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spanish.china.org.cn | 17. 12. 2018 | Editor:Lety Du [A A A]

Una inflexión que transformó las estructuras del Estado chino

Palabras clave: política de Reforma y Apertura, China

Por Jorge Fernández

 

La observación científica de la realidad nacional e internacional condujo a la dirigencia nacional a concluir que la política de Reforma y Apertura de China era el camino correcto para fortalecer las estructuras del Estado.

 

El pueblo chino es comparable, vale decir, a un numeroso enjambre que construye un panal bajo la dirección de un liderazgo. Millones de chinos, dirigidos por el Partido Comunista de China (PCCh), han edificado un Estado que hace justicia a su pasado. El desarrollo que hoy goza la nación es hijo de la Nueva China, concebido el 1 de octubre de 1949, y que a partir de diciembre de 1978, con la política de Reforma y Apertura, creció con gran rapidez y vigorosa fortaleza. Esta transformación personificó sin lugar a dudas la primera gran inflexión del Estado moderno chino.

La política de Reforma y Apertura, impulsada por el otrora líder Deng Xiaoping, sucede a un análisis objetivo de los aciertos y desaciertos de los primeros 30 años de la Nueva China. A ojos del mundo quedó la apoteósica proeza que el PCCh protagonizó para unificar al país e iniciar con gran ímpetu la construcción socialista. La fundación del Estado, al igual que un artista que crea una obra inmortal, obnubiló a una parte del grupo dirigente, que dormido en sus laureles y con confianza desbordada, creyó que el país podía desarrollarse aislado del mundo.

El juicio a las turbulencias de los años anteriores a la III Sesión Plenaria del XI Comité Central, junto con la observación científica de la realidad internacional, evidenciaron que no solo la integración de China en el sistema internacional, sino que también la incorporación de capital extranjero en el desarrollo nacional, eran dos factores fundamentales e impostergables para el desarrollo y fortalecimiento del Estado. El enjambre de innovadores chinos requería de nuevos bríos, y la política de Reforma y Apertura le ofreció las herramientas para añadir ímpetu a la construcción nacional.

Por lo que respecta a la incorporación de capital extranjero, el 28 de junio de 1979 el pueblo conoció, de voz del Diario del Pueblo, una propuesta de ley presentada a la Asamblea Popular Nacional para autorizar la existencia de empresas conjuntas con capital chino y extranjero. Era una invitación a emprendedores internacionales para trabajar con China bajo el amparo de un marco legal. A la postre, este fue el primer paso rumbo a proyectos de dimensiones colosales, entre ellos la construcción de zonas económicas especiales, la liberalización comercial y la edificación de portentosos puertos para la materialización del libre comercio.

Un hecho crucial de este proceso ocurrió en 2001 con la incorporación de China en la Organización Mundial del Comercio. El compromiso de honrar las normas internacionales, al que se sumó el ya establecido marco legal para atraer capitales, elevó la confianza de los círculos empresariales. China reafirmó un enfoque de desarrollo apoyado en la globalización económica, el multilateralismo y la integración comercial. Asimismo, pasó de ser receptor de capitales a inversor y constructor de infraestructuras, tal y como lo rubricó la fundación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras en 2015 y la Iniciativa de la Franja y la Ruta en 2013, con los que China se ha convertido en impulsor del desarrollo de terceros países.

En cuanto al entorno internacional, la recuperación del asiento de China en el seno de la ONU, la creación de una oficina de enlace chino-estadounidense en 1973, y el establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y Estados Unidos (EE. UU.) en 1979, corrigieron gradualmente la percepción que Occidente había albergado hacia el régimen del PCCh. Los países de Oriente, por su parte, aumentaron la confianza y la credibilidad hacia la apertura china con la resolución de la primera dirigencia de terminar las animosidades chino-japonesas y de firmar el Tratado de Paz y Amistad Chino-Japonesa en 1978. La normalización de las relaciones con Tokio y Washington confirió a Beijing un escenario internacional estable y pacífico para impulsar a fondo la política de Reforma y Apertura.

La política de Reforma y Apertura de China fortaleció los pilares diplomáticos sobre los que el Estado se había apoyado para proyectar al exterior su visión del mundo. Desde los intercambios culturales hasta la comprensión entre actores políticos internacionales, además de las asociaciones suscritas con la comunidad de naciones, la diplomacia entre los pueblos, la diplomacia entre partidos políticos y la diplomacia entre gobiernos consiguió proyectar a  partir de 1978 la nueva vitalidad de la construcción socialista y los sueños que un país grande, fuerte y responsable busca materializar. El trabajo diplomático ha hecho que el país se granjee la reputación de un respetable actor que trabaja por mejorar el sistema de gobernanza global y por la construcción de una comunidad de futuro compartido para la humanidad. A ello se suma el prestigio del que ahora gozan las instituciones chinas, el mismo que ha permitido albergar eventos internacionales in situ en los que China expresa ideas centrales y recoge propuestas para la creación de un mundo mejor.

La primera inflexión del Estado moderno chino comenzó con un análisis crítico y honesto de la eficiencia política desplegada para la construcción socialista. A partir de 1978 y bajo la dirección del PCCh, el pueblo chino orientó sus pasos por la senda del socialismo con peculiaridades chinas. El camino, pese a los éxitos logrados, no estuvo libre de escollos, los mismos que en estos últimos años han sido objetos de análisis profundos y minuciosas reflexiones.

Hoy, tomando firmemente las riendas de la nación, la dirigencia comunista, con el presidente Xi Jinping como núcleo, ha iniciado una profundización integral de la política de Reforma y Apertura. Es un momento histórico que pasará a los anales de los historia como la segunda inflexión más trascendente en la historia del Estado moderno chino. Xi Jinping no solo busca emular los éxitos de la primera inflexión, sino que aspira a superarlos conduciendo a un enjambre de innovadores chinos por la senda del socialismo con peculiaridades chinas de la nueva era.

 

 



 

 


 


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