Mo Wenzhen, exjefe del Partido en el poblado de Shangxing, sacó a sus paisanos fuera de las montañas y los liberó de la pobreza.

A primera vista, Mo Wenzhen, de 66 años, con su cara bronceada y cabello cano, luce como cualquier otro trabajador del campo, pero su coraje y determinación salen a relucir cuando relata cómo sacó de la pobreza a sus paisanos.

Nacido en el poblado de Shangxing, distrito de Tianyang, en la Región Autónoma Zhuang de Guangxi, en el sur de China, Wenzhen se desempeñó como funcionario del comité local a principios de los años 70.

Hace 30 años, los aldeanos todavía vivían asentados en las montañas rocosas, conocidas como karst, donde casi no existía tierra fértil. Los residentes poseían menos de 0,2 mu (134 metros cuadrados) per cápita para el arado y la cosecha de granos era tan escasa que solo duraba para uno o dos meses.

"El resto del año, dependía del gobierno distrital para dinero, alimentos y ropa”, señaló Wenzhen, mientras fruncía el seño al recordar tan amargo pasado.

Las viviendas eran de paja, no había electricidad ni agua potable. Cuando llovía, el camino se convertía en un lodazal imposible de transitar.

Con la firme convicción de cambiar su destino y el de sus vecinos, este hombre, entonces subjefe de la localidad, decidió alentarlos a salir de la zona montañosa, pero su propuesta se enfrentó a la negativa de los más ancianos, incluso el líder de la comunidad y su propio padre lo calificaron de poco realista y alegaron que nadie había hecho eso antes.

La gente en Shangxing solía vivir en las montañas.

A pesar de las dudas y objeciones, en 1987 Wenzhen sacó a 16 familias, unas 83 personas, fuera de las montañas. Luego adquirieron 450 mu de tierra de cultivo de una aldea cercana y empezaron a cosechar caña de azúcar y mandioca.

El mango llegó en los años 80 y puesto que era apto para el suelo rojo típico de la región, Wenzhen decidió que la fruta los sacaría de la pobreza, pero la tarea no fue nada fácil.

Wenzhen recuerda que iniciaron la cosecha a inicios de los 90, no tenían dinero para comprar las semillas ni los fertilizantes. Tenían que ir al pueblo de al lado para recoger los mangos desechados y juntar cenizas y heces como sustitutos de abono. Asimismo, la falta de experiencia también jugó en su contra.

En los primeros 5 años, los árboles no dieron ni una fruta, indicó Mo. Eso lo forzó a busca asistencia de agricultores con años en el oficio y contactar a Ou Shijin, un experto horticultor de la Universidad de Guangxi. Después de varios intentos y errores, empezó a adquirir conocimientos sobre la plantación de mangos.

Después de aprender las técnicas, las enseñó a los otros pobladores y a quienes vivían en las aldeas aledañas.

Gracias al cultivo del mango, el ingreso per cápita de los locales en Shangxing subió de 100 yuanes en los 80 a más de 8 000 yuanes, "el cual no es un gran número comparado con otras áreas, pero es un cambio enorme para nosotros”, destacó Mo.

Árboles de mango

Al ver las mejoras que la cosecha de mangos trajo, más aldeanos dejaron la montaña y se unieron a la tarea. El gobierno local los apoyó con 3200 mu de terreno a precios asequibles.

Ahora los más de 1300 habitantes del poblado viven en tierra plana, en nuevas viviendas con senderos pavimentados, agua potable y electricidad.

Debido al éxito de la iniciativa, Wenzhen recibió la invitación de funcionarios del Gobierno para compartir la experiencia y fue contratado como consultor de una plantación de mangos, como parte del proyecto de lucha contra la pobreza del distrito de Tianyang. Sin embargo, todavía quedan 254 personas que viven con lo mínimo y que en su mayoría no posee tierras.

Wenzhen sostuvo que el comité local los está ayudando a conseguir empleo en los cultivos de la fruta y en los sectores de servicios y turismo.