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spanish.china.org.cn | 27. 02. 2020 | Editor:Eva Yu Texto

Una espera en Wuhan

Palabras clave: China, Wuhan, COVID-19


Ya ha transcurrido un mes desde que la ciudad de Wuhan quedó aislada para evitar la propagación del nuevo coronavirus. Para aquellos afortunados que están sanos, la pérdida de tiempo, oportunidades y la imposibilidad de mantener algunas tradiciones han sido parte de los sacrificios.


Imagen diseñada por Peng Xingxin para China.org.cn


He Guangming se alegró como nunca cuando nació su primer nieto. Toda la familia estaba más que feliz porque el niño y la madre gozaban de plena salud. Pero pese a que todos ellos viven bajo un mismo techo, no visita regularmente el cuarto de los recién nacidos.  No puede correr ningún riesgo.

Él, junto con su esposa, llegó a Wuhan, en la provincia de Hubei, a mediados de enero, poco tiempo antes de que el bebé naciera. En cuanto llegó comenzaron a difundirse las noticias sobre el brote de coronavirus, y el 23 de enero, la ciudad quedó bajo un confinamiento total.

La ajetreada ciudad, que asume el papel de centro de transporte en el centro de China, quedó súbitamente paralizada. Los 11 millones de residentes en la ciudad, no sin dejar de mencionar a personas como He que se encontraban ahí como parte de una visita temporal, han tenido que permanecer en ella y hacer frente a incontables adversidades.

Ya ha transcurrido un mes. Mientras varias personas emprenden esfuerzos continuados para atajar el brote, el aislamiento y otras dificultades, algunos más han encontrado esperanzas en pequeñas alegrías, tal y como ocurre con He y su esposa, quienes usan gruesas mascarillas antes de visitar al nuevo miembro de la familia, al menos por unos segundos al día.

 

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