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spanish.china.org.cn | 22. 04. 2020 | Editor:Eva Yu Texto

Estados Unidos está a la caza de un chivo expiatorio

Palabras clave: Estados Unidos,COVID-19, China

 



Por Jorge Fernández

 

El futuro presidencial de Donald Trump depende de su habilidad para culpar a alguien más.


En medio de la amenaza que se cierne sobre el planeta, el sentido común advierte que la unión y las acciones coordinadas deben prevalecer para eliminar al enemigo común. Al menos eso es lo que la ciencia ficción nos sugiere en épicas batallas en las que ejércitos de otrora enemigos luchan hombro con hombro contra un infame agresor. Pero a diferencia de la fantasía y de la ciencia ficción, hay en el mundo figuras que operan bajo una lógica depredadora marcada por la desconfianza y el egoísmo, y no con la bandera de la hermandad y la cooperación. Y en momentos de crisis, desbordados por sus propios males, responsabilizan a terceros de los lamentables resultados arrojados por su propia ineptitud. Ese es el caso de la Administración Trump.


Para aquellos que culpan a otros de sus propios males, la sabiduría popular china cita un vulgar adagio: "Si por mucho que pujas no consigues cagar, no digas que es porque a la Tierra le falta gravedad”. Este dicho se ajusta bien al comportamiento que ahora asume Donald Trump, presidente de Estados Unidos, que agobiado por los problemas generados por una mala gestión de la crisis sanitaria, instrumenta acusaciones contra China para culparla de los estragos económicos y humanos que está causando el nuevo coronavirus. Hace un par de días, el mandatario declaró que el mundo está sufriendo porque el gigante asiático no detuvo a tiempo la propagación de la COVID-19. Imputaciones falaces como esta, que se unen a pronunciamientos racistas, discriminatorios e injuriosos, dejan claro que mientras más crece el costo de la tragedia en el país norteamericano, mayor es el empeño para endosárselo a China o a cualquier otro que se deje.


Primero, en algún punto se omite el hecho que China se demoró solo tres días en alertar a la OMS una vez que logró identificar al virus causante de neumonías en Wuhan. Segundo, se calla el hecho de que expertos chinos en virología requirieron de tiempo para identificar y conocer el grado de peligrosidad de un patógeno hasta ese entonces desconocido. Tercero, se oculta que las limitaciones iniciales de la gestión de emergencias se revirtieron mucho tiempo antes de que Estados Unidos comenzara a desplegar medidas de prevención y control. Mientras el pueblo chino luchaba para eliminar al nuevo coronavirus, ¿qué hacía Donald Trump al otro lado del Pacífico? La respuesta es clara:  intentar“Devolver a Estados Unidos su grandeza”y olvidarse de que ni los estadounidenses ni su economía son inmunes a los efectos de la COVID-19.


Ahora que la Unión Americana es el epicentro de la enfermedad y que se ha dado de bruces contra el suelo por la ineptitud de sus propios dirigentes, la Administración Trump ha decidido que es mejor buscar culpables antes que admitir su torpeza para controlar un virus que se ha cobrado con la vida de más de 40 mil estadounidenses. La consigna es encontrar a como dé lugar todo desacierto, ya sea de China o de la OMS, para hacerlos chivos expiatorios de una tragedia de dimensiones históricas. En un entorno de ánimos caldeados por el elevado número de muertos, Donald Trump ha ordenado suspender los fondos de financiamiento a la OMS como estrategia para distender la crispación social. El presidente estadounidense asegura que la suspensión durará mientras se investiga el papel del organismo en la mala gestión y el encubrimiento de la expansión del nuevocoronavirus. Pero el veredicto final ya está tomado puesto que la lógica es enjaretarle a un tercero la razón por la que Estados Unidos está sufriendo.


Las críticas ante tan irracional actitud se han pronunciado desde diferentes rincones del planeta, toda vez que ahora, más que nunca, están aflorando esfuerzos mancomunados para ganar la guerra contra la COVID-19. Contrario al sentido común, Donald Trump sabotea la lucha de la humanidad al darle un doloroso puntillazo al financiamiento de la OMS. En estos momentos, la comunidad internacional está contraviniendo la lógica del egoísmo y del interés propio, y ante la amenaza de un enemigo que emerge de un universo microscópico, coopera sin importar divisiones políticas o geográficas. Justo cuando los Gobiernos atestiguan una actitud vista únicamente en la literatura y la ciencia ficción, la Administración Trump politiza la pandemia e incordia en los lazos de hermandad de Estados que se unen para atender un problema que atañe a la seguridad de todo el mundo.


La actitud responde a un periodo crucial en la vida política de Donald Trump y del Partido Republicano, a saber, las elecciones presidenciales de noviembre de 2020. ¿Cómo lograr la reelección con un padrón en el que los electores o están enfermos o se están muriendo? Joe Biden, el representante del Partido Demócrata, está a la cabeza de una carrera presidencial marcada por los errores de una administración quel e ha fallado a la sociedad estadounidense en lo más básico: el derecho a la salud y a la vida. Para cubrir sus espaldas, el actual mandatario estadounidense ha desplegado ataques contra China y ha suspendido el financiamiento de Estados Unidos a la OMS. Estas acciones se traducen como actos desesperados en los prolegómenos de una elección en la que el electorado emitirá un voto de castigo si el presidente no consigue hallar un culpable. Este teatro de intrigas, tristemente, se traducirá en la muerte de personas entodo el mundo.


La pandemia se presenta como una oportunidad para mejorar la seguridad de los países en función de los intereses colectivos. Esto es, como variable para influir en el comportamiento de los Estados, la COVID-19 está estimulando un espíritu de hermandad que se evidencia con la ayuda extendida a aquellos que sufren o que se preparan para hacer frente a los embates del nuevo coronavirus. Y también, curiosamente, está sacando lo más negro de la Administración Trump y de su presidente, quienes buscan a alguien a quien encajarle una crisis que ellos mismos provocaron. El problema es que al hacerlo, desajustan las filas de ejércitos multinacionales que tomados de las manos luchan por la salud y la supervivencia de una gran parte de la humanidad.

 

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