Opinión>
spanish.china.org.cn | 23. 04. 2020 | Editor:Teresa Zheng Texto

La COVID-19 expone la magnitud de la desigualdad en EE. UU.

Palabras clave: COVID-19, desigualdad, EE. UU.

Un miembro del Departamento de Bomberos de Los Ángeles vestido con un traje protector le pide a una mujer que tosa en su brazo como parte de la prueba de COVID-19 en SkidRow, Los Ángeles, California, el martes.


La epidemia de COVID-19 en Estados Unidos ha causado serios enfrentamientos entre los gobiernos y grupos sociales. Miedo, resentimiento, exclusión, quejas, alarde y enojo se han convertido en palabras de uso frecuente en los medios locales. El virus está condenado a ser recordado como el mayor signo de división y enormes desigualdades.

Para muchos estadounidenses, la proliferación de las diferencias ha devenido una pesadilla. Desde mediados de marzo, el número de personas que solicitan beneficios de desempleo en el país sumó 22,02 millones, casi eliminando por completo la cifra de nuevos puestos de trabajo creados desde noviembre de 2009. Ya no solo se habla de la brecha entre ricos y otras clases, sino también de la de acceso a asistencia sanitaria, condiciones laborales seguras y razonables e incluso de la del seguro médico.

Frente al avance desenfrenado de la enfermedad, muchos están en desventaja. Los empleados manuales y los grupos de bajos ingresos están desesperados por mantener sus puestos de alto riesgo y sin garantía. Los trabajadores de transporte, de tiendas minoristas y el personal médico apenas pueden evitar el contacto con el público. Sus familias tienen que compartir cocinas o baños con otros, lo que evita una cuarentena efectiva. El cierre de escuelas ha puesto fin a las comidas para niños necesitados, obligados a abandonar el aprendizaje en línea por no contar con conexión de internet en casa.

En el otro lado está el personal de cuello blanco que puede trabajar de forma remota y mantener su seguro médico y sus vacaciones pagadas; los ricos que escapan de sus apartamentos en Manhattan hacia sus casas de campo bien abastecidas, donde el riesgo de infección es bajo y sus hijos pueden estudiar con tutores privados.

Los empleados de restaurantes, bares, hoteles y tiendas se enfrentan a largas esperas por beneficios de desempleo ya que ven disminuir sus ahorros e incluso su suministro de alimentos. Esta situación ha ampliado la distancia entre ricos y pobres.

La discriminación racial exacerbada por la epidemia también acecha. Desde que China reportó por primera vez el nuevo coronavirus, algunos estadounidenses se "indignan" cuando ven a sus nacionales. Lo que solía ser desprecio y alienación se ha convertido en provocación directa. El número de crímenes de odio contra chinos y asiáticos crece.

Esto no sorprende y hay varios que sugieren que es un fenómeno predecible en Estados Unidos.

Sin embargo, existen algunos casos de cooperación y asistencia mutua. El personal médico llena los vacíos. Las organizaciones sociales distribuyen materiales de protección en las calles. Los más acaudalados donan generosamente dinero para el desarrollo de vacunas. El Partido Demócrata y el Republicano, a pesar de sus divergencias, aprobaron rápidamente paquetes de estímulo económico.

Las encuestas de opinión han arrojado que las regiones que apoyaron a Trump en 2016 y aquellos que no creen en el calentamiento global, como lo hace el presidente, están menos dispuestos a cumplir con la cuarentena. Entre los demócratas, el 75 % cree que el coronavirus es una "amenaza real", mientras que solo el 40 % de los republicanos lo desestima.

Entre los diversos factores que conducen a esta nueva desigualdad, las palabras y los hechos de Trump sin duda han desempeñado un papel rector. Altos funcionarios del gobierno usaron deliberadamente el término "virus chino", sin preocuparse por la discriminación racial que generaba. Trump aboga continuamente por la reanudación temprana del trabajo y empeora la relación entre los gobiernos federal yestatales. El optimismo de la Casa Blanca choca con la opinión de expertos y la gente no puede estar más confundida.

Es innegable que la epidemia también ha sacado a relucir las diferencias sociales ocultas. Dado que la presión por sobrevivir creció inexorablemente, la distribución de beneficios ha devenido en un tema sensible e incluso fatal. ¿Qué se debe privilegiar la armonía racial o la prevención de riesgos? ¿Quiénes son primero frente a la escasez de suministros, ancianos o jóvenes? Estos problemas que no existían originalmente salen a la luz. Además, el uso de las redes sociales ha aumentado en estos tiempos, y las opiniones extremas generalmente reprimidas vuelan libres en esta "tierra de nadie" virtual. Aunque la población otorga a la credibilidad de la información en redes sociales solo un 3 %, esto no evita la guerra de acusaciones.

De hecho, la epidemia es solo un catalizador, desgarra los problemas crónicos originales. La discriminación racial, la brecha entre ricos y pobres y la oposición partidista crecen bajo su lupa. Cuando Trump respondió a la pregunta de si los bien conectados se someten primero a la prueba de coronavirus, dijo: "Quizás la historia de la vida ha sido así". Y así como así, tal vez la desigualdad social y la división son el destino de Estados Unidos.


El autor es investigador del Instituto de Estudios de Estados Unidos de la Academia China de Ciencias Sociales.


   Google+