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spanish.china.org.cn | 24. 04. 2020 | Editor:Teresa Zheng Texto

Washington, los errores se pagan caro

Palabras clave: COVID-19, Estados Unidos

Trabajadores de la salud transportan a un paciente en camilla a una ambulancia en el LifeCare Center en febrero en Kirkland, Washington.


No Country for Old Men (No es país para viejos) arrasó con los premios Óscar en 2008. Sus directores nunca pudieron haber anticipado que 12 años después, el nombre de la película retrataría la realidad de la sociedad estadounidense en medio de una pandemia.

El Wall Street Journal informó el miércoles que el número de muertes por COVID-19 en el país norteamericano en centros de cuidado, entre ellos hogares de ancianos, superó los 10 000. Una asombrosa cifra que equivale casi al total de fallecidos en Alemania y Países Bajos. Peor aún, algunos estados aún no han publicado los datos pertinentes.

Mientras muchos lloran ante la tragedia, surge una pregunta que invita a la reflexión: ¿Por qué Estados Unidos, el país más desarrollado, con un sistema médico del más alto nivel en el mundo, no fue capaz de evitar la pérdida de tantas personas de la tercera edad?

Pruebas insuficientes es una razón de peso. Un internauta estadounidense escribió en Twitter el jueves: "Mi papá acaba de fallecer de COVID-19. Solo después de mostrar síntomas de la gripe, le hicieron una radiografía de tórax para detectar la neumonía y luego le hicieron una prueba de COVID-19. No es un procedimiento de rutina para todos".

El gobernador de Illinois, J.B. Pritzker, se comprometió el lunes a aumentar el número de estas en todos los centros de cuidado. Pero matemáticamente: ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que se informó de la primera muerte conocida por el nuevo coronavirus en Estados Unidos en febrero, y cuánto tiempo ha pasado desde que la OMS declaró oficialmente al COVID-19 una pandemia a principios de marzo? El país ha tardado demasiado en preocuparse por distribuir pruebas en estas instituciones.

China adoptó medidas estrictas de cuarentena desde enero. Obviamente, Estados Unidos no prestó atención. En febrero, cuando surgieron problemas respiratorios entre los residentes del LifeCare Center de Kirkland, Washington, se organizó una fiesta. El distanciamiento social aparentemente no estaba en discusión y, poco después, decenas de personas perdieron la vida a causa del virus.

La forma en que Estados Unidos trata a los pacientes mayores es desgarradora. Por ejemplo el estado de Nueva York requiere que estos hogares vuelvan a aceptar a los residentes que dieron positivo. Es decir, una política que obliga a los pacientes mayores a volver a estos centros en una suerte de experimento de inmunidad colectiva.

Desde que el brote salió a la luz por primera vez en China, pocos casos en hogares del adulto mayor se han registrado. El país no posee tantos de ellos como su par norteamericano, pero aun así no ha bajado la guardia en cuanto a prevención y control se refiere.

Así la Casa de Bienestar Comunitario en el distrito de Wuchang, en Wuhan, estableció un mecanismo de prevención y control justo después de surgida la epidemia. Canceló las vacaciones de todos los miembros de su personal y les pidió que permanecieran en sus puestos las 24 horas del día. A nadie se le permitió salir y la temperatura corporal de los ancianos se medía dos veces al día. Otros centros a nivel nacional tomaron medidas similares.

China prioriza la salud y la vida de las personas mayores con tratamientos específicos para ellos. La Comisión Nacional de Salud dijo que entre más de 2500 pacientes diagnosticados en Wuhan de más de 80 años, el 70 % resultó curado.

Mientras Estados Unidos juzga los esfuerzos de China para combatir el virus ydesestima su experiencia, que demostró ser eficiente. El día en que se conoció la cifra de más de 10 000 fallecidos en hogares de ancianos, sus políticos estaban ocupados condenando y avergonzando a China, tratando de averiguar si la Organización Mundial de la Salud funcionaba correctamente, e incluso despidieron a Rick Bright, uno de los principales expertos en desarrollo de vacunas, por supuestamente cuestionar la hidroxicloroquina, un medicamento promocionado por el presidente estadounidense.

El 30 de marzo, Donald Trump dijo "Tendremos una gran victoria" en la lucha contra la pandemia. Pero resulta risorio que uno pueda declarar un triunfo con más de 46 700 fallecidos y casi una cuarta parte de ellos de la tercera edad.

La diferencia en los sistemas políticos de Estados Unidos y China determinó el manejo de la crisis vírica. Debido a sus culturas y tradiciones, puntos de vista también difieren sobre medidas de prevención. Sin embargo, esto no debería ser un obstáculo para queambas aprendan la una de la otra.

La alta mortalidad entre ancianos estadounidenses reflejó la gravedad de los problemas de prevención. Si el país no logra resolverlos, la gente finalmente cuestionará su sistema: ¿Por qué está ocurriendo esta tragedia en un país con el sistema médico de más alto nivel?

Respetar la ciencia médica es quizás lo más importante en este momento. La pandemia está lejos de terminar y Estados Unidos tiene mucho que aprender de la experiencia de otros, incluida China. Si Washington prioriza la vida de las personas, debería archivar su diferencia ideológica y sus ataques contra Beijing, y corregir los errores antes de que sea demasiado tarde.


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