spanish.china.org.cn | 10. 03. 2019 | Editor:Eva Yu | Texto |
La Ley de Inversión Extranjera encierra un potencial de dimensiones históricas en la Nueva Era
Por Jorge Fernández
Si China desea inventarse como un poderoso polo de atracción de capital extranjero, entonces debe hacerlo bajo un marco legal, confiable y transparente, que ofrezca garantías y seguridad a los inversores extranjeros.
La Ley de Inversión Extranjera, que se delibera en el marco de la II sesión de la XIII Asamblea Popular Nacional (APN), reviste una importancia histórica, comparable solo con las primeras transformaciones derivadas de la Política de Reforma y Apertura hace 40 años.
La mañana del 28 de junio de 1979, los chinos leyeron atónitos un titular publicado por el rotativo El Diario del Pueblo: “Proyecto de ley sobre empresas conjuntas entre la República Popular China y el extranjero se presenta a la APN para su aprobación”. Eran los primeros pasos que China daba rumbo a una de las transformaciones económicas más sorprendentes de la humanidad.
Lo que buscaba el país con la deliberación de esta ley en la APN iba más allá de la creación de empresas conjuntas. China presentaba a los inversores extranjeros un ley que amparaba ante la justicia su incorporación en el sistema económico nacional. Era una prueba fehaciente de que la apertura de China al exterior era digna de confianza y que estaba respaldada por la ley.
Han pasado 40 años y China se ha adentrado ya en una Nueva Era. Las transformaciones actuales han generado nuevas variables de desarrollo, distintas a las de los primeros años de la Reforma y Apertura. Y de cara a circunstancias endógenas y variables inéditas, el país requiere de un marco legal que garantice protección y equidad a los inversores extranjeros.
El borrador de Ley de Inversión Extranjera descansa sobre tres leyes de inversión empleadas con anterioridad, a saber ‘La Ley de Empresas Conjuntas de Capital Chino y Extranjero, la Ley de Empresas de Capital Foráneo y la Ley de Empresas Conjuntas Contractuales Chino-Extranjeras’. La integración de estos tres pilares en una sola ley acelera el fraguado de un poderoso aval que proyecte tanto al interior como al exterior del país racionalidad y eficiencia en los usos de la inversión extranjera.
El éxito alcanzado a lo largo de 40 años de Reforma y Apertura convirtió inadvertidamente al país en una zona de enconadas rivalidades por la atracción de capitales. Surgió así el principio no escrito de “divide y vencerás” en regiones claves del país, caracterizadas por políticas preferenciales orientadas a enganchar al mayor número de inversores. La Ley de Inversión Extranjera ajustará las atribuciones parciales de la política de ventajas regionales, y al mismo tiempo, estimulará la edificación de un colosal mercado unificado bajo el imperio de la legalidad.
Así, empresas extranjeras y chinas emprenderán sus actividades bajo el rigor de un marco que observe que sus acciones se realizan en igualdad de condiciones. La equidad resulta de los esfuerzos emprendidos por el país para profundizar más el proceso de apertura al exterior, los mismos que consideran en todo momento una competitividad justa entre nacionales y extranjeros, y con garantías legales para su ejecución y prorrogación.
Cabe mencionar que pese a las turbulentas tempestades ocurridas el año pasado en el escenario internacional, que atestiguó una caída del 19 por ciento en el flujo de Inversión Extranjera Directa, China logró mantener un registro ligeramente superior al año anterior, con niveles cercanos a los 135 mil millones de dólares.
La legislación anterior revela que a pesar de las nuevas variables del desarrollo económico de China en la Nueva Era, prevalece una confianza en el proceder del gigante asiático en relación a los inversores extranjeros. Actualmente es hogar de más de 2.000 oficinas generales regionales y centros de investigación, lo que evidencia que China ha construido exitosamente un entorno empresarial satisfactorio para las actividades económicas.
Los tiempos están cambiando tanto en el interior como en el exterior del país. Las demandas de desarrollo de China distan de las condiciones que prevalecían hace 40 años, y de igual forma, el ambiente internacional demanda mayores y mejores garantías de un país que se perfile como la economía más grande del planeta. La Ley de Inversión Extranjera parte de exigencias inherentes del desarrollo nacional sin descartar la complejidad con la que se desenvuelve el sistema internacional.
Si China busca transformarse en un poderoso imán de capital extranjero, entonces debe hacerlo de una manera racional, responsable, coherente con las necesidades del país y las circunstancias internacionales, pero sobre todo, con un marco de estricto apego al derecho que ofrezca garantías a los inversores extranjeros en el entorno nacional e internacional actual. Los pasos acometidos con la presentación del borrador de la Ley de Inversión Extranjera están encaminados en esa dirección y a responder cabalmente a todas las inquietudes.