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spanish.china.org.cn | 19. 12. 2016 | Editor: Lety Du [A A A]

Trump y América Latina: Una incógnita latente

Palabras clave: 特朗普上台未来拉美何去何从

Por Damián Estrada

 

Tras poner al planeta sobre ascuas, la sorpresiva llegada al poder en EE.UU. del magnate Donald Trump provoca conatos de estremecimiento en América Latina

Entre los latinoamericanos - tanto los países de esa región geográfica como los numerosos inmigrantes de esa procedencia que no han regularizado su situación migratoria en EE.UU.- prima un especial temor sobre qué les aguarda con el actual presidente electo. Durante su campaña electoral, Donald Trump hizo especial hincapié en su aspiración a modificar leyes y adoptar medidas que podrían afectar directamente los acuerdos comerciales con los primeros y las condiciones de vida de los segundos.

“Las propuestas de Trump concernientes a la región (latinoamericana) se concentraron en tres políticas muy específicas y – en el caso de las dos primeras – constituyeron el núcleo de su plataforma política. La primera es construir un muro en la frontera con México y deportar a los 11 millones de inmigrantes indocumentados que hay en el país. La segunda fue renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés, que Estados Unidos firmó con Canadá y México en 1992) y ponerle un arancel del 35% a las importaciones provenientes de México”, aseguró a la prensa Juan Carlos Hidalgo, analista de políticas públicas sobre América Latina del Instituto Cato, que tiene por sede a Washington DC.

Como tercera estrategia política hacia la región destaca un tema que ha sido una especie de espina en el costado para más de una decena de presidentes de EE.UU.: Cuba y su revolución socialista, que ha sobrevivido a la tenaz oposición de Washington por casi seis décadas.

Al viajar al sureño estado de La Florida, como parte de su ejercicio proselitista, Trump se presentó ante la comunidad de origen cubano, a la cual prometió hacer todo lo posible por ralentizar, e incluso revertir, el proceso de acercamiento diplomático y general que Cuba y Estados Unidos han estado propiciando desde diciembre de 2014, cuando los dos gobiernos anunciaron su anuencia a retomar los nexos diplomáticos y normalizar la hasta entonces deteriorada y casi siempre tensa situación política bilateral.

Trump refrendó entonces su aspiración a volver a la época previa al 17-D con respecto a La Habana, algo que se encargó de refrendar con las duras declaraciones que emitió en su cuenta personal de Twitter, tras la reciente muerte del líder revolucionario cubano Fidel Castro. Todo esto hace percibir un posible retroceso en el “deshielo” que promovió con particular ahínco su antecesor en el cargo, Barack Obama.

“Trump fue muy explícito en estas propuestas y le resultará muy difícil echarse para atrás sin quedar mal y decepcionar a sus votantes. La implementación de estas tres políticas, sin lugar a dudas, deteriorará la relación de Estados Unidos con la región”, agregó Hidalgo.

A esta apreciación se suma la del presidente del centro estadounidense de pensamiento denominado Diálogo Interamericano, Michael Shifter, quien calificó a Trump de “muy impredecible y poco coherente en sus posiciones”, además de describir su victoria como un irremediable “salto al vacío” en términos de relaciones exteriores, entre ellas las que pueda forjar con América Latina a lo largo de su mandato.

BALA PERDIDA

Del análisis de Shifter sobre la personalidad de Trump se deriva que estaríamos ante una especie de “bala perdida”, cuyo trayecto impredecible implica que las eventuales víctimas podrían resultar heridas de gravedad cuando menos lo esperen.

A tal tenor, otros países del área parecen contener hoy el aliento, intentando descifrar qué les llegará a partir del 20 de enero desde la potencia del Norte, cuyos gobernantes los han asumido a través de la historia con una buena dosis de paternalismo y condescendencia, cuando no de abierta arrogancia y talante injerencista.

En el caso de Colombia, los analistas parecen apostar por la continuidad del apoyo económico estadounidense a las negociaciones de paz entre Gobierno y guerrilla, proceso que EE.UU. ha monitoreado celosamente, en busca de asegurarse que no ocurra allí una crisis de inestabilidad social. Colombia ha sido asimismo la principal fuente suministradora de drogas hacia EE.UU., lo que ha implicado una ardua labor para la agencia antinarcóticos estadounidense y una continua sangría de recursos desde el Norte, con el fin de poner coto a ese flagelo.

Venezuela es algo más delicado, ya que desde la irrupción en la escena política continental del desaparecido presidente Hugo Chávez, dicha nación se ha tornado en otro desafío para Washington, en virtud de su declarado reordenamiento socialista y declarada vocación latinoamericanista, en contraste con la virtual subordinación que por años consiguió Washington entre sus vecinos meridionales

Cabe esperar que Trump apoye algún esquema que de alguna forma se incline a desestabilizar al actual Gobierno de Caracas, en busca de reinstaurar en el poder a la derecha opositora, siempre más propensa a congeniar con los designios estadounidenses.

En lo tocante al área centroamericana los vaticinios se centran en el afán norteamericano de cambiarles su actual patrón de consumo de petróleo, forzándolos de algún modo a servirse de las importaciones desde EE.UU., en lugar de privilegiar los envíos de crudo venezolano, como sucede en la actualidad. Tal ocurrencia se correspondería en gran medida con el perfil virulentamente empresarial de Donald Trump, como avezado hombres de negocios, que siempre pone la gnancia por delante de cualquier consideración.

Estas son a grandes rasgos las expectativas más destacadas en el perfil de la próxima administración de la Casa Blanca con respecto a los latinoamericanos. Se trata, en fin, de la consabida “bala perdida”. Una incógnita latente hasta el minuto en que impacte en el cuerpo de la desprevenida víctima.

 

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