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spanish.china.org.cn | 30. 09. 2015 | Editor: Eva Yu | [A A A] |
Desde 2011 el Ejército no descansa y aquellos jóvenes a los que la guerra sorprendió haciendo el servicio obligatorio siguen sin quitarse el uniforme. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) más de 50.000 militares han caído en los últimos cuatro años «y ya solo combaten básicamente las minorías, alauíes, cristianos, drusos y chiíes, los que viven el conflicto como una lucha por la supervivencia, los que son conscientes de que si el Estado Islámico llega a sus zonas les van a cortar la cabeza a ellos y a sus familias», señala el preocupado padre de Firas.
No todos los que salen lo han perdido todo o huyen de lugares como Raqqa, Idlib o Deir Ezzor, bastiones de EI y el Frente Al Nusra. La élite del régimen hace tiempo que vive con un pie fuera y otro dentro, no hay más que acercarse una noche a los barrios selectos de la capital como Malki en los que apenas hay luces en los edificios y no hay problema para encontrar mesa en sus cafés y restaurantes de lujo, algo imposible antes de la guerra. Salen con su pasaporte, con visados en regla y en avión desde los aeropuertos de Damasco, donde operan las líneas aéreas sirias, o Beirut, rumbo a Europa, Estados Unidos o el Golfo.