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spanish.china.org.cn | 03. 03. 2020 | Editor:Liria Li Texto

La lucha que China despliega contra el coronavirus descansa en la visión de un futuro compartido

Palabras clave: China, COVID-19


Por Jorge Fernández

 

Las acciones que China ha emprendido como fuerza de primera línea se apoyan en la idea de que todos compartimos un solo planeta, y que, por ello, la prosperidad y el bienestar se alcanzan con la participación de todos. 

 

La línea descendente de casos de COVID-19 en China se contrasta con la de otros países que ahora observan una tendencia al alza en el número de neumonías causadas por el coronavirus. A diferencia de Wuhan, que en un principio enfrentó de manera simultánea el combate al microorganismo y la atención a enfermos con síntomas graves, el resto de China y los países circunvecinos han tenido tiempo para activar de forma inmediata protocolos de seguridad y reacción. Con todo, el coronavirus ha logrado sortear la valla de contención china y ahora comienza a propagarse por Europa, Asia, Oceanía, África y América.

El alarmante aumento de los casos ha generado una ola de acusaciones contra China. De cara a estos señalamientos, el Dr. Zhong Nanshan, jefe de un destacado equipo de epidemiólogos designado para combatir al coronavirus, pronunció una declaración que ofrece un marco de reflexión para hacer frente a esta emergencia sanitaria que exige estrategias coordinadas. El virólogo indicó que si bien el brote comenzó en Wuhan, lo cierto es que no se ha detectado con precisión el origen del virus y que este pudo tener como cuna un lugar fuera del país. Más allá de buscar culpables o de deslindar a China de toda responsabilidad, el Dr. Zhong Nanshan alerta al resto del mundo a prepararse y a reaccionar ante la propagación de un virus que no conoce fronteras.

La identificación del origen geográfico o animal del coronavirus resulta importante para el desarrollo de planes que impidan mayores propagaciones, mas no debe ser, bajo ninguna circunstancia, un pretexto para buscar a alguien a quien achacarle un fenómeno microbiológico que no respeta etnicidad o territorialidad. Las epidemias no surgen en razón de un capricho humano o de una nacionalidad, sino que brotan en función de las condiciones naturales y demográficas de un planeta compartido. Dicho esto, intentar responsabilizar a alguien es necio y, sobre todo, carece de sentido común. La inminente propagación del coronavirus por el mundo pone sobre la mesa, sin ningún disimulo, un reto de dimensiones globales para todos y la urgencia de trabajar con esfuerzos mancomunados por el bien común.

La estrategia para prevenir, controlar y eliminar enfermedades contagiosas debe desplegarse en atención a la protección de la salud de los individuos de la comunidad de naciones, y no, por el contrario, en atención a las necesidades sanitarias de una demarcación geográfica limitada. En medio de una emergencia internacional, nadie puede ignorar o quedarse de brazos cruzados a la espera de que otros desplieguen dolorosas medidas de control y prevención. A poco más de dos meses de haberse puesto en vigor la estrategia de prevención y control en China, los campos de lucha contra el coronavirus comienzan a multiplicarse, y de no desplegarse estrategias coordinadas, muchas ciudades chinas, al igual que otras más en diferentes partes del mundo, se infectarán o se reinfectarán de fuentes distintas a las que hoy habitan en la ciudad de Wuhan, epicentro del COVID-19.

En un mundo globalizado, que permite el flujo de personas por los cinco continentes, culpar a alguien o cerrarle las puertas contraviene un proceso natural de integración y conexión universal entre los pueblos. China no se victimiza ni busca culpar a nadie por problemas epidemiológicos que, bien vale la pena traerlo a colación, seguirán emergiendo esporádicamente en diferentes partes del mundo. Esa es la nueva normalidad de un mundo que busca conectarse y prosperar conjuntamente. Las acciones que China ha emprendido como fuerza de primera línea se apoyan en la idea de que todos compartimos un solo planeta, y que, por ello, la prosperidad y el bienestar se alcanzan con la participación de todos. Esa es la visión china de una comunidad de futuro compartido para la humanidad.

China, como cualquier otro país, tiene responsabilidades claras para prevenir y controlar la propagación de esta o de cualquier otra enfermedad. En cumplimiento a obligaciones asumidas en un planeta compartido, las autoridades chinas decretaron el cierre total de Wuhan, un importante centro de transporte nacional e internacional cuya población es superior en número a la de Londres o París. Para atender a pacientes de COVID-19 en el epicentro del coronavirus, las autoridades ordenaron la habilitación de numerosas clínicas y la asombrosa construcción, en tan solo unos días, de dos hospitales con capacidad para atender a más de 1.000 pacientes cada uno. La respuesta china ha llevado aparejada un multimillonario despliegue de recursos, sacrificios a la economía y a la agenda política nacional, no sin dejar de mencionar la privación temporal de actividades lúdicas colectivas. En reconocimiento a las medidas aplicadas, China se ha granjeado el respeto y el reconocimiento de jefes de Estado y de organizaciones internacionales.

A estos compromisos se suma la ayuda que China ofrece a otros países que se baten en una lucha para prevenir y controlar la propagación del coronavirus. El COVID-19 es un adversario común, y por ello, como acotó la portavoz de la cancillería china, Hua Chunying, “debemos luchar conjuntamente”. Es por ello que sin importar que la tendencia de los casos en China vaya a la baja, la estrategia que el país despliega para atajar a este problema parte de una visión global. Sin importar la dimensión del sacrificio o los recursos usados, cualquier victoria local que China aseste en la lucha contra el coronavirus será drásticamente invalidada si en otros países no se logra abatir la propagación de los vehículos de infección. Hoy, el mayor enemigo, por encima delSARS-CoV-2, es el egoísmo, el individualismo, los rumores y el estigma.  

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