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spanish.china.org.cn | 08. 11. 2017 | Editor:Lety Du [A A A]

Trump en Beijing, una nueva oportunidad para el mundo

Palabras clave: Trump, China, EE.UU., Xi Jinping

Por Mauricio Castellanos


La visita de Estado que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, realiza por estos días a China, se antoja como una oportunidad inmejorable para que las dos potencias limen asperezas, se ajusten mejor una a la otra, y den un nuevo impulso a una relación que desde hace tiempo dejó de limitarse a lo bilateral y hoy involucra los intereses de todo el mundo.

Quienes alentados por la beligerante retórica de campaña de Trump esperaban ansiosos que la relación sino-estadounidense cayera en el caos tras su posesión, se quedaron con los crespos hechos, pues con los destacados logros del viaje del presidente Xi Jinping al país norteamericano en abril y con la atmósfera positiva que envuelve la visita del antiguo magnate inmobiliario a Beijing, es evidente que los dos líderes saben muy bien que lo mejor para sus respectivas naciones es la cooperación.

Evidentemente, las particularidades culturales y políticas, los intereses nacionales de cada uno, la influencia de los dos en el plano internacional, más el masivo tamaño de sus economías, dan pie para que surjan diferencias. Lo importante es evitar que estas arrebaten el lugar a los puntos de concordancia, que son muchos más.

Entre los varios temas que abordarán en los dos días que durará la visita, dos concentran la atención de la comunidad regional e internacional: el asunto nuclear de la República Popular Democrática de Corea (DPRC) y la relación comercial bilateral.

Expertos, analistas y miembros del gobierno de EE. UU. han vaticinado que Trump “presionará a Xi” para que “fuerce” a la RPDC a poner freno a su programa nuclear.

Tales vaticinios pasan por alto el hecho de que hoy en día China y Estados Unidos se miran a los ojos y se tratan de igual a igual, por lo que aquello de que el líder norteamericano le ordene a su homólogo chino lo que ha de hacer suena del todo desfasado y pasado de moda. También pasan por alto que la RPDC es un país soberano, y que, a diferencia de EE. UU., China tiene como una de las bases de su diplomacia el respetar la soberanía de los demás estados.

Solucionar el asunto nuclear de la península coreana es, de hecho, más importante para China que para EE. UU., dado que China sí es parte de la región, y que, con la mira puesta en desarrollarse hasta llegar a ser un gran país socialista moderno, valora la paz y la estabilidad más que muchos otros. Por eso ha propuesto la “doble suspensión”, una salida efectiva para alejar el riesgo de una confrontación militar cuyas consecuencias serían devastadoras a nivel regional y mundial.

No hay duda de que Xi y Trump tratarán el asunto, pero la esperanza de China es que el mandatario estadounidense valore su propuesta, que, junto con el respaldo brindado a las resoluciones sancionatorias de la ONU, demuestra el pleno compromiso del país para lograr la desnuclearización de la península.

Aparte de todo esto, China sigue reiterando su llamado a reactivar las conversaciones a seis bandas, con la convicción de que la solución última a las diferencias no es la confrontación sino la negociación.

Más no se le puede pedir a China para solucionar una crisis de la cual no es responsable. Más sí se le puede pedir a Estados Unidos, que para demostrar su “interés y preocupación” por la estabilidad de la región, realiza provocadoras maniobras militares y despliega un escudo antimisiles con intenciones más que dudosas.

También se ha pronosticado que Trump “exigirá” al jefe de Estado chino un mayor acceso de las empresas estadounidenses al mercado del país asiático. En el proceso de reforma, China no ha parado de abrirse al mundo, y de todos los países, EE. UU. es uno de los más beneficiados, al punto de que China es su principal socio comercial, denominación que también le cabe a ese país con respecto a China. Ninguna otra pareja de economías puede presumir de haber negociado 648.200 millones de dólares el año pasado.

Es entendible el afán de los negocios de Estados Unidos por hacerse a una tajada del jugoso mercado chino. No obstante, deben entender que el proceso de apertura debe hacerse paso a paso, y también deben valorar los avances logrados en ese campo, gracias a los cuales cada vez más compañías de ese país distribuyen hoy sus productos en China.

Una relación comercial de esta talla no está exenta de desacuerdos, pero la forma de solucionarlos no es agravarlos al punto de generar una guerra comercial, sino encontrar salidas negociadas, para lo cual mecanismos como el Diálogo Económico Integral, cuya primera edición se celebró en Washington en julio, y en la que ambos países prometieron trabajar juntos para resolver el problema del déficit comercial, son de crucial importancia. Este tipo de compromisos son mucho más efectivos y provechosos para ambas partes que las medidas proteccionistas y los intentos por hacer caso omiso a las normas de la Organización Mundial del Comercio que caracterizan la política comercial de la nueva administración del país norteamericano.

Es de celebrar que el tono belicoso de Trump en época electoral solo haya sido una estrategia de campaña y tras posesionarse haya optado por el pragmatismo. Como las dos mayores economías, y en aplicación del nuevo tipo de relaciones entre potencias, EE. UU. y China tienen ante el mundo la responsabilidad de respetar los intereses del otro, minimizar los desacuerdos y maximizar la cooperación. Con claridad lo dijo Xi en una de las numerosas llamadas telefónicas que han sostenido a pesar de que los fatalistas siguen inventándose la inminencia de un guerra: “tenemos mil razones para mantener una relacion China-Estados Unidos sana y ni una sola razón para dañarla”.

Con seguridad, la “visita de Estado plus” con la que el líder chino está retribuyendo las atenciones de Trump en Mar-a-Lago, será un nuevo paso adelante en la solidificación de lo que ambos han definido como la relación bilateral más importante del mundo.

 


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