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spanish.china.org.cn | 25. 03. 2020 | Editor:Eva Yu Texto

No te preocupes, Donald, deja que los adultos nos encarguemos de esto

Palabras clave: COVID-19, Trump


El 31 de enero, el secretario de comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, declaró en televisión abierta para millones de espectadores que el brote de coronavirus “aceleraría el retorno de empleos para los trabajadores estadounidenses”. Casi que podía darse una vuelta olímpica sobre su imaginaria tumba del futuro de la economía china. Esto fue todo lo que él concluyó del COVID-19.

Mientras tanto, al otro lado del pacífico, científicos chinos hacían historia: en dos semanas descifraban el código genético de un nuevo coronavirus; una labor que normalmente podría tomar años. La apuesta era alta: trabajar contra el reloj para no haber sacrificado más de 3.000 vidas en vano. Los chinos, no contentos con haber descifrado el virus, compartieron decenas de documentos e investigaciones de manera gratuita con todos sus pares en el mundo; implementando protocolos con agilidad, aprendiendo de los erroresin situ, consolidando la información y repartiéndola,pidiéndole a la comunidad internacional solamente un favor a cambio: adoptar medidas preventivas.

 

Aclaración: por medidas preventivas, no nos referimos a vender sus acciones antes de que la bolsa colapse y valiéndose de información confidencial, senadores republicanos Richard Burr y Kelly Loeffler.

Sin querer subestimar a nuestros lectores, lanzamos una pregunta con total honestidad: ¿Les parece más fácil detectar un virus desconocido o quizás les parece que es más fácil tomar medidas preventivas contra un virus conocido?

Esta misma pregunta se la trasladó el equipo de China.org.cn al Dr. Óscar Franco, director del Instituto de Medicina Social y Preventiva de Berna (Suiza) y galardonado con el Premio Nacional a la salud pública en Países Bajos en el año 2005.

“Nadie conoce el virus y nadie sabe dónde nace”, señala Franco. A través de la reacción de la cadena de polimerasa, la sangre y el esputo los doctores comienzan a navegar a ciegas. “Lo que han hecho los chinos es inédito, el trabajo de años en apenas semanas”, reconoce Franco.

El código genético es importante para saber cómo se comunica un virus. Si es por el agua, se cortan las fuentes de suministro. Si es por picadura de un mosquito, se atacan los nidos de reproducción de este y, si es por el aire, como en este caso, se hace indispensable el aislamiento.

 

El aislamiento como factor clave

Una vez que el virus se propagó por otras partes del mundo, en lugar de unidad y solidaridad, la respuesta desde suelo americano fue nuevamente decepcionante, por no decir más:

El 8 de marzo, The New York Times se pronunció al respecto con cizaña asegurando que la cuarentena obligatoria declarada en Hubei por parte de Beijing traería “un costo para el sustento y las libertades personales de la población”. 20 minutos más tarde, ese mismo día, también se manifestaría de manera más romántica sobre el bloqueo total en el norte de Italia calificándolo como “un esfuerzo por contener el brote arriesgando la economía del país”. Exactamente las mismas medidas, pero efectivamente redactadas con la doble moral de siempre.

La decisión de aislamiento, si bien delicada y difícil de tomar, como ya 159 países en el mundo lo saben, se implementó sin vacilación en China. En efecto, la medida entró en vigor literalmente segundos después de detectarse y confirmarse que el canal de comunicación del virus era el aire. Algo imposible de saber durante el tiempo que no se conocía el código genético del virus y un lapso de tiempo valioso que ha sido objeto de innumerables rumores de inescrupulosos que hacen política contando muertes.

 

No te preocupes Donald, deja que los adultos se encarguen unidos de esto

Donald acusa a China de no hacer suficiente por detener la propagación en etapa temprana de un virus del que 1 solo portador puede contagiar 406 personas en un mes y que, dicho portador, puede incubar y propagar sin presentar síntoma alguno durante 5 a 10 días. Es necesario explicarle a Donald lo difícil que es luchar contra un enemigo invisible y desconocido en una ciudad de 11 millones de habitantes y con más de 1 único hospital, pero no tenemos muchas esperanzas en que el hombre que quería bombardear huracanes para desviarlos entienda lo complicado que resulta esto. No te preocupes, Donald, deja que seamos los adultos los que, unidos, nos encarguemos de esto; a fin de cuentas somos los adultos la población más vulnerable frente a la pandemia.

Una vez que las medidas chinas surtieron efecto, le llegó el turno al gigante asiático de demostrar su compromiso con el multilateralismo: ya se cuentan por decenas y pronto será más de una centena los países que han recibido asistencia médica y donaciones en suministros médicos por parte de China.

Una maniobra que, en lugar de recibir elogios y vítores, no obstante, y no contentos con haber celebrado sobre la calamidad en China, desde la Casa Blanca se recibió una puñalada trapera: aprovechar la capacidad de unidad y convocatoria de China para cargarla con la responsabilidad de la pandemia.

 

El momento en que EE.UU. perdió el liderazgo mundial

Tras dos meses de procrastinación por parte de la administración Trump en la que numerosas voces desde dentro del país le advertían que no se trataba de “si la epidemia llegaría” sino “cuándo llegaría”, Trump no dejó de sorprender al mundo con su acostumbrada lógica deductiva: “El virus vino de China, se llama virus chino”, afirmó Donald. Suponemos con tristeza y temor que pensará rebautizar también el Cólera como virus indio, el VIH como virus estadounidense (donde se registraron los primeros casos en junio de 1981), el Ébola como virus congolés y así sucesivamente, escupiendo sobre las víctimas y los países que más han trabajado sobre tales pandemias y han sido pioneros en su tratamiento y detección. Todo mientras el pueblo estadounidense sigue esperando un líder que los guíe en tiempos de crisis.

Dicho proceder, sienta un mal ejemplo para las epidemias venideras (porque el calentamiento global nos empuja hacia climas más tropicales, propicios para la aparición de nuevos virus): ahora ningún país querrá detectar la presencia de virus en su territorio so pena de manchar el nombre de su nación, preferirán esperar a que se propague para echarle la culpa a otros, haciéndole un daño y no un favor a sus compatriotas y al mundo entero.

Sobre esto último el profesor Franco, autor de más de 500 publicaciones y una voz primordial en temas de epidemiología clínica nos advierte nuevamente: “la historia de la gripa española -la última gran pandemia de la que se tiene registro- se escribió un siglo después. No vamos a parar de investigar. La investigación en ciencia está explotando; se publican cientos de artículos todos los días sobre el coronavirus. En medio de todo el tsunami nos toca esperar a que baje la marea y las cosas comiencen a aclararse. Va a tomar tiempo, decir ahora mismo una conclusión definitiva de qué es o de dónde vino, es imposible. Nos tocaría esperar”.

Trump nos deja la incógnita de si rebautizará a la gripe española como gripe de Kansas, ya que en 2004 y en 2003 los historiadores Alfred W. Crosby y John M. Barry señalaron a este estado de EE.UU. como la cuna de esta pandemia.Sin embargo, el resto del mundo estaremos ocupados luchando unidos y en perfecta coordinación mientras otros se concentran en buscar culpables. El resto del mundo reconoce lo difícil que es luchar contra un enemigo microscópico y admira y agradece a los científicos y personal médico chinos por su destreza, agradecen a los mártires de Hubei por permanecer más de un mes en sus casas, sin amotinarse, sin protestar, asumiendo la misión que la historia les encomendó. La invitación sigue abierta para que, aquellos que creen que todo se soluciona con drones y napalm, bajen las armas y suban los microscopios.


 

El profesor Óscar Franco es además profesor adjunto de la Universidad de Harvard y Erasmus en Rotterdam. En 2012 regresó al Centro Médico de la Universidad Erasmus donde se desempeñó como profesor de medicina preventiva e investigador principal del grupo de epidemiología cardiovascular.

 

 


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