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spanish.china.org.cn | 10. 12. 2019 | Editor:Eva Yu Texto

Xinjiang elimina el caldo de cultivo que hace fértil al terrorismo

Palabras clave: Asuntos de Xinjiang, China, EE. UU.

 

 

Por Jorge Fernández

 

EE. UU. despliega una campaña de desprestigio contra China.

 

Los últimos tres años certifican la eficiencia que los programas orientados a luchar contra el terrorismo, el extremismo y el separatismo han tenido en China. La transparencia ejercida en la difusión de hechos y en la ejecución de acciones le ha valido a las autoridades el reconocimiento internacional. EE. UU., por el contrario, busca impugnar y desacreditar deliberadamente a Beijing, y coloca tendenciosamente los programas encaminados a defender la integridad del Estado en un contexto político distinto. Esta fórmula retórica, que ahora se vale de la carta de los derechos humanos, pretende contener la vitalidad que el país asiático disfruta desde hace varias décadas. La realidad es que Xinjiang evidencia programas políticos exitosos, y los resultados hablan por sí mismos.

 

La aprobación hecha por la Cámara de Representantes de EE. UU. sobre un proyecto de ley que aborda asuntos de Xinjiang ha desatado enconadas críticas en China y en otras partes del mundo. La Ley de Política de Derechos Humanos Uygur de 2019 se debatirá en el Congreso de Estados Unidos y esta, de contar con el apoyo del senado y del presidente Donald Trump, otorgará una justificación legal a Washington para interferir en los asuntos internos de China. La indignación en Beijing no se ha hecho esperar.

 

La realidad es que EE. UU. tiene un sistema que lo orilla a ejecutar acciones lícitas e ilícitas en su Constitución para obstaculizar el desarrollo de China. El caso de las organizaciones no gubernamentales da vergüenza.Periodistas han documentado los métodos que emplea la Fundación Nacional para la Democracia de EE. UU. para fortalecer a grupos en países que son adversos a los intereses de Washington. Esta organización se fundó en la década de los 80, durante la Administración Reagan, para legalizar las actividades que anteriormente habían sido desplegadas subrepticiamente por la CIA, la agencia de espionaje estadounidense. Esta Fundación, que ha desempeñado un papel crucial en la maquinaria que activa Washington para desestabilizar regímenes, financia a uygures exiliados que buscan el separatismo por medio de formas deleznables, incluidas entre ellas el terrorismo.

 

El sistema político estadounidense alberga dudas sobre el camino que China toma para la realización de sus metas, y esta desconfianza, a lo largo de los años, se ha hecho evidente con la aplicación de políticas, posturas y enfoques que apuntan con abierta franqueza a impedir el desarrollo chino. Ayer y hoy, los casos saltan a la vista. Entre los ejemplos más emblemáticos está la“Doctrina Truman”, el libro“1999: victoria sin guerra”de Richard Nixon o las ideas de Madelein Albright, quien decía que“al tenerse internet se tiene un método para hacerse cargo de China”. La presente administración estadounidense ha mantenido de forma estoica el antagonismo histórico y, al tiempo que afirma a los cuatro vientos que“América es primero”, reparte golpes desde diferentes frentes contra Beijing.

 

La campaña para desacreditar la lucha que China libra contra el terrorismo y el separatismo tiene diferentes escenarios. A mediados de 2019 circuló en la ONU un comunicado conjunto que, con base en información refutable y vocabulario tendencioso, condenaba las políticas que las autoridades chinas aplican en Xinjiang. Esa misiva, firmada por más de 20 países, sembró confusión en la opinión pública internacional y engañó maliciosamente a aquellos que desconocen los problemas que afligen a los chinos. En consecuencia, objetivos establecidos por las autoridades chinas para proteger a la gente, para cultivar las mentes y para desarrollar al país, fueron intencionalmente ultrajados desde una prestigiosa tribuna internacional. Los detractores, al manipular los hechos con argumentos irreales, demeritan los esfuerzos legítimos que emprenden las autoridades para erradicar aquellas enfermedades que lastran el desarrollo de Xinjiang.

 

Las calumnias se contrastan con las versiones de más de mil funcionarios de gobierno y representantes de la sociedad y grupos religiosos que, en 2018, conocieron en detalle la verdadera situación que se vive en diferentes lugares de Xinjiang. Los males que han azotado a la región han sido difundidos al mundo de forma transparente, oportuna y objetiva. Los métodos que China aplica para hacer frente al terrorismo, al separatismo y al extremismo se han ganado el respeto de numerosos gobiernos y líderes de Estado. En octubre de este año más de 60 países adscritos a la ONU externaron su apoyo a los trabajos que China lleva a cabo en la Región Autónoma Uygur de Xinjiang.

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