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spanish.china.org.cn | 24. 09. 2015 | Editor: Lety Du [A A A]

China y EE.UU. ante ruta de una sola vía: la comprensión mutua

Palabras clave: China, EE.UU., Xi Jinping

Por Isidro Estrada

 

La visita de estado que realiza en la actualidad el presidente de China, Xi Jinping, a EE.UU. llega en un momento de particular complejidad para las relaciones entre los dos países, cuando amplios desacuerdos marcan la agenda bilateral. Pero esta es también la coyuntura en que ambas potencias asumen como nunca antes la urgencia de procurar consensos. Las diferencias – que siempre existirán – deberán quedar en segundo plano. Porque de la estabilidad de lo que ya se considera la relación más importante del orbe no sólo depende el destino de dos naciones, si no la suerte de la Humanidad en pleno. Sin exagerar.

Xi Jinping y Barack Obama tienen hoy sobre sus hombros una pesada carga que compartir.

Para muchos observadores, este estado de cosas ha sido acontecimiento anunciado que se veía venir en años recientes. El explosivo nivel de desarrollo alcanzado por China en las pasadas tres décadas y media presagiaba un reacomodo a mediano plazo de la correlación de fuerzas mundial en los planos económico, político y militar. Incluso al cierre del bipolar período de la Guerra Fría, China todavía daba tímidos pasos en estos frentes, según intentaba ponerse a tono con el resto del mundo y desarrollar sus propias fuerzas, hasta poco antes limitadas por conceptos y políticas demostradamente obsoletos.

China creció con botas de siete leguas, desarrolló en gran medida sus capacidades y, con especial fuerza a partir de 2001, tras su entrada en la Organización Mundial del Comercio (OMC), contribuyó a rediseñar el mapa mundial del intercambio de bienes, oferta de servicios, relaciones financieras y colocación de capital en otras tierras, así como participación en los más diversos proyectos de cooperación. A la par, su presencia se fue haciendo cada vez más conspicua en la arena internacional, con su mediación diplomática y llamados a recurrir al diálogo en conflictos regionales, como recién ocurrió con Siria.

Con tales antecedentes no cabía esperar otro desenlace que un país confiado de sí mismo. Pero también conllevaba, como contraparte, el riesgo intrínseco de que la confianza deviniera excesiva y este país chocara con otros, en particular con aquellos que en el pasado se empinaron sobre su poderío para sojuzgar a vecinos e imponer sus credos ideológicos y políticos en regiones más alejadas. Si otros lo hicieron ¿por qué no China? Parece ser la pregunta obligada.

China, sin embargo, ha procurado curarse en salud. Desde que inició la carrera de relevos que le ha conducido hasta el podio de segunda economía mundial, no ha dejado de asegurar en cuanta tribuna le ha sido dada, que el poderío del país, y sus estratosférico su ascenso, van encaminados en primer lugar a sacar al país del atraso, la pobreza y la dependencia que ya una vez padeció. Una China poderosa, han advertido hasta la saciedad sus autoridades, nunca perseguirá la hegemonía, no creará bloques militares o de otro tipo contra terceros, no perseguirá imponer su modelo a otros, no abusará de su posición en el concierto de naciones.

Por lo demás, agregan, una China próspera y estable deberá por fuerza constituir un aporte altamente apreciable al mundo, donde hoy tantos países aún se debaten en la incapacidad declarada para auto-sostenerse, a la vez que se desagarran en conflictos fronterizos, sociales o confesionales de larga data. O generados por fuerzas externas.

Con argumentos de este cariz en su cartera llega el presidente Xi a EE.UU. Intentar convencer a sus anfitriones estadounidenses de la validez de sus criterios no será coser y cantar. Más bien al contrario. La otra parte tiene reclamos muy precisos y atendibles. Tanto Xi como Obama, empero, parecen compartir un as en las mangas que les puede arrojar efectos mágicos cuando en apariencia las demás salidas se vean cerradas: O nos ponemos de acuerdo, o correremos el riesgo de perder todo lo que, con altas y bajas, hemos logrado acumular hasta hoy, para bien de ambos países.

Dos puntos calientes

Los dos principales señalamientos que EE.UU. hace a China de cara a la presente cumbre, son el derecho de acceso del primero y las demandas territoriales de la segunda en el mar de la China Meridional, además de los ciber-ataques cuyo origen Washington identifica en China

China ha sido enfática en el sentido de que no persigue más que reiterar sus derechos territoriales en esa zona. A los vecinos geográficos que mantienen respectivas demandas de similar corte, Pekín responde que estos diferendos son perfectamente discutibles en un marco bilateral, pero aclara que no se avienen con la multilateralidad de entidades regionales, como puede ser la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ANSEA). Tampoco concuerda en que Washington se arrogue legitimidad para involucrarse en el tema.

Como muestra de su flexibilidad, China insiste en no oponerse a la presencia de EE.UU. en el área de Asia y el Pacífico, si bien calza su aquiescencia con el agregado de que este último debe tomar en cuenta los intereses chinos. Los vuelos militares estadounidenses, sobre todo los que hacen desembozada labor de inteligencia en las proximidades del territorio chino – arguye Pekín- constituyen un constante motivo de riesgo.

En este sentido no resulta ocioso pasar revista al denominado Incidente de la Isla de Hainan (en las proximidades del territorio insular chino), ocurrido el 1 de abril de 2001, cuando un avión reconocimiento EP-3E de la Fuerza Aérea de EE.UU. colisionó en el aire con un caza del Ejército de Popular de Liberación de China, causando la muerte del piloto de este último. A continuación se produjo una delicada situación entre ambos países, que tras incluir la captura de la tripulación del EP-3E en Hainan, se zanjó con una declaración estadounidense que dejó satisfechas a ambas partes en su litigio.

Al apegarse a sus reclamos, China procura conjurar la posibilidad de que ocurran nuevos incidentes de ese corte.

En el punto de la ciberseguridad, el Gobierno chino afirma regirse por lo establecido para el uso con apego a la legalidad de la red de redes, además de estar dispuesto a tomar muy en cuenta las preocupaciones de la otra parte.

Y para no quedar en el mero enunciado, Xi comenzó su visita a EE.UU. reuniéndose con el empresariado estadounidense, con especial destaque para las empresas asociadas a Internet. Una señal de que China está dispuesta a abrirles las puertas.

A modo de colofón

Creo que nadie ose discutir que China y EE.UU. se necesitan mutuamente, y mucho. Bastaría echar mano a cifras como los 11.200 millones de dólares que, según la Oficina de Censos de EE.UU., obtuvieron las empresas estadounidenses como ganancias en China en 2014, lo que supuso un alza del 19% con respecto al año previo. Además, éstas tienen invertidos en la actualidad un total de 65.800 millones en China. Por su parte, y solamente de enero a junio de 2015, China ha colocado capital por 6.400 millones de dólares en EE.UU. Y el dinero sigue fluyendo imparable en ambas direcciones.

Así las cosas, y remitiéndonos al talante pragmático que suele presidir los matrimonios de conveniencia, creo factible hacer votos porque ambas lleven estas cifras en la memoria al analizar los puntos bajos de la relación. La posibilidad de concertar el denominado Acuerdo de Inversión Mutua – en discusión desde 2008- , o de cooperar para traer la paz a la siempre complicada península coreana – entre otros aspectos- , debería pesar más que cualquier rencilla.

El mundo lo agradecerá.

 

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