Academia de conocimientos clásicos de Songyang

La Academia de Songyang está situada en la falda sur de la Montaña de Songshan, a 3 kilómetros al norte del Condado de Dengfeng. Rodeada por colinas de este a oeste, la Academia de Songyang disfruta de unas espectaculares vistas con dos frescos y claros manantiales que se juntan enfrente de la misma en el río y fértiles campos que se extienden a lo lejos hacia el sur. Si se sitúan en la puerta de la academia, los visitantes pueden observar los picos de las Montañas de Songshan y divisar el lugar donde se asienta el Condado de Dengfeng. Por ser un lugar de estudio ideal, ha sido laureado como una de las Cuatro Academias de la Dinastía Song (960 – 1729 dC.), junto a la Academia Suiyang de Suizhou (también conocida como la “Academia de Yingtian”), la Academia Yuelu en la provincia de Hunan y la de Bailudong en la provincia de Jiangxi.

A lo largo de la historia, la Academia de Songyang fue nominada conjuntamente primero por el Budismo y Taoísmo y luego por el Confucianismo en exclusiva. Durante los años que van desde finales de la Dinastía Zhou (951 – 959 d C.) del Período de la Cinco Dinastías (907 – 959 dC.) hasta la Dinastía Song (960 – 1279 d C.), Chenghao y Cheng Xi, dos grandes maestros de la Escuela Confucianista Luo, difundieron sus teorías aquí con cientos de estudiantes. Construida por primera vez en el 484 d D., ha sido reparada y extendida en varias ocasiones a lo largo de diferentes dinastías, y desarrollado posteriormente como academia a gran escala con un aire de simplicidad y elegancia.

Los ‘Cipreses del General’ (General Cypresses) de la Dinastía Han Occidental y la Gran Estela Tang de la Dinastía Tang son las reliquias culturales de primer nivel de la Academia Songyang. Cuenta la leyenda que hace más de 2.000 años, cuando Liu Che, conocido como Emperador Hanwudi de la Dinastía Han vino a visitar la Academia de Songyang, se quedó muy impresionado al ver el enorme ciprés floreciente que se abrió enfrente de él al caminar hacia el jardín. Al mirar hacia arriba durante unos minutos, le concedió el título de “Máximo General” sin pensarlo mucho, en agradecimiento. Sin embargo, al adentrarse en el segundo patio, otro ciprés todavía más majestuoso se le apareció. Contrariado, sólo pudo llamar a este segundo ciprés “Máximo General Nº2”, pues la palabra pronunciada por los emperadores chinos, soberanos gobernantes de China, no podía ser desdicha.

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