spanish.china.org.cn | 08. 02. 2020 | Editor:Liria Li | Texto |
Por Jorge Fernández
El trabajo de los chinos es crucial para evitar que el coronavirus se convierta en una pandemia de dimensiones catastróficas para la humanidad.
Casi no hay huellas de pisadas sobre la capa blanca que ahora cubre parques y zonas verdes de la capital china. De cara a recomendaciones extendidas por las autoridades, que piden evitar las salidas al exterior, la idea de retozar sobre la nieve está descartada como opción lúdica para esta primavera. Una cosa es pescar un resfriado común por el frío, y otra, muy distinta, es contraer la neumonía que ha puesto a China en el punto de mira de la comunidad internacional.
En contraste con aquellos que guardan casa por el virus, un grupo de personas, consciente de que a la epidemia hay que atajarla frente a frente, reta a las adversidades, y se aposta en lugares estratégicos. En medio de la nieve, miles de personas resguardan la entrada de urbanizaciones capitalinas para registrar la temperatura corporal y la información de contacto de residentes y de aquellos que retornan tras las vacaciones extendidas por la Fiesta de la Primavera.
Estas personas, que han cavado trincheras imaginarias en la primera línea de combate, son miembros de los comités vecinales. A ellos se suman voluntarios que resguardan, sin esperar ninguna recompensa material, las puertas de entrada de miles de hogares de Beijing. Y a la espera de identificar la llegada de un virus que está sembrando zozobra, estos héroes anónimos hacen todo cuanto está en sus manos para proteger a los capitalinos en tiempos de emergencia sanitaria.
En medio de este combate, toda entidad dedicada a la producción material o intelectual está desplegando medidas preventivas para evitar la propagación del coronavirus entre sus trabajadores. Entre ellas está la invitación extendida a vacacionistas que regresan a la capital para que permanezcan en casa una catorcena. Por medio de las cuarentenas, estos viajeros retornados son responsables de contener el virus en el interior de sus hogares en caso de ser portadores y no presentar síntomas.
Las empresas han puesto en funcionamiento planes de contingencia para evitar la congregación numerosa de sus miembros. Las medidas van desde el desempeño de tareas en el hogar hasta la división en grupos de aquellos trabajadores que deben estar físicamente presentes en una organización. Este sistema reduce el contacto entre personas a niveles mínimos, y en caso de presentarse brotes al interior de una organización, el virus se contiene en departamentos reducidos e identificables.
Esta lucha hace recordar hoy una máxima pronunciada el siglo pasado por el legendario líder Mao Zedong: “…el resultado de una guerra lo decide el pueblo y no uno o dos nuevos tipos de armas”. Esta máxima, colocada arbitrariamente en el terreno de las enfermedades virales, permite remarcar puntos cruciales para ganar una batalla contra un enemigo que no se ve y para el que aún no hay armas que puedan eliminarlo. El factor decisivo contra el coronavirus estriba en el poder popular, en su moral y en la convicción de que China, unida y con una sola voz, puede superar cualquier adversidad.
En tiempos normales, los chinos tienen fama de levantar construcciones faraónicas en poco tiempo. Pero en tiempos de crisis como esta, el poder moral que alimenta el corazón nacional ha allanado el camino para la construcción en tiempo récord de dos instalaciones sanitarias en Wuhan, epicentro del brote del coronavirus. A 10 días del inicio de su construcción, los hospitales Huoshenshan y Leishenshan, con capacidad de 1.000 y 1.600 camas respectivamente, comenzaron a admitir pacientes para su tratamiento.
Las acciones que se han desplegado en todo el territorio nacional han llevado a organizaciones internacionales y a la comunidad de naciones, con una que otra excepción, a extender homenajes y agradecimientos al pueblo y a las autoridades chinas por los esfuerzos que se hacen para contener la propagación del coronavirus. A la felicitación de Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud, se han añadido infinidad de mensajes de representantes de Estado y de líderes de organizaciones internacionales que elogian el trabajo de los chinos, en especial el de los residentes de Wuhan.
¿Por qué la comunidad de naciones se deshace en homenajes por el combate que China libra contra el coronavirus? Porque en China recae la mayor parte del trabajo para que esta epidemia no se convierta en una pandemia de dimensiones catastróficas para la humanidad. Un virus no conoce de divisiones políticas y ataca a todo ser humano sin importar su nacionalidad. China es el primer frente de batalla contra el coronavirus y las duras medidas que el pueblo ejecuta en cada rincón del país convencen a líderes y a jefes de Estado de que China, sin ninguna duda, saldrá avante en los trabajos de contención y eliminación de esta epidemia.
Es por ello que en esta columna, haciendo eco a las voces de apoyo externadas por la comunidad internacional, nos unimos para enviarle un sincero agradecimiento a las autoridades, a los trabajadores sanitarios, al pueblo chino, y a todos aquellos que libran por nosotros una batalla contra el coronavirus. ¡Gracias China! ¡Gracias Wuhan!