sean quienes solucionen el problema. ¿Quiere une fecha? Los gobernadores harán probablemente pronunciamientos diarios. (Trump abandonó las ruedas de prensa regulares debido a presiones causadas por el tiempo y a la incapacidad de no caer en invenciones).

 

Cuomo es por mucho la mejor cara de una gubernatura, y algunas encuestas dicen que es más popular que el presidente. Pronuncia sus charlas diarias con titulares deslumbrantes, temas y convocatorias como “¡Las mascarillas funcionan!¡Los guantes funcionan!¡Los desinfectantes de manos funcionan!” Mientras que Trump, quien se hace ver bajo una gloria descarada, advirtió a los estadounidenses que había comprendido “lo bueno y lo malo” de las mascarillas: “no es algo de un solo lado, créanlo o no”.

 

Difícil de creer que el presidente de una nación azotada por una pandemia diga eso. Pero cuando se trata del comportamiento de la administración, las reglas de la Casa Blanca son siempre ver las cosas del lado bello de la vida.

 

“Estamos realizando exámenes a un número per cápita de personas mayor que el de Corea del Sur, Reino Unido, Francia, Japón, Suecia, Finlandia y muchos otros países”, anunció Trump orgullosamente este semana. Los escépticos observaron que no se están realizando pruebas a un número per cápita de personas mayor que Alemania, Rusia, España y Canadá. Pero piensen positivamente, amigos. Lo estamos haciendo mejor que Finlandia.

 

¡Y acuérdense bien aquellos pasajeros de avión! “Emprendimos acciones tempranas. Actuamos con anticipación extrema para mantener a China fuera de nuestro país”, alardeó Trump en una rueda de prensa celebrada recientemente.

 

Desde que Trump, en teoría, ejecutó tempranamente acciones, cerca de 40 mil personas volaron directamente a los Estados Unidos provenientes de China. Para ser honestos, muchos de ellos eran ciudadanos que tenían el derecho de volver a casa. Pero usted hubiera pensado que el gobierno emprendió medidas para asegurarse de que al volver no trajeran algo contagioso. Los viajeros manifestaron su sorpresa por la falta de escrutinio.

 

No fue sino hasta mediados de marzo que el presidente impuso restricciones de viaje para visitantes provenientes de Europa, en donde la pandemia tenía ya mucho de haberse propagado. “Básicamente cerramos la puerta frontal y dejamos la de atrás abierta”, explicó Michael Mina, una epidemióloga de Harvard. No es difícil suponer por qué. Prohibir vuelos de Nápoles no tiene la misma resonancia que suprimir los de Wuhan. Incluso la hija de Cuomo se quedó perpleja cuando su padre comenzó a advertir de las infecciones de Italia.

 

Y políticamente, por supuesto, no hay nada como anunciar que tu oponente está siendo suave con algún país. “Nunca lo escucharán de la prensa que publica noticias falsas, pero estoy siendo ESTRICTO CON CHINA y el aletargado de Joe Biden ES DÉBIL CON CHINA”, decía una carta para la recaudación de fondos de Trump. “Siempre lo ha sido y siempre lo será. Nunca cambiará”.

 

Cuando Cuomo comenzó con sus ruedas informativas sobre el coronavirus, su indignación por el presidente era apoteósica. (“Si está sentado viendo la TV, entonces quizás debería ponerse de pie e irse a trabajar”). Últimamente ha sido un poco más reservado, posiblemente porque Nueva York necesita bastante apoyo federal.

 

Pero la secuela principal de todo esto, que nuestro problema ahora se debe al “virus europeo”, parece un enfoque inteligente. Primero que nada, nos hace recordar que la pandemia no se desvanecerá súbitamente. En segundo lugar, que es una llamada para una supervisión global.

 

Y en tercer lugar, que volverá loco a Donald Trump. ¿Qué más necesita?



Fuente: The New York Times


 


   Google+