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spanish.china.org.cn | 13. 07. 2016 | Editor: Elena Yang [A A A]

Pese a “fallo en contra” China sigue abierta al diálogo

Palabras clave: Pese a “fallo en contra” China sigue abierta al diálogo

Por Mauricio Castellanos

 

Confirmando que sus motivaciones eran políticas, el fallo del “arbitraje” del Tribunal Permanente de La Haya en relación con la soberanía del Mar Meridional de China fue favorable a Filipinas. Todo el suspenso que generó el tribunal anunciando semanas atrás la supuesta inminencia de su veredicto para, al final, emitirlo mucho después, garantizó una audiencia mundial para “la gran noticia”.

Sin embargo, el espectáculo mediático, como todos los de su tipo, se perderá pronto en el mar de información en el que navega el mundo, y la gente seguirá ocupándose de sus vidas como si nada hubiera pasado. Y es que así es, nada pasó.

Como ya lo había advertido oportunamente, China no acatará el fallo, simplemente porque no está obligada a hacerlo, teniendo en cuenta que el Tribunal de La Haya, dada la adhesión de China a la cláusula de reserva de la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar, carece de competencia para dirimir disputas como la que tiene con Filipinas. Por eso mismo, un resultado “a favor” tampoco hubiera tenido la mínima incidencia, y también hubiera pasado desapercibido tanto para el gobierno como para los ciudadanos chinos.

El gobierno del país vecino sabía que llevar el asunto ante la corte era una pérdida de tiempo, y sin embargo lo hizo; tal vez sus problemas internos no revisten suficiente urgencia, y se pueden dar el lujo de desperdiciarlo.

El asunto no ocuparía en lo más mínimo a China de no ser por el severo daño a las relaciones bilaterales, las cuales, a diferencia de Filipinas, Beijing se esmera por mantener en el mejor estado posible. La denuncia interpuesta por Manila en 2013 tomó por sorpresa a China, que había creído en el compromiso adquirido por el gobierno filipino en noviembre de 2002, cuando firmó, junto con los demás países miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), y con China, la Declaración sobre la Conducta de las Partes en el Mar Meridional. También había creído en un compromiso bilateral hecho en 2011, según el cual las disputas territoriales serían solucionadas a través de negociaciones. Asimismo, confiaba en el buen juicio de su contraparte para entender que la primera condición para solicitar un arbitraje es que las dos partes estén de acuerdo en dar este paso.

Al lanzarse a su aventura “legal”, la administración de Benigno Aquino III demostró que en realidad poco le interesan la ley internacional y la paz y la estabilidad regionales. Prefirió seguirle el juego a su poderoso aliado norteamericano y sacrificar sus propios intereses y los del vecindario, elevando las tensiones a niveles que nadie quería ver. La pregunta es, ahora que tiene el fallo a favor, ¿qué va a hacer? La respuesta es, no hay nada que pueda hacer, dada la inutilidad del mismo.

No sabemos si dentro de los cálculos de Aquino, y de Washington, estaban los tres años que ha durado el proceso en La Haya, pero no deja de llamar la atención que el punto final de esta novela se haya puesto cuando el palacio presidencial de Manila tiene ya un nuevo inquilino. Ellos armaron la hoguera y encendieron el fuego, y ahora el nuevo presidente, Rodrigo Duterte, tiene la delicada misión de apagar el incendio.

Después del profundo daño causado a los lazos bilaterales, renacer de las cenizas va a ser muy difícil. Pero no imposible. Acaso la única arista positiva de este prisma es la inquebrantable disposición de China a sentarse a dialogar, a pesar de todo. La esperanza de China y de toda la región es que Duterte se comporte como un buen vecino y priorice la estabilidad regional y la buena salud de las relaciones con los países colindantes. El gobierno filipino debe entender que la región y cada uno de los países que la integran ya son mayores de edad y no necesitan de hermanos mayores que vengan a “poner orden”, mucho menos si no son asiáticos. Como mayor de edad, Manila debe estar en condiciones de sentarse a la mesa de la negociación con China, a solas, y llegar a un consenso que permita dejar atrás la disputa, y, más que ella, la afrenta de haber solicitado un arbitraje de forma unilateral. Seguir el juego suicida de su predecesor sólo servirá para lo mismo que ha conseguido hasta ahora: caldear los ánimos y poner todavía más barcos y aviones de guerra estadounidenses en la región.

Poner en duda la soberanía de China sobre el Mar Meridional y sus islas adyacentes después de 2.000 años carece de todo sentido. Como carece de sentido tratar de solucionar un asunto que sólo concierne a dos a través de terceros. China seguirá dispuesta a defender su territorio al costo que sea, pero también seguirá dispuesta a dialogar para alcanzar un consenso que permita dejar la disputa y este mal momento en el pasado, y trabajar de la mano con todos sus vecinos para alcanzar el desarrollo pacífico que toda la región quiere.

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