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spanish.china.org.cn | 27. 10. 2015 | Editor: Eva Yu | [A A A] |
Por Jorge Fernández
Estabilidad económica bajo una normalidad de crecimiento en un contexto de incertidumbre internacional es algo que pocos países y líderes del mundo pueden pronunciar hoy en día sin balbucear.
Entre los temas preferidos de la prensa internacional está la incertidumbre sobre el crecimiento de la economía de China y las perspectivas a futuro de la transformación del modelo de desarrollo económico. La incidencia de estos temas creció recientemente durante la visita del presidente Xi Jinping a Estados Unidos y a Reino Unido, y su contenido pasó a ser parte de un marco conceptual para definir el grado con el que se debe estrechar la relación con China.
Es entendible la vehemencia con la que se abordan estos temas, especialmente en tiempos de desasosiego en el terreno internacional y de reformas estructurales en el campo nacional. Sin llevar el análisis muy lejos, hace apenas unos meses el mundo observó atónito una disminución en el crecimiento económico de China, una disminución en el comercio exterior, la crisis en las bolsas del país y una devaluación de la moneda RMB.
Pese a esto, la definición del desempeño económico de China no puede medirse en referencia a escenarios efímeros que son los que alimentan la vehemencia de algunos argumentos, sino que por el contrario, la apreciación de resultados y del cumplimiento de objetivos deben hacerse en atención a los trabajos en su conjunto. El XII Plan Quinquenal de China para el periodo 2011-2015 es quizás uno de los que más ha padecido el efecto de variables exógenas y el que ha respondido con mejores resultados dadas las hostilidades del momento.
La base del análisis entre algunos expertos ha estado delimitada por una transitoriedad que resulta importante, pero no fundamental para crear un argumento sostenible que califique el desempeño de China y la viabilidad para estrecharse con el gigante asiático. La fugacidad de momentos, los trabajos para evitar caer en la temida trampa del medio ingreso y los remedios para hacer frente a las dificultades no deben desligarse, a ojos de una comunidad de expertos, de la meta establecida por China de crear una sociedad modestamente acomodada para el año 2020.
Así, la observación del cumplimiento de un plan general y la atención o descuido de los agravios que surgen de la incertidumbre, nacional o internacional, deben ser la base de un análisis para medir el desempeño que China ha tenido. Especial atención deberá prestarse al hecho de que mientras la recesión económica internacional azotaba a los países desarrollados, volcando a muchos a ejecutar medidas urgentes de rescates, el XII Plan Quinquenal de China sorteaba pragmáticamente los momentos más difíciles de los años de crisis.
En el periodo 2011-2015, China registró de cara a desalentadores informes económicos de otras partes del mundo, un crecimiento estable y relativamente alto cuyo promedio quinquenal, visto en retrospectiva, es casi del 8 por ciento. Esta cifra difícilmente se mantendrá en los años venideros, parcialmente por los trabajos que orientan al país hacia una nueva normalidad económica, en la que el valor fundamental recae no en la cantidad sino en la calidad del crecimiento económico. Una disminución en el crecimiento económico de China no es ni debe entenderse como el colapso de un proyecto nacional.
A lo largo de este periodo y pese a mantener un promedio sorprendentemente alto de crecimiento, el consumo interno evitó que China dependiera de la demanda extranjera -especialmente en periodos en los que la disminución de entradas por este rubro sumió a muchos países en el caos-, y esto permitió, a su vez, que el sector de los servicios, que sumó un 49.5 por ciento de la economía china, se desempeñara con solidez frente a la desaceleración económica, incluso mejor que el sector de la fabricación.
En un escenario de salida de capitales, caída de los precios de la materias primas y un significativo endeudamiento empresarial en otras partes del mundo, el periodo 2011-2015 atestiguó la materialización de infraestructura en China, especialmente en la construcción de carreteras y vías férreas, de las que sólo el tren de alta velocidad sumó una extensión de 112 mil kilómetros. La infraestructura no sólo fue modesta en otros países, sino que se registraron cancelaciones y redefiniciones dadas las complicaciones financieras para costear nuevos proyectos.
La dirigencia china ha hecho énfasis y ha desplegado un amplio trabajo de convencimiento para alentar a más países a creer en el proyecto económico de China. Este trabajo se ha visto apuntalado con numerosas visitas de estado e intercambios de alto nivel, en los que la incertidumbre de momentos muy concretos quedan sometidos a los trabajos en su conjunto, resultados que son, en sí mismos, impulsados por el pueblo de China en sus planes quinquenales, y muy concretamente, en este último XII Plan Quinquenal, apoteósico dada la situación mundial.
La realidad es cruda para referirse a la recuperación mundial y bajo ese contexto el desempeño que ha tenido la economía de China, más allá de la elocuencia oficial y de la retórica mediática, ha permanecido en el terreno de la estabilidad, una palabra que hoy por hoy muy pocos países y líderes del mundo pueden pronunciar sin balbucear y caer en la mentira.