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spanish.china.org.cn | 21. 08. 2017 | Editor: Lety Du [A A A]

Lo que China puede enseñar a Estados Unidos en limpieza del aire

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Lo que China puede enseñar a Estados Unidos en limpieza del aire

Un trabajador cuelga adornos en el Parque de la Muralla de la dinastía Ming bajo un cielo azul en Beijing, marzo de 2017.

Cada año, más de 4 millones de personas en todo el mundo mueren de manera prematura a causa de la contaminación del aire. Solo en China, el número excede el millón anual. La cifra no resulta extraña dada la gran cobertura periodística en torno a la gruesa capa de niebla tóxica que envuelve Beijing, Shanghai y otras ciudades chinas. Sin embargo, el aire en Estados Unidos no es del todo óptimo y su tratamiento no recibe mucha atención.

El Instituto Tecnológico de Massachusetts estimó en 2013 que la contaminación del aire es responsable de 200 000 decesos tempranos en el país norteamericano cada año, por encima de los accidentes de tráfico y la diabetes. Pero mientras China trata de combatir agresivamente el problema, su par americano flexibiliza medidas protectoras en aras del crecimiento económico, una estrategia pobremente concebida que resultará en un impacto devastador para la salud del ser humano.

Estudios en los últimos 20 años han conectado el grado de PM2,5 (partículas de 2,5 micras o menos en el aire) a una serie de enfermedades, entre ellas asma, bronquitis aguda, cáncer al pulmón, ataques cardíacos y males cardiorespiratorios. Sabemos también que los principales emisores de PM2.5 son plantas de energía, la industria pesada y el motor de los vehículos.

Conociendo al contaminante y sus orígenes, la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos, en concordancia con la ley 1990 de aire limpio, emitió nuevos estándares para reducir el nivel de PM2,5. El organismo cree que entre 1990 y 2015, la concentración nacional de partículas cayó 37 % y que en 2010, cerca de 160 000 muertes prematuras fueron el resultado de las regulaciones. En breve, pese al gran número de bajas por la mala calidad del aire, Washington iba por el camino correcto hasta este año.

Ahora, el presidente Donald Trump ha prometido crear “una prosperidad inconcebible” mediante el rechazo de estas normas destinadas a la reducción de emisiones tóxicas de las plantas de carbón, al bajar o eliminar el promedio de eficiencia en el uso de combustible para los autos y desmantelar la agencia. Asimismo, ha hecho votos por descartar los límites en la extracción de petróleo, abrir más terrenos públicos a la minería y expandir la producción de combustible y gas en los océanos Ártico y Atlántico.

Asumamos, por un momento, que dichas políticas efectivamente creen riqueza para la nación y no solo para el ramo de combustible fósil. ¿Cuál es el precio, como país, que Estados Unidos está dispuesto a pagar? ¿Cuántas muertes tempranas al año debe haber para decir basta?

Estas son alternativas que no requieren una suma cero entre avance económico y salud. Irónicamente, en este aspecto China es un lugar que sirve de ejemplo.

Tomar a China como modelo puede sonar absurdo. Después de todo, sus niveles de PM2,5 superan por mucho a los de Estados Unidos y su consumo de combustibles fósiles, especialmente del carbón, es mayor. Sin embargo, el Gobierno está tomando medidas para revertir el curso, liberar al país de su dependencia en los combustibles fósiles y crear una economía a futuro orientada por energías limpias y tecnología ecológica.

Hoy en día, China es el mayor inversionista en energías renovables, con gastos en 2015 de 103 000 millones de dólares, duplicando el desembolso estadounidense de 44 000 millones. De los 8,1 millones de empleos en el campo energético verde, 3,5 millones están en China y menos de un millón en Estados Unidos. Convencido de que las energías limpias son buenas tanto para el medio ambiente como para la economía, Beijing ha dispuesto de 367 000 millones de dólares para el 2020 en el desarrollo de fuentes renovables de poder, lo cual generaría 13 millones de puestos de trabajo.

Respecto a la contaminación del parque automotor, el Gobierno ha priorizado el uso de coches eléctricos y ha establecido una meta de 5 millones en las pistas de la nación para el 2020. Con el fin de promover las ventas, los compradores reciben beneficios tributarios ($6000 - $10 000 por carro) Y anticipándose al reemplazo final de los vehículos de motor en el mundo, las autoridades chinas han otorgado generosos subsidios al ramo manufacturero local.

Por el contrario, la Administración Trump trata de volver al pasado y apuesta por el regreso del obsoleto y mortífero sector de combustibles fósiles. En ese sentido, describe la transición a coches eléctricos como un asesino de empleos. Trump defiende el fin de los subsidios al desarrollo local, fabricación y compra como el crédito al impuesto federal de $7500 para los consumidores.

La dependencia de China por los combustibles fósiles ha dado pie a un daño medioambiental de gran magnitud, pero sus líderes están determinados en salir del hoyo. Por su parte, Washington literalmente está cavando su propia tumba. Con cerca de 200 000 muertes prematuras al año, el orgullo económico desmedido no debe impedir la búsqueda de soluciones, donde quiera que sea.

 

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