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spanish.china.org.cn | 09. 05. 2020 | Editor:Teresa Zheng Texto

Falsedades contra China ponen en peligro al pueblo estadounidense

Palabras clave: COVID-19, Estados Unidos

Foto de archivo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump


"Yo era el director de la CIA. Mentimos, engañamos, robamos. Es como si tuviéramos cursos de capacitación para ello". Las palabras del secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, resumen la afirmación de la Casa Blanca sobre el origen de la COVID-19 en un laboratorio en Wuhan, China. Incluso tiene menos credibilidad que las anteriores que incluyen que Vietnam del Norte atacó buques de guerra estadounidenses en el Golfo de Tonkin en 1964, algo que nunca sucedió, o que Irak poseía armas de destrucción masiva, que luego se demostró que era falsa.

El origen de un virus debe ser determinado por expertos médicos, no políticos sin experiencia en investigación científica. Ningún especialista de renombre ha apoyado lo declarado por la administración Trump. De hecho, numerosos expertos han señalado que no tiene fundamento. Aliados de Estados Unidos, como Gran Bretaña y Australia, también han rechazado el alegato. ¿Por qué, una mentira, rechazada por profesionales médicos de reputación, con cero credibilidad internacional, es presentada a diario por Washington?

La razón es evidente y se puede encontrar en las estadísticas de mortalidad de COVID-19 en Estados Unidos al momento de escribir este artículo, más de 75 000 defunciones y más de 1,25 millones de contagiados, un número mayor a cualquier otro país en el mundo.

Mientras que el país sufrió grandes bajas militares en el extranjero: en la Segunda Guerra Mundial, las guerras de Corea y Vietnam, la COVID-19 es solo la tercera experiencia de muertes masivas en suelo estadounidense;históricamente, detrás de la pandemia de gripe española en 1918 y la Guerra Civil.

Estados Unidos no solo tiene la tasa de mortalidad más alta del mundo, sino que tuvo dos meses para prepararse frente a la epidemia y, en cambio, no hizo nada efectivo. El presidente, Donald Trump, señaló que el virus no era peor que la gripe y ofreció soluciones que no tenían base en círculos médicos acreditados, algunas incluso nocivas, como inyectarse desinfectante.

La nación tiene una amplia capacidad manufacturera, la segunda después de China. Si el Gobierno hubiera tomado medidas, entonces habrían tenido a disposición enormes cantidades de kits de prueba, equipos de protección personal (EPP), ventiladores y otros suministros para combatir el virus. Todo lo contrario, no se hizo nada y los resultados han sido catastróficos.

Si los estadounidenses estuvieran al tanto de la situación, Trump no ganaría en noviembre y perdería las elecciones por uno de los mayores márgenes en la historia del país. Sus ataques a China son signos de desesperación para desviar la atención de la realidad.

No solo carecen de credibilidad, sino que son peligrosos para el pueblo estadounidense.

Mientras Estados Unidos se enfrenta al mayor brote de COVID-19 del planeta, China ha logrado derrotarlo. En los últimos 7 días solo hubo 11 nuevos casos de infectados, locales eimportados, con cero muertes, mientras que su par tiene una tasa promedio de casos nuevos de casi 27 000 y una mortalidad de más de 1700.

Dado el desempeño chino en la lucha contra la COVID-19, es vital que el pueblo estadounidense aprenda de su experiencia. Sin embargo, esto no es exclusivo. Otros países de Asia Pacífico han experimentado brotes, como Corea del Sur, y han logrado registrar un bajo número de fallecimientos. Algunos países europeos también siguen la misma línea. El pueblo estadounidense debe protegerse de la amenaza al aprender de todos los ejemplos exitosos.

Las mentiras de la administración Trump ponen en peligro a la sociedad estadounidense y, como dijo sin rodeos un sitio web local, "políticas de Trump hacia los trabajadores: dejarlos morir".

La pérdida innecesaria de vidas es inaceptable. Los ataques de Washington a China no la afectarán. Mientras tanto, los chinos siguen tomando tales falsedades como una broma, porque conocen la situación real.


El autor es investigador principal del Instituto Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad del Pueblo de China. Antes fue director de Política Económica y Comercial para el alcalde de Londres. 


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