Colombia se ha convertido en el tercer país, después de Holanda y Bélgica, y el único en Latinoamérica en regular la práctica de la eutanasia para menores de edad aquejados con una enfermedad terminal que no les permite tener una vida digna.

Cabe señalar que el tema se aprobó para adultos hace 20 años, pero no tuvo reglamentación hasta el 2015. Desde entonces, alrededor de 40 personas se han sometido a este controvertido procedimiento que todavía enfrenta el rechazo de sectores religiosos y conservadores en este país de mayoría católica.

La Corte Constitucional ordenó al Gobierno el año pasado “hacer efectivo el derecho a morir con dignidad de los niños, las niñas y los adolescentes”, y el Ministerio de Salud emitió el viernes una directiva al respecto que detalla los diferentes casos en razón de la edad y siempre bajo el supuesto de una dolencia terminal con sufrimiento constante, insoportable y sin alivio. Asimismo, los hospitales deben establecer un comité multidisciplinario para velar porque se cumplan dichos requisitos.

Así, los menores de 6 años y aquellos con discapacidades mentales o trastornos psiquiátricos quedan excluidos. Entre los 6 y los 12, solo se aceptan situaciones excepcionales, mientras entre 12 y 14 prevalece el deseo del menor junto a la aceptación obligatoria de los padres. A partir de los 14, solo se tiene en cuenta la voluntad del adolescente.

Todo comenzó en 1997 con una sentencia de la Corte Constitucional que muchos la consideran como una férrea defensa de las libertades individuales. “El derecho a vivir en forma digna implica también el derecho a morir dignamente”, dice el pronunciamiento del magistrado Carlos Gaviria. “Nada tan cruel como obligar a una persona a sobrevivir en medio de padecimientos oprobiosos, en nombre de creencias ajenas”, alegaba.

Luego no hubo cambios hasta un nuevo fallo del alto tribunal en 2014 que obligó al Ministerio de Salud a regular la eutanasia al año siguiente. El paciente en cuestión fue Ovidio González, un zapatero de 79 años con un cáncer agresivo en la boca que lo había despojado del olfato y el gusto, y lo había hecho perder casi 40 kilos.