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spanish.china.org.cn | 16. 11. 2017 | Editor:Lety Du [A A A]

En Bonn, China y el mundo dan un paso más en lucha contra el cambio climático

Palabras clave: Bonn, China, cambio climático



Por Mauricio Castellanos

 

El año pasado fue el más cálido en la historia del planeta desde que se tienen registros. Además, la concentración de CO2 en la atmósfera fue de 403,3 partículas por millón, cuando en 2015 había sido de 400 ppm. Sigue aumentando.

 

“Hace entre 3 y 5 millones de años que la cantidad del contaminante no llegaba a tal nivel. En ese entonces la temperatura era entre 2 y 3 grados centígrados más alta, y el nivel del mar era 10 o 20 metros más alto que el actual”.

 

Si esos datos, incluidos en el informe anual de la Organización Meteorológica Mundial, no son lo suficientemente convincentes, están los hechos, las imágenes de los noticiarios y las fotos de los periódicos y las páginas web con ciudades enteras arrasadas por huracanes, sequías e inundaciones que no distinguen entre ricos y pobres, y que dejan cada año muertos, heridos, desaparecidos y “refugiados climáticos” en cantidades alarmantes.

 

Todo esto pone en ridículo esa afirmación de que el cambio climático es un invento de China para frenar el desarrollo de Estados Unidos y favorecer el suyo propio.

 

Lo que está pasando en el mundo obliga a aprovechar al máximo la XXIII cumbre de las partes sobre el cambio climático (COP23) que se celebra en Bonn. Es imperativo evaluar hasta qué punto se están cumpliendo ya las metas del Acuerdo de París y avanzar cuanto sea posible en la elaboración de las directrices para su implementación plena, que, según los entendidos, deberán estar finalizadas y listas para ser adoptadas en la próxima reunión, a celebrarse en un año en la ciudad polaca de Katowice.

 

Bonn es llamativa porque será la primera desde que Donald Trump decidiera retirar a EE. UU. del acuerdo, que solo unos meses atrás había ratificado su antecesor, Barack Obama, junto con el presidente chino, Xi Jinping, en una de las decisiones conjuntas más celebradas a nivel mundial en los últimos tiempos. No quiere decir esto que la cumbre demostrará al mundo cómo no se puede avanzar sin el gobierno estadounidense, sino, por el contrario, le demostrará a la administración Trump que la humanidad ha alcanzado un grado de concienciación y madurez suficiente para seguir avanzando en el propósito de frenar el calentamiento global aún sin su participación.

 

Por supuesto que el hecho de que el país norteamericano deje de hacer el aporte que le corresponde en fondos y tecnología es un retroceso (si bien, a la luz del propio acuerdo, lo más pronto que podría hacer efectivo su retiro es en noviembre de 2020), pero es un gran aliento ver que una buena parte de la población, la academia y el empresariado de uno de los países que más emisiones contaminantes arrojan a la atmósfera (alrededor del 15 por ciento), agrupados en organizaciones como la coalición “We Are Still In” (Nosotros seguimos presentes), tienen una posición sensata y siguen del lado de quienes entienden que la situación del planeta no da espera.

 

A diferencia de Estados Unidos, China sigue plenamente comprometida, y día a día trabaja por igual con países desarrollados y en desarrollo para garantizar un entorno saludable a las nuevas generaciones.

 

China no empezó a luchar contra el cambio climático después de ratificar el acuerdo, ha venido haciéndolo desde cuando sus posibilidades tecnológicas y financieras empezaron a permitírselo. Gracias a eso, por ejemplo, en diez años emitió 4.100 millones de toneladas menos de dióxido de carbono, y solo en 2016 redujo la intensidad por unidad del PIB en un 6,6 por ciento, cuando el objetivo era el 3,9 por ciento. Aparte de esto, en lo que va de este año ha reducido la proporción de carbón en el uso total de energía en más de tres puntos porcentuales frente a 2016. Y mantiene, por supuesto, su promesa de reducir la intensidad de carbono en un 18 por ciento y aumentar la cuota de combustibles no fósiles en su consumo al 15 por ciento entre 2016 y 2020. Su ciudadanía, cada vez más educada, también aporta, haciendo un uso más racional de los recursos e inclinándose de manera creciente por los vehículos híbridos y eléctricos.

 

El mundo ha perdido la confianza en el gobierno de Estados Unidos, pero sabe que puede seguir confiando en China, y sabe que tiene que seguir trabajando para cumplir juntos con los nada fáciles objetivos fijados en París de mantener el promedio del aumento global de las temperaturas en este siglo entre 2 y 1,5 grados centígrados frente a los niveles preindustriales.

 

El país asiático no es de los que evaden sus responsabilidades, es conciente de que en su momento priorizó el desarrollo ante la protección ambiental. Es un proceso que atravesaron prácticamente todos los países que son ya industrializados. Hoy da pasos concretos hacia la solución, y también aportará hasta donde le sea posible para que la cumbre de Bonn constituya un avance decisivo hacia la implementación del Acuerdo de París. 


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