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spanish.china.org.cn | 10. 12. 2019 | Editor:Eva Yu Texto

Xinjiang elimina el caldo de cultivo que hace fértil al terrorismo

Palabras clave: Asuntos de Xinjiang, China, EE. UU.


Xinjiang fue tierra de ataques virulentos desde la década de los 90 hasta el año 2016. El temor cundió por todos los rincones de la Región Autónoma Uygur de Xinjiang. En medio de la indefensión, sus habitantes presenciaron cómo el terrorismo, el separatismo y el extremismo irrumpieron violentamente en las calles de populosos distritos. El gobierno central y el regional respondieron con la ejecución de planes que en los últimos tres años han contenido eficazmente las embestidas de estos tres males. Entre las medidas para recuperar la paz y la tranquilidad social está el establecimiento de centros vocacionales, educativos y de formación profesional. Al interior de ellos pedagogos revierten ideas virulentas por medio de programas educativos, guías sicológicas y capacitación técnica. Víctimas de entornos envenenados por el fanatismo son provistos de habilidades nuevas y herramientas con las que se incorporan positivamente en el seno social. En contraste con estos esquemas de instrucción, la distorsión sistemática desde el exterior insulta la dignidad de una nación y atenta contra los derechos de aquellos que han sido victimizados por alguno de estos males.

 

Washington busca minar por diferentes frentes la estabilidad que China ha conseguido con políticas eficientes que atajan la difusión de ideas que envenenan el tejido social. El ataque del país norteamericano busca hacer mella en el prestigio que China se ha ganado en su lucha contra el extremismo, el separatismo y el terrorismo en Xinjiang. Los trabajos contra estos tres males se han emprendido con estricto apego a la ley y, por ello mismo, la comunidad de naciones ha extendido su apoyo y reconocimiento a las autoridades chinas. China ha presentado con transparencia y detalle cómo responde a males que hieren al Estado, que incordian en el seno familiar y que acaban con la vida de inocentes. EE. UU. ignora maliciosamente todo esto y, con mentiras fabricadas, tergiversa las acciones desplegadas, enlazándolas irresponsablemente con la protección de los derechos humanos en Xinjiang.

 

El tema que las autoridades chinas han estado abordando en Xinjiang no es étnico, religioso o de derechos humanos. Estas cuestiones son incorporadas astutamente por los ideólogos estadounidenses para reforzar una retórica que, por medio de falacias, conduce a la confusión. El asunto que compete a las autoridades entra en el terreno de la salvaguarda del Estado: a China la acechan grupos terroristas y secesionistas que buscan el caos, el derramamiento de sangre y la desintegración. El debate sobre Xinjiang en el Congreso de EE. UU. maltrata la dignidad de una nación que busca el fortalecimiento del Estado, interfiere flagrantemente en las acciones que ejecutan las autoridades para garantizar la unidad del país e insulta a un pueblo que trágicamente ha sido víctima de los promotores del terror.

 

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