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spanish.china.org.cn | 16. 03. 2020 | Editor:Eva Yu Texto

El precio de ver a China con los ojos de EE. UU.

Palabras clave: China, EE.UU., medios de comunicación



Por Jorge Fernández


No hay duda, ¡algo anda mal en la vara con la que se mide a China!


El enfoque de algunos medios de comunicación en el mundo ha sido parcial y subjetivo para abordar el tema de la epidemia de COVID-19. Además de contravenir códigos éticos, esta actitud, asumida en un contexto de pandemia, daña la percepción de la opinión pública sobre la seriedad del problema y lacera su propia capacidad para influir positivamente en la toma de decisiones de estrategas y jefes de Estado. Se avecina una tormenta para muchos países de América Latina y los medios de difusión no están haciendo uso pleno de su papel como Cuarto Poder.

De cara a una situación que para muchos es aún lejana, la respuesta a unas preguntas bien puede estimular un cambio. ¿Ha pensado quién cuidará a sus padres si usted llega a enfermarse? ¿Ha considerado que debido a la epidemia podría dejar de percibir ingresos una temporada? ¿Puede usteds ufragar el tratamiento de varios familiares en una clínica privada? ¿Quién velará por sus hijos si las escuelas deciden cerrar y usted no está en casa porque debe salir a trabajar? ¿Qué hará si en un hospital público no hay camas disponibles para atenderlo de COVID-19? Los medios por increíble que parezca han dejado estos temas al final de la agenda.

Hace apenas un par de meses, cuando China desplegó drásticas acciones para impedir la propagación del nuevo coronavirus, la prensa internacional interpretó las medidas de prevención y control del gigante asiático como violaciones a las libertades individuales. Además de acusar a China por un fenómeno microbiológico, desató una campaña de discriminación que fue emulada por algunos medios de América Latina y que terminó estigmatizando al país y a sus residentes en el mundo. ¿Qué resultó de todo esto? Un desperdicio valioso de tiempo en el que se pudo encausar a la opinión pública y a jefes de Estado a prepararse ante un virus que desconoce fronteras.

Los periodistas prefirieron inventar rocambolescos nombres para el nuevo coronavirus e ignoraron que China luchaba para evitar una propagación global. En momentos de gran necesidad, ¿qué medio presionó a su gobierno para que enviara personal médico a Wuhan? La capacidad de análisis de los informadores se limitó a redactar titulares iguales a los del Wall Street Journal, que sin tacto alguno publicó que China era “el verdadero enfermo de Asia”. Otra historia hubiese sido haber entendido el trabajo de Hubei como primer frente contra la propagación mundial. ¿No era mejor ayudar a combatir al enemigo en Asia que en nuestra propia casa? La prensa de Occidente careció de inteligencia.

Ahora que el nuevo coronavirus está en plena propagación intercontinental, el doble rasero para informar se hace más evidente. Mientras que a China se le describió como un régimen totalitario por sus medidas de control y prevención, a Italia, por ejemplo, se le ha elogiado por cerrar varias ciudades del norte y sacrificar su economía. Esa doble moral ha impedido también comprender y agradecer que China regaló al mundo un espacio temporal para el despliegue de planes de contingencia. Tristemente, los comunicadores prefirieron publicar críticas infundadas en los momentos más inoportunos, en lugar de presionar a jefes de Estado a mejorar sus sistemas de identificación en puertos internacionales.

Pero esa incapacidad de análisis al parecer también aqueja a funcionarios y uno que otro jefe de Estado, incluidos aquellos en la Unión Americana. A los ataques lanzados por un dudoso Cuarto Poder de Estados Unidos, ahora se suma una medida oficial que restringe la operación de medios de comunicación chinos en el país norteamericano. Cinco organizaciones mediáticas de China deberán reducir, por órdenes de Washington, el número de periodistas acreditados. No hay duda, ¡algo anda mal en la vara con la que se mide a China! No solo los comunicadores estadounidenses albergan una doble moral para juzgar al gigante asiático, sino que su gobierno, en descarada complicidad, restringe el trabajo de los informadores chinos.

Es natural, en consecuencia, que periodistas chinos se sientan ofendidos por tan humillantes tratos. La Asociación Nacional de Periodistas de China ha hecho explícito su rechazo ante las medidas discriminatorias que Estados Unidos está desplegando contra sus colegas en el país norteamericano.Destacan que la libertad de prensa, esa de la que Washington presume, está marcada por un doble rasero que, al contar con un respaldo oficial, coarta sistemáticamente todo enfoque que contravenga su distorsionada comprensión de lo correcto e incorrecto. Las restricciones impuestas contra los medios de difusión chinos son abiertamente discriminatorias, lastiman la reputación que las organizaciones informativas chinas han construido a lo largo de los años y estigmatizan el trabajo de quienes en estas instituciones ejercen el periodismo.

La tragedia para América Latina estriba en el calco que sus medios de información hacen de la prensa estadounidense. El sensacionalismo prevalece sobre el servicio social, ignorando peligrosamente temas urgentes que deben abordarse en tiempos de emergencia sanitaria. El número de infecciones por coronavirus en Wuhan, una ciudad de 11 millones de personas,asciende a menos del uno por ciento. Ese uno por ciento, ahora casi controlado, obligó a un país de mil 400 millones dehabitantes a asumir enormes sacrificios materiales e inmateriales. En contraste con el caso de China, hay anuncios oficiales que proyectan infecciones en un 70 por ciento de los habitantes de algunos países, México entre ellos. ¿Cuentan esos países con el equipo, la voluntad, los expertos y los recursos económicos para atender a tan elevado número de contagiados? Y más aún, ¿pudo la prensa haber generado conciencia entre jefes de Estado y haber minimizado tan apocalípticas proyecciones?

A la prensa no se le debe restringir ni tampoco exculpar de sus obligaciones como medio para influir y crear conciencia en las personas. Mucho de lo que está ocurriendo hoy en Europa y en América Latina pudo haberse atenuado e incluso evitado si la prensa hubiese empleado un enfoque distinto para ver y entender la lucha del gigante asiático. Washington está restringiendo el papel de los informadores chinos, y al mismo tiempo, distorsiona los trabajos emprendidos por la dirigencia nacional. En medio de todas estas desfiguraciones, la propagación del nuevo coronavirus es una dura lección para América Latina, a saber, que ver a China con los ojos de Estados Unidos tiene un costo muy alto a pagar.


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