spanish.china.org.cn | 14. 08. 2019 | Editor:Eva Yu | Texto |
Por Jorge Fernández
Los disturbios que aquejan a la Región Administrativa Especial de Hong Kong (RAEHK), no son respuesta causal a la propuesta para enmendar la Ley de Extradición, que es una medida que apunta a fortalecer el Estado de derecho y a proyectar justicia y equidad en todo el Estado chino. Por el contrario, el sabotaje al orden social responde a las acciones de grupos separatistas organizados que buscan minar las bases del principio de “Un país, dos sistemas”. Sobre esta disidencia, que ya ha causado enormes estragos en la otrora apacible urbe internacional, el peso de la ley debe caer de forma expedita y contundente.
El fortalecimiento del Estado de derecho es en sí mismo parte del abanico de trabajos que buscan mejorar las bases del principio de “Un país, dos sistemas”. Está muy lejos de ser algo nuevo, y desde que Hong Kong regresó a la patria, es una tendencia irreversible que ahora cobra fuerza con la incorporación del socialismo con peculiaridades chinas en la nueva era. Pero hoy, el fortalecimiento de “Un país, dos sistemas”, fundamento que por medio de la paz tiende un sólido camino hacia la unión, está siendo entorpecido por una disidencia que busca dañarlo a través de los trabajos desplegados para mejorar el sistema de procuración de justicia.
Las manifestaciones en las calles de la RAEHK han evidenciado la existencia de grupos separatistas que, por medio de la profanación de símbolos nacionales, cumplen una agenda concreta de trabajo, a saber: orillar a la opinión pública de la parte continental a presionar al gobierno central para que intervenga en los asuntos de la RAEHK. Los actos vandálicos responden a provocaciones orquestadas por figuras que, a través del caos y la agitación,aspiran a que Beijing tome cartas en el asunto. Esto, de llegar a ocurrir, debilitaría el principio de“Un país dos sistemas”y estimularía a otros países a interferir en los asuntos del Estado chino.Las congregaciones no surgen de manera espontánea o fortuita sino que, por el contrario, responden de manera calculada a los planes de grupos separatistas que buscan socavar los esfuerzos del pueblo chino para materializar la unificación pacífica de la patria.
Estos grupos se empoderan con pronunciamientos irresponsables de otros gobiernos, los mismos que han llegado al extremo de extender recomendaciones a la RAEHK de cómo deben gestionarse y abordarse los acontecimientos que actualmente se desenvuelven en la región. Estas inverosímiles muestras de cinismo han sido condenadas, con justa razón, por las autoridades de Beijing, quienes en repetidas ocasiones y con una paciencia admirable han urgido a dichos gobiernos a no fortalecer con señales equívocas las provocaciones que los grupos radicales lanzan contra la parte continental de China. Las voces de los separatistas se enmarcan en problemas complejos legados por la historia, sin embargo, nadie tiene derecho a interferir en asuntos que solo al Estado chino le competen.
La fórmula de un “Un país, dos sistemas”, que solucionó la retrocesión de Hong Kong de forma eficiente, acalló desde finales de los 90 a aquellas voces disonantes que apostaban por la inestabilidad. Este principio, que no ha permanecido estático sino que, por el contrario, ha encerrado un alto grado de dinamismo, fortalece los trabajos desplegados por la RAEHK y por la parte continental en aras de la unificación plena del Estado. Es la esencia de la paz y la estabilidad entre dos sistemas políticos que funcionan en China, y por ello mismo, hacer de este principio el centro de los ataques es el objetivo natural de grupos sediciosos que aspiran a la separación.
El principio de “Un país, dos sistemas”, por el contrario, es la antítesis de la unificación por medio de la confrontación militar. Y si bien los actos que hoy aquejan a la RAEHK son escollos en los esfuerzos pacíficos por la unificación plena del Estado, lo cierto es que no son insalvables ni suficientes para revertir el éxito coadyuvado hasta hoy por la energía y la vitalidad de la parte continental y de la RAEHK. A lo largo de las últimas dos décadas, la RAEHK ha sido ejemplo de esfuerzos mancomunados por un país sin divisiones y estos esfuerzos son parte de una corriente en todo el país que nadie podrá detener.
La etapa por la que ahora transita la RAEHK no debilita su papel como figura ejemplar, ni tampoco opaca su figura como modelo a seguir por la isla china de Taiwán. El principio de “Un país, dos sistemas” aplicado como medida para solucionar las diferencias a ambas orillas del Estrecho, es el principio más avanzado para materializar la hasta ahora postergada meta iniciada con la revolución de Mao Zedong. Y de cara a las desmesuradas y tendenciosas acciones de los separatistas hongkongneses, el único camino es el restablecimiento de la paz y la aplicación de la justicia a tenor de lo establecido por el imperio de la ley.
Las enmiendas a la Ley de Extradición, ahora suspendidas, exploraban formas para inyectar vitalidad y protección al Estado de derecho, y más aún, concentraban ecuaciones orientadas a fortalecer las bases sobre las que descansa el principio de “Un país, dos sistemas”. Estas revisiones, que en consonancia con la Ley Básica apuntaban a mejorar el imperio de la ley, resultaron politizadas por radicales que, bajo el escudo de la violencia y el caos, no solo hicieron recular a la RAEHK, sino que ahora buscan debilitar a toda costa la sustancia que une a Hong Kong con la parte continental de China. Los retoques a la Ley de Extradición, cabe agregar, no son hechos aislados sino que, por el contrario, responden a un amplio abanico de trabajos emprendidos tanto por funcionario locales como por aquellos de la parte continental para construir un país unido en donde la ley debe prevalecer sobre todas las cosas.
Pese a lo que hoy ocurre, la RAEHK es modelo ejemplar en la construcción de una sociedad en la que nadie está por encima de la ley, y ahora, en una nueva era del socialismo con peculiaridades chinas, esbastión y aliado inseparable del gobierno central en estas lides. El radicalismo que impera en las calles hongkongneses no solo desentona con los esfuerzos de la parte continentalpor construir un Estado de derecho, sino que secuestra a la paz y a la tranquilidad social, además de que retrasa los esfuerzos mancomunados de todo el país por mejorar el sistema de aplicación de justicia. Para ellos, la justicia debe ser ciega, imparcial e implacable.
El alto grado de autonomía que disfruta la RAEHK, sumado a la determinación del gobierno central de ejecutar el principio de “Hong Kong gobernado por los hongkoneses”,refuerza dos décadas de trabajos constantes para asegurar la prosperidad y la estabilidad a largo plazo. El apego riguroso a la Constitución de China y a la Ley Básica de Hong Kong ha estimulado el dinamismo de la urbe tras la conclusión del gobierno británico. Las fórmulas políticas que hasta ahora se aplican buscan solucionar con eficiencia, paciencia y armonía la tragedia histórica de la separación, y como consecuencia lógica, cualquier acción encabezada por individuos, organizaciones o partidos políticos, orientada a revertir la tendencia de la unificación, encontrará la oposición de un pueblo en su conjunto.
El vacío que se crea con la ausencia de acuerdos de extradición encierra un gran reto para el país, puesto que obliga a las dos partes a trabajar conjuntamente por un sistema legal que tonifique el imperio de la ley y que redunde en el perfeccionamiento del principio de “Un país, dos sistemas”.
Un país no puede albergar en su seno paraísos terrenales para aquellos que quebranten la ley, puesto que su existencia misma, además de debilitar el Estado de derecho, resta vitalidad a la sustancia de una fórmula exitosa que incorpora a Hong Kong con la madre patria. Hong Kong no es ni puede ser guarida de truhanes y sobre ellos debe caer todo el peso de la ley. Así, tal y como el principio de “Un país, dos sistemas” reveló al mundo el avanzado grado de civilidad entre los chinos, el fortalecimiento del Estado de derecho en ambas partes anunciará con contundencia al mundo que bajo un mismo techo, nadie puede estar por encima de la ley.