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spanish.china.org.cn | 23. 10. 2015 | Editor: Lety Du [A A A]

La cabina roja

Palabras clave: China, Reino Unido, Xi Jinping

Por Nicolás Giménez Doblas

 

Que Reino Unido esté interesado fortalecer su amistad con China e incrementar sus relaciones comerciales no debería sorprender a nadie, dada la influencia que ha cobrado esta última en el panorama internacional. El trato con la misma se está convirtiendo prácticamente en ineludible para aquellos países que deseen prosperar sus proyectos.

Pero este hecho en relación con Reino Unido no deja de ser simbólico. Primero, por ser el padre de EEUU, tal y como lo conocemos en la actualidad, que disimuladamente vuelve aún más la cabeza de Occidente a Oriente, en una muestra más de reconocimiento a la necesidad de estrechar el vínculo con China.

En segundo lugar, la eterna ambición de un país que, a pesar de ser muy limitado geográficamente, se ha caracterizado por ser un gran estratega político, que sabe moverse para estar en lugar y momento adecuados, y supliendo sus propias deficiencias con una gran destreza y habilidad, cuyos resultados son dignos de admiración a día de hoy. Quizá su pueblo lleva estas virtudes en la sangre, mas hay que tener en cuenta también su capacidad para aislarse de su entorno, o en cambio participar en el mismo. Un claro ejemplo es su papel con respecto a la historia de su continente, y especialmente en la actualidad con su relación con la Unión Europea. No solo el mar distancia, sino que crea carácter y perspectiva.

En los últimos días ha expresado ya abiertamente su deseo de convertirse en el país europeo con más negocios con China, convirtiéndola en su segundo mercado, solo superada por Estados Unidos por medio del impulso de las exportaciones y pasar de 25000 millones libras a 30000. Para ello, tratará de alcanzar varios acuerdos de inversión con empresas británicas, en concreto en infraestructuras, tales como centrales nucleares y el proyecto ferroviario HS2, que pretende unir Londres con el norte del país, en el marco de un plan de desarrollo para ciudades de esta zona.

En el desarrollo de la energía nuclear, China podría participar en la central de Hinckley Point, en el Condado de Somerset, e incluso en la construcción en Bradwell, en Essex, u otros lugares del reino. También los ingleses están muy interesados en el negocio del acero, ya que en su país los precios han llegado a ser tan elevados que han dejado de ser productivos, consecuencia, en parte, del bajo coste de los productos chinos en el mercado internacional, al que no pueden hacer frente.

Hacía diez años que un presidente chino no pisaba suelo británico y diecinueve de una visita de un miembro de la familia Reala al país asiático. Es evidente que esta situación, tratándose de dos de las potencias del mundo, no podía mantenerse así mucho tiempo. Fue en marzo de este año cuando Guillermo de Inglaterra viajó a Shanghái, Yunnan y Pekín, donde se reunió con el Presidente chino, reanudando este tipo de actos como parte del complejo cortejo entre los dos países.

Esta semana se invierten los papeles de este juego de gestos que es la política. Esta vez el anfitrión es Reino Unido y China la invitada. Probablemente el trato será exquisito, al igual que debió serlo en Estados Unidos en septiembre, gracias al interés que suscita a la isla británica una mejoría de las relaciones internacionales.

La visita de Xin Jinping y su inseparable esposa Peng Liyuan consta de dos paradas, Londres y Manchester. Mientras que los encuentros y reuniones que mantenga en la capital serán primordialmente políticos, su viaje a Manchester está plenamente justificado por razones económicas, ya que es aquí donde el Gobierno británico espera tener la oportunidad de anunciar un proyecto llamado Northern Powerhouse, siempre y cuando China da su visto bueno.

En 2005 la última visita de un Presidente chino fue calificada como el inicio de una época dorada en las relaciones bilaterales entre ambos países. Sin embargo, no hay nada asegurado, y Reino Unido, igual que el resto del mundo, es consciente de que la prudencia china es proverbial, y no es un dato que deba obviarse.

Uno de los elementos más típicos de la escena londinense son las cabinas rojas de teléfono, que hacen las delicias entre las masas de turistas. No deja de ser curioso que se utilicen como un atractivo para las mismas, que casi podría servir de metáfora para la situación que se presenta. Porque, aunque llame la atención a los forasteros por sus colores vivos y su aspecto tradicional, el teléfono rojo suena y suena, ajeno al ajetreo de su alrededor, y muy pendiente en cambio de que al otro lado del mundo se atienda a su llamada.

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