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spanish.china.org.cn | 18. 07. 2014 | Editor: Eva Yu | [A A A] |
Incluso antes del anuncio formal de su establecimiento, el Nuevo Banco de Desarrollo de los países BRICS era víctima de valoraciones que lo colocaban como un nuevo coloso financiero, concebido para rivalizar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Eran las voces de expertos y líderes mundiales quienes, sorprendidos por el desempeño de las economías emergentes, afirmaban que el mundo en desarrollo confrontaría con este banco un orden financiero internacional dominado por Occidente. Un enfoque más sobrio, no obstante, conduce a pensar que este optimismo desorbitado es alimentado por la impotencia, la desesperanza y el enfado que durante décadas ha causado a los pobres la obstinación de Occidente en conservar intactas las estructuras de gobernanza del orden financiero internacional. Es natural que el desempeño de los países BRICS despierte ilusiones entre los oprimidos, aunque para materializar el sueño de los países en desarrollo, aún falta un largo tramo por recorrer. Apenas se ha sembrado la semilla del cambio.
EL brillo de los BRICS deslumbra al mundo
A finales de la primera década del milenio, hechos insólitos ocurridos en los países desarrollados dejaron al mundo en desarrollo de una sola pieza. Los datos económicos de Estados Unidos colapsaban, al tiempo que algunos gobiernos de la Unión Europea lidiaban con encolerizados manifestantes que tomaban las calles para protestar por la pérdida de sus trabajos. ¡Desempleados del primer mundo emigraban al mundo subdesarrollado en busca de mejores oportunidades de vida!. En medio de esa debacle, los países de los BRICS registraban un crecimiento sólido y boyante, envidiable para Europa y Estados Unidos.
Las proyecciones que auguraban una debacle en China en los años posteriores a los Juegos Olímpicos resultaron equivocadas. En 2010, el PIB creció el 10.3%, superior al 9.2 % registrado en 2009, el ingreso per cápita de los residentes urbanos chinos aumentó el 7.8% con respecto al año anterior, y el valor añadido de todas las empresas industriales se incrementó a finales del año el 13.5%. Ante estas estimaciones, China y los otros países de los BRICS recibieron los más encomiados elogios por parte del mundo desarrollado y en vías de desarrollo, con las consecuentes sobrevaloraciones en torno a su capacidad y papel para alterar el orden económico internacional.
La desaceleración del crecimiento cimbra a las economías emergentes
Las proyecciones de que China y otras economías en desarrollo, principalmente los BRICS, suplantarían a Occidente como un nuevo motor de desarrollo, comenzaron a levantar sospechas a inicios de 2013. Analistas argumentaban que la salida de capitales, tendencia observada en algunas de las economías emergentes, ejercería una gran presión sobre los bancos centrales a la hora de rebajar las tasas de interés. La tesis exponía que los bancos centrales afrontarían grandes dilemas por el efecto que causaría en sus divisas el desmantelamiento de los estímulos, iniciado a principios de mayor de 2013 por el Sistema de Reserva Federal de Estados Unidos.
El estrepitoso cambio atestiguado por India acalló las voces que hablaban de ella y de otras economías emergentes como motores del crecimiento mundial. En mayo de 2013, la rupia cayó cerca del 20% frente al dólar y el encarecimiento de las importaciones condujo un ascenso acelerado de la inflación. Para el mes de septiembre, el gobierno anunciaba que el crecimiento trimestral había sido inferior al 5%, el tercero del año, en medio de estrategias desplegadas para estabilizar la divisa y evitar una marcada salida de capitales.
En este contexto, voces conservadoras añadieron al debate que los países BRICS tenían demasiados problemas de desigualdad social, notorias diferencias en sus sistemas políticos, e incluso algunos hicieron notar que los BRICS no eran potencias emergentes sino economías en declive. Ante esos argumentos, grupos del FMI y del BM opinaron que no estaban dadas las condiciones para que Estados Unidos y Europa transfirieran derechos y autoridades a economías emergentes en organizaciones internacionales. Los BRICS, decían, han perdido su brillo.
El Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, ¿un organismo antagónico al sistema financiero mundial?
El 15 de julio de 2014, los líderes de los países BRICS, reunidos en Fortaleza, Brasil, acordaron la creación del Nuevo Banco de Desarrollo, para el que eligieron a la ciudad china de Shanghai, eje financiero en Asia, y al que autorizaron un capital inicial de 100 mil millones de dólares. Una vez más, el mundo fijó su mirada en las las economías emergentes, ahora señaladas como impulsoras de un nuevo orden financiero internacional bajo el control de Estados Unidos y los estados europeos.
Al anuncio siguió un tropel de información mediática que afirmaba que el Nuevo Banco de Desarrollo retaría la existencia de las instituciones de Bretton Woods, creadas desde 1944, al presentar una institución alternativa para la financiación de proyectos de infraestructura en el mundo en desarrollo. El grupo de los BRICS, decían, encarnaba a un Espartaco que lucharía en pos de la democratización de la gobernanza mundial y rumbo a la creación y fortalecimiento de instituciones financieras regionales y multilaterales para el desarrollo mundial.
Las operaciones del Nuevo Banco de Desarrollo, curiosamente, no habían aún comenzado. Programado para iniciar operaciones en 2016, los simpatizantes de los BRICS y el Nuevo Banco de Desarrollo habían asignado con antelación responsabilidades “extra oficiales” distintas a las consignadas en las actas constitutivas de su creación. Las valoraciones elogiosas que el mundo hizo de los BRICS en los años más difíciles de la crisis financiera internacional, ahora se repetían, pero con un banco que aún no existía y cuyos fines distaban de aquellos plasmados en papel.
Un orden financiero internacional arbitrario en sus funciones
Es natural que en el mundo en desarrollo exista un descontento generalizado por la lentitud de las instituciones de Bretton Woods a someterse a reformas profundas y a adaptarse a las nuevas realidades de un mundo cambiante. Desde la creación del BM y el FMI, Occidente no ha visto a las economías emergentes como iguales en el diseño de la arquitectura financiera internacional. El Nuevo Banco de Desarrollo de los países BRICS es, sin más, el resultado de un falta de acuerdos entre el Norte y el Sur para el diseño de un sistema financiero democrático e inclusivo.
Las instituciones creadas por Bretton Woods han redundado en beneficio de los conglomerados internacionales, dejando a países en vías de desarrollo profundamente endeudados por los empréstitos generados tras la creación de infraestructuras. Bajo este contexto, sería verdaderamente extraño que la opinión pública y la prensa en general no atribuyeran funciones exageradas a un grupo y a un banco que llevan en su seno la esperanza y la ilusión de construir un orden financiero internacional más justo y más equitativo, aún cuando todavía no existan.
El banco refleja la voluntad de los BRICS para financiar la creación de infraestructuras, pero está muy lejos de encarnar a una institución antiestadounidense u opositora al orden establecido por Bretton Woods. No busca la confrontación. Por el contrario, es una organización que al tiempo que procura el bien de sus miembros, ofrece los elementos necesarios para impulsar un orden financiero internacional más democrático y representativo.
Sembrando las semillas del cambio
Los BRICS son en el sentido real un grupo en formación, distinto a las tesis y planteamientos de Jim O’Neill, con intereses divergentes, pero con la firme intención de crear un contrapeso al sistema financiero controlado por occidente.La intención dista mucho de ser hoy por hoy una vía alternativa a un sistema controlado por Estados Unidos y Europa, aunque sí es honesto decir que es la semilla rumbo a un orden alternativo que demanda, a su vez, millones de semillas.
Líderes de estas economías emergentes coinciden en que los BRICS no buscan antagonizar con las instituciones políticas y financieras existentes, sino que en un entorno de paz y negociación, buscan desarrollar un sistema de complementariedad, más justo y equitativo, rumbo a una gobernanza mundial democrática. Así, el reto yace en que la semilla sembrada por los BRICS no repita los esquemas de las instituciones de Bretton Woods. Las valoraciones exageradas nacen de la desesperación por el establecimiento urgente de un orden internacional que procure cabalmente el desarrollo compartido y el bienestar general de los estados.
El Nuevo Banco de Desarrollo está muy lejos de ser por sí mismo un motor del cambio. No obstante, el florecimiento pleno de esta semilla dependerá del trato y atención que se le dé en los años venideros. Sólo así será la semilla del cambio y el inicio de un nuevo orden internacional inclusivo.